La Vanguardia - Culturas

La danza de Barceló

- COLECCIÓN DEL ARTISTA © FOTO: ANDRÉ MORIN, 2020 © MIQUEL BARCELÓ, VEGAP, MÁLAGA, 2021 GUILLERMO BUSUTIL

Sus figuras están sujetas a los lenguajes del ritmo, tanto en su vaivén del lleno al vacío como en la hermosa soltura del trazo; se puede constatar en su actual exposición en el Museo Picasso de Málaga

Juega con la textura de las ondulacion­es cromáticas, y con cada una contagia las cadencias del alborozo y del espíritu que se libera

Actúa como un coreógrafo que alterna una pincelada briosa, espontánea en su agitación o en su manera de sostenerse en el aire

JAIN VIVACE

Una epifanía de la danza y del placer liberador del movimiento, expresada a través de la geometría tímbrica del cuerpo, de la gestualida­d de su ritmo convulso, sugiriendo su liberación de los límites del color y del espacio. Expresa igualmente el misterio ancestral de los sentidos, y su vínculo humano con la naturaleza y su magia. La intensidad de la pintura transfiere su plenitud envolvente, la conciencia transfigur­adora del baile. Que todos somos corporales, que todos somos sonidos

Se sabe de lo telúrico en la obra de Barceló, que lleva en su ánimo un volcán de mar. Raíces de la naturaleza que el artista plasma en la vitalidad de su expresión plástica que escapa siempre de lo inmóvil. Da igual si se trata de cerámica, de lienzo o de escultura. Que el dibujo, la mancha, el gesto, narren acerca de personas que trabajan, del latido de un paisaje, de flora y fauna, de plenilunio­s o de la metamorfos­is, como engloba esta exposición en el Museo Picasso Málaga hasta septiembre.

En muchas de sus piezas la danza sucede. Son bailarines sus figuras –a veces en un éxtasis que evoca la experienci­a sensorial de los chamanes, y otras el énfasis de la alegría– sujetas a los lenguajes del ritmo, tanto en su vaivén del lleno al vacío en las composicio­nes como en la hermosa soltura del trazo que ejecuta el flujo, la sublevació­n del movimiento y sus gravitacio­nes. Su esencia la resuelve Barceló igual que un coreógrafo que alterna una pincelada briosa, espontánea en su agitación o en su manera de sostenerse suspendida en el aire. Juega encantamie­ntos con la textura de las ondulacion­es cromáticas que se ajetrean en el cuadro, y con cada una consigue contagiar las cadencias del alborozo y del espíritu que se libera. Amarillos en ebullición, azules Prusia, rojo cadmio, ocres, son efluvios de la música y sus melodías, en las que brazos, pelvis y piernas, son los personajes que ejecutan lo que el baile cuenta.

Se aprecia perfectame­nte esta riqueza de significac­iones de las siluetas gestuales en acuarelas como Jain vivace, donde la figura transmite un entusiasmo dionisiaco y sensual sujeto a la habilidad de los pasos aéreos. El desenfado de su forma apolínea, en la línea y el compás, recuerda a las que protagoniz­an La danse de Matisse. Posee igualmente la solidez vital del color, y la no presencia del rostro que en la pintura de Barceló cede relieve al simbolismo vegetal de la máscara. Un rasgo de la teatralida­d de la fusión mágica con los espíritus. Pareja a esta acuarela está Jain, donde el mismo personaje vira al amarillo y su feminidad en arabesque se contorsion­a con más agitación polirrítmi­ca, expresando desbordami­ento sexual, la imantación del deseo y sus me

tamorfosis –el leitmotiv de las formas cambiantes en comunión con la música.

Al igual que Picasso, Barceló va de una pieza a otra, las continúa, explora sus variantes. Le suma a las anteriores Danse indienne con mujeres magentas, en reverberac­ión las cadencias de sus talles transformá­ndose en palmeras, formulando una ceremonia de transición de adolescent­e a mujer o una celebració­n de la fertilidad. A su lado, Belladona representa­ndo el baile como un lenguaje de la seducción y de la catarsis. Su poder de transforma­ción de los estados de la conciencia está igualmente plasmado en Pause verte, cuyos cactus transmutan en danzarines o viceversa, mediante el dibujo y el color escapando de su caligrafía plástica, con la excitación liberadora de la movilidad. La misma que transmite la conversión de las volutas y acantos de sus cerámicas de Tótem en resonancia­s de faunos y minotauros en una bacanal de primavera.

Recuerdan estas composicio­nes físicas, como instrument­os y expresione­s del ritmo, las representa­ciones sujetas a una melodía de Los trazos de la canción. En sus páginas Bruce Chatwin cuenta la manera en la que los aborígenes del desierto de Australia andaban nómadas sobre la tierra, cantándola en dibujos a modo de partitura, y que unas veces aludían al sueño de un animal simbólico y otras a

Es curiosa esta pintura que se escapa en cierto modo del concepto de la muestra pero en la que imanta la fuerza del movimiento a partir de la energía expansiva del color, que consigue un centelleo lumínico, suscitando un magma de tensión en la acción aparenteme­nte suspendida entre el matador y la res. Pero en medio de su poderoso campo magnético, en el que la imagen es un todo, existe una conciencia de los movimiento­s que están sucediendo

un relato de sus antepasado­s. De esa huella antropológ­ica hay algo en escenas de esta exposición como Espadón, una preciosist­a coreografí­a acuática de cinco peces espada, en oscilación su anatomía bajo el mar del que emergen en un ballet azul y abisal, semejando sus ejes el trance de los derviches. Continúa ese universo de la ofrenda animista en una polifónica Peinture pariétale sur toile donde bisontes, carneros, ciervos pacen y se aparean en una danza de celo. Cabezas de vigor ancestral en doble dirección de la cópula, del sueño. Alerta vigilan al espectador sus ojos intensos, vivos, en la de toda la fauna retratada. Por uno de los meandros del cuadro, un pez espada orilla la tierra y el mar. Las dos maternidad­es de la naturaleza humana que derivó en ese antiguo combate entre el hombre y el animal. Su litigio lo expresa el mallorquín en 3er Tercio, un campo magnético en el que convergen la materia, la luz, las texturas, la sinestesia impresioni­sta del baile del sol en la arena del ruedo. En su epicentro la dramaturgi­a del toro que embiste y en su mismo instante en trasiego feroz ocurre el vuelo de la muleta, la cadera del torero que gira en su suerte entre la vida y la muerte. Magnífica la garra centrípeta de este lienzo y su vibración.

Hay en muchas de estas obras del 2019 de Miquel Barceló una conexión con Miró y La danse des coquelicot­s ,y con Faunes et chevrets de Picasso, magistrale­s en llevar a la pintura este intangible arte que se funde en los cuerpos de quienes la realizan y perece al concluir el movimiento. La pintura también como el espejo frente al que los bailarines improvisan, se buscan, se corrigen, se inspiran y se niegan a contemplar­se en silencio detenido frente al éxtasis del tránsito del lirismo, del brío, de la danza como poema.

COMISARIO: ENRIQUE JUNCOSA. MUSEO PICASSO. MÁLAGA. WWW.MUSEOPICAS­SOMALAGA.ORG. HASTA SEPTIEMBRE

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PEINTURE PARIÉTALE SUR TOILE. Bisontes, carneros, ciervos pacen y a la vez insinúan una danza de celo. La obra plasma un bestiario de la fuerza totémica de los animales más primitivos, su vigor ancestral expresado en el volumen del dibujo
Hay una conexión con Miró y Picasso; al igual que este, Barceló va de una pieza a otra, las explora en sus variantes
La pintura también como el espejo frente al que los bailarines improvisan, se buscan, se corrigen, se inspiran
© MUSEO PICASSO MÁLAGA 3er TERCIO PEINTURE PARIÉTALE SUR TOILE. Bisontes, carneros, ciervos pacen y a la vez insinúan una danza de celo. La obra plasma un bestiario de la fuerza totémica de los animales más primitivos, su vigor ancestral expresado en el volumen del dibujo Hay una conexión con Miró y Picasso; al igual que este, Barceló va de una pieza a otra, las explora en sus variantes La pintura también como el espejo frente al que los bailarines improvisan, se buscan, se corrigen, se inspiran
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COLECCIÓN PARTICULAR © MUSEO PICASSO MÁLAGA © MIQUEL BARCELÓ, VEGAP Miquel Barceló. Metamorfos­is
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© MUSEO PICASSO MÁLAGA ESPADÓN. Es magnética esta coreografí­a marina con latido expresioni­sta en el dibujo, en la viveza inquietant­e de los ojos saltones, vigilantes, de los peces espada

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