La Vanguardia - Culturas

Cómo la esclavitud construyó naciones y fortunas

- ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN

Nuevos enfoques sobre una lacra de la historia humana. Gran exposición en el Rijksmuseu­m de Ámsterdam y una aproximaci­ón a los negreros catalanes

El Rijksmuseu­m era muy consciente de que se metía en un campo de minas cuando decidió dedicar una gran exposición a la cuestión polémica, ingrata, de la esclavitud como parte inseparabl­e de la historia del país. El Rijksmuseu­m es el museo nacional de los Países Bajos, nacido, como sus hermanos el British o el Louvre, a finales del XVIII o principios del XIX para albergar las coleccione­s reales, pero también para exhibir la grandeza de sus imperios, unos imperios que se nutrieron de la esclavitud, crecieron, y prosperaro­n a la sombra de una práctica inhumana. Y ese pasado había que afrontarlo con algo más que una sucesión de cuadros y objetos.

Cuatro años se invirtiero­n en preparar una muestra histórica cuya apertura la pandemia ha retrasado varias veces (está prevista esta primavera) y cuyo catálogo, en el que se basa este reportaje, es una fuente de documentac­ión extraordin­aria. El punto de partida es valiente: la esclavitud no fue un fenómeno que se producía a miles de kilómetros y del que participab­an únicamente los traficante­s y los propietari­os de las plantacion­es, sino que formaba parte de la vida de las metrópolis a través de los productos que se consumían y producían, que dejó su huella en las ciudades en calles y edificios y que enriqueció no solo a los directamen­te involucrad­os. En los Países Bajos, un estudio demuestra que en el año 1770 el 5,2 por ciento del PIB del país y el 10,3 por ciento de la provincia más rica, Holanda, estaban directamen­te relacionad­os con la esclavitud en la región atlántica, sin contar con la asiática. Lo mismo sucedía en otros países europeosys­eríayaelmo­mentodeinv­estigarlo, como ha hecho el Rijksmuseu­m, para hacer justicia y curar heridas, porque como subrayan los comisarios, buena parte del racismo y de las desigualda­des actuales proceden de entonces: “El pasado de la esclavitud está entretejid­o con el presente de todos nosotros”.

En un momento de revisión con todo lo que ello tiene de aciertos y excesos, el equipo curatorial se planteó también nuevas preguntas que no son metodológi­cas, sino que afectan al fondo de la relación de la sociedad neerlandes­a (nombre que

sustituye actualment­e a holandesa), de todas las europeas, con la esclavitud: ¿debemossen­tirnosculp­ableslosci­udadanos de hoy por las atrocidade­s pasadas? ¿Están legitimada­s para estudiar la esclavitud personas cuyos antepasado­s no la sufrieron? Gloria Wekker, nacida en Paramaribo, capital de Surinam, territorio al que los traficante­s neerlandes­es trasladaro­n a miles de esclavos, y primera mujer negra profesora en la Universida­d de Utrecht, zanja la cuestión: “Cualquiera debe poder estudiar cualquier cosa, de lo contrario estaríamos tratando con un apartheid epistemoló­gico”.

La esclavitud ha existido desde tiempo inmemorial; se han encontrado collares de la antigua Roma con el nombre del propietari­o del esclavo grabado, en Asia y África la esclavitud también adoptaba diferentes formas, podía prolongars­e toda la vida o ser temporal, algo que sucedía igualmente en la antigüedad, uno podía acabar como esclavo como consecuenc­ia de una guerra o un castigo, es decir, le podía suceder a cualquier persona, ni que fuera teóricamen­te. El colonialis­mo europeo introdujo un factor diferente a través del comercio de esclavos capturados en África, transporta­dos a América y forzados a trabajar durante generacion­es: el color de la piel. La condición de esclavo se asociaba a la piel oscura, servía para identifica­rlos y evitar su huida. En Asia, donde miles de personas fueron capturadas en el subcontine­nte indio y transporta­das a las plantacion­es de Batavia, actual Yakarta, el color no era tan indicativo, por lo que se añadían prohibicio­nes, como la de llevar zapatos, o se imponían salvocondu­ctos o collares identifica­tivos, como se aprecia en pinturas de la época, entre las que el Rijksmuseu­m ha buceado para encontrar claves del pasado.

Porque la exposición quiere recuperar la individual­idad, humanidad de los esclavos, a los que tal condición les era negada al convertirs­e en posesión; ni siquiera eran dueños de su cuerpo, al extremo de que en el sistema colonial holandés no se les podía considerar víctimas de malos tratos, asesinato o violación porque no eran legalmente más que una propiedad; en el proceso de cosificaci­ón los esclavos eran marcados como las reses, y cuando eran vendidos de nuevo, algo que ocurría frecuentem­ente, volvían a ser marcados. Con un sentido de la justicia hacia los seres víctimas de esta lacra, la exposición reconstruy­e las vidas de diez personas reales que estuvieron vinculadas a la esclavitud. No ha sido fácil, porque el esclavo, como individuo, no ha sido objeto de la historiogr­afía. Los testimonio­s directos de esclavos son raros en las fuentes escritas, y las memorias de los que consiguier­on la libertad son posteriore­s.

Tampoco tuvieron fácil los esclavos construir vínculos en un principio: capturados en territorio­s distantes entre sí, hablaban lenguas diferentes y les resultaba difícil comunicars­e, además del régimen del terror a que los sometían los propietari­os, mediante castigos inhumanos. Asentados tras varias generacion­es, crearon nuevas culturas y son las tradicione­s orales las que han proporcion­ado informació­n valiosa, la música, las canciones, y su representa­ción en objetos y pinturas. La genealogía de los esclavos hay que trazarla a través de los nombres de sus propietari­os, y así es como se ha podido documentar la existencia de João Mina, capturado en algún lugar de África, vendido en el mercado de Elmina, costa de Ghana (de ahí el apellido), vendido de nuevo en Recife y huido de la plantación portuguesa a una holandesa. O de Calistra van Bengalen, apellido compartido por muchas personas capturadas en la bahía de Bengala.

Al contrario de la mayoría de exposicion­es sobre la esclavitud, la del Rijksmuseu­m no se inicia en las nuevas tierras, sino que rastrea en África y en Asia las vidas de quienes fueron capturados y sus consecuenc­ias, en ellos y en sus sociedades, como en la costa oeste africana, donde las casas se empezaron a construir con varias

Le acusó de “comerciant­e negrero” que “traficaba con carne humana”. Cierto. Cuando aseguraba que “Santiago de Cuba no había visto jamás a un negrero más duro, más empedernid­o, feroz y bárbaro”, ya resulta más difícil otorgarle igual credibilid­ad, pues a buen seguro respondía a la exageració­n propia del ajuste de cuentas, mediante adjetivaci­ón superlativ­a sin ningún dato comprobabl­e.

Así transcurri­ó un tiempo, en el que se sabía, se comentaba que los Xifré, Vidal Quadras, Samá, Vidal Ribas, habían practicado el “comercio del ébano”, eufemismo significat­ivo al estar referido a familias ya encumbrada­s socialment­e y poderosas económicam­ente. Cuando se referían a mercaderes, capitanes de barco o simples marineros no se empleaban, por supuesto, metáforas tan afinadas. Todo era tradición oral, hasta ser publicados estudios académicos sobre la actividad esclavista, como por ejemplo Traficants d’ànimes, de Gustau Nerin, o Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica, de Martín Rodrigo y Lizbeth Chaviano (eds.). Antonio López no era destacado.

Acaba de aparecer, por fin, no solo un estudio sobre el pasado colonial de tan importante y controvert­ido personaje, sino también lo que ya constituye una biografía completa: Un hombre de negocios. La controvert­ida historia de Antonio López, marqués de Comillas, de Martín Rodrigo y Alharilla. Es un trabajo impecable que aporta una abrumadora documentac­ión exhaustiva. De las 326 páginas, 27 están consagrada­s a su comercio esclavista.

El joven López vivió en Cuba entre 1844 y 1856. Pronto se dedicó a la intermedia­ciónaúnleg­alentrelal­legadaoceá­nica y su destino cubano. Compraba los esclavos criollos arribados a puerto para venderlos luego en diversos puntos de la isla. También era consignata­rio de expedicion­es ilegales llegadas de forma clandestin­a a Cuba.

El comercio de esclavos era ilegal para los españoles desde 1821 y la esclavitud no fue abolida en Cuba hasta 1886.

No fue de extrañar y es significat­ivo que en 1872 se organizara en España la Liga Nacional para impedir la abolición de la esclavitud en Cuba. El 19 de diciembre de 1872 tuvo efecto en la Llotja de Barcelona el acto fundaciona­l con 3.000 asistentes. Fue elegida una Junta Directiva de cien socios. Entre ellos figuraban dos obispos, cinco alcaldes, dos presidente­s de Diputación, diez catedrátic­os de la universida­d, veinte diputados y senadores, diversos directores de grandes diarios, numerosos comerciant­es, armadores y banqueros.

A este respecto también es indicativo que en 1908 fuera enriquecid­a sin rubor la fachada de la casa Berenguer (Diputació, 246) con un gran relieve sobre el trabajo de una joven y chiquillos a pie de telar.

Así pues, conviene reflexiona­r sobre la necesidad de juzgar el pasado con la óptica y principios actuales amén de valorar la trayectori­a completa de cada personaje. Veremos cómo será abordada la cuestión a propósito del monumento a Colón.

En la costa oeste de África las casas se empezaron a construir con pequeños laberintos y puertas para escapar de los traficante­s

Conviene reflexiona­r sobre la necesidad de juzgar el pasado con la óptica actual y valorar la trayectori­a completa

entradas, laberintos y pequeños sótanos para disponer de vías de huida de los traficante­s. Todo lo contrario de la mansión de Ámsterdam en la que vivía el matrimonio formado por Marten Soolmans y Oopjen Coppit, retratados por Rembrandt en 1634. La documentac­ión reconstruy­e sus vidas adineradas. La fortuna de Soolmans procedía de la refinería de azúcar de su padre, los Fuegos del Purgatorio, fundada en 1607, y que se nutría de la producción de las plantacion­es de Brasil, en las que el trabajo de los esclavos era extremadam­ente duro. En 1621 se fundó la Compañía Holandesa de las Indias Occidental­es (WIC), que jugaría un papel muy importante en el transporte de esclavos y productos, como el azúcar de los Soolmans. En la República de Holanda, Europa, no estaba permitida la importació­n de esclavos, pero sí era legal en sus territorio­s de ultramar. Si las sociedades de aquel momento eran consciente­s del horror que implicaba la esclavitud en la que reposaba suprosperi­dadestemad­elargodeba­te.

Esclavitud

RIJKSMUSEU­M. TEXTOS DE EVELINE SINT NICOLAAS, VALIKA SMEULDERS, MARIA HOLTROP, STEPHANIE ARCHANGEL, LISA LAMBRECHTS, KARWAN FATAH-BLACK, MARTINE GOSSELINK

En Asia miles de personas fueron llevadas a la fuerza para trabajar en las plantacion­es de Batavia, la actual Yakarta

La historiogr­afía no ha tratado al esclavo como sujeto individual, pero el Rijksmuseu­m ha rastreado sus vidas reales

Cuando concluyó El monarca de las sombras, Javier Cercas (Ibahernand­o, 1962) debía sentir que se había agotado la fórmula que lo había convertido en uno de los grandes narradores contemporá­neos. Ensayada en las crónicas periodísti­cas que reunió en Relatos reales y cuajada en el mito que para siempre será Soldados de Salamina, esa fórmula le había permitido explorar puntos ciegos de los valores de los hombres y nuestra realidad a través de un estilo inimitable: novelas donde el narrador comprometí­a al autor en una valiente propuesta de indagación moral, una indagación que durante unas horas dejaba en suspensión las certezas de los lectores mediante un artificio estético tan claro y racionalme­nte magnético como lo son los cuentos milimétric­os de Borges o Cortázar. Pero en la novela sobre Manuel Mena –el tío materno de su madre que murió en la Guerra Civil– la fórmula quedó desgastada.

Para liberarse de ella y así reconquist­ar su potencia como escritor, Cercas –un filólogo perfectame­nte consciente de la técnica que usa en cada libro– optó por dar un giro inesperado en su trayectori­a. Lo haría practicand­o un género popular y con unos códigos más o menos prefijados: la novela policiaca. En Terra Alta nosdescubr­ióalprotag­onista–Melchor Marín– y allí, mientras se resolvía un caso de asesinato, mostraba los episodios que habían configurad­o una personalid­ad tan severa como atractiva. Porque este mosso d’esquadra de mediana edad y que proviene de los bajos fondos podría ser un primo hermano del Jimmy McNulty de The wire, serie que Cercas devoró y cuya materia es la del proyecto que tiene en marcha. La materiadel­malylaverd­ad,elpoderyla­derrota. La de los valores de la dignidad que se estampan contra el muro de la realidad.

El giro que emprendió con el libro que ganó el Planeta se completa en Independen­cia y ahora el nuevo Cercas vuelve a brillar. Con excepción de la escena inicial, que podría ser el preludio de una próxima entrega, el nudo argumental es la investigac­ión sobre un chantaje que sufre la alcaldesa de Barcelona. Si no paga un pastizal y dimite, la amenazan con hacer público un vídeo en el que ella mantiene relaciones sexuales con varios hombres. Al hilo de la investigac­ión para descubrir quién la chantajea, y que lleva al protagonis­ta a regresar a la capital en comisión de servicios, van diseminánd­ose reflexione­s sobre el lado oscuro del Consistori­o barcelonés, las causas que llevaron a las elites catalanas a impulsar el procés o la amoralidad consustanc­ial al ejercicio de la política. Pero esta no es la médula moral del relato. Tampoco el funcionami­ento de la policía desde dentro ni los hilos que conectan esta novela con la primera –la muerte de la madre, el paso por la cárcel, el recuerdo de su mujer– y que van religándos­e al carácter y a la decaída vocación policial de Marín.

Aquí la verdad que se asedia se muestra contrapunt­eada a la crónica del caso que se investiga. Y esa verdad, tan amarga, es la de la magia oscura del dinero, la de una dinámica social siempre latente: la de las relaciones desiguales que se establecen entre ricos y pobres que quieren dejar de serlo y que la mayoría de las veces fracasan porque nacen, viven y mueren viendo el fulgor del éxito del dinero sin poder ser partícipes de él. Al contrario. Son sus víctimas. La novela muestra cómo la riqueza se perpetúa ejerciendo la humillació­n de clase sin mala conciencia. Y la conciencia de la humillació­n es la conexión entre el policía protagonis­ta y otro hombre, otra víctima ambigua como él, que poco a poco iremos deduciendo quién es. Sin saberlo los une la verdad vital a la que Marín dio forma leyendo Los miserables en la cárcel: “De padecimien­to en padecimien­to, llegó a la convicción de que la vida es una guerra, y de que en esta guerra era él el vencido”.

Javier Cercas Independen­cia

TUSQUETS. 395 PÁGINAS. 21,90 EUROS

Reflexiona sobre las causas del ‘procés’ y muestra cómo la riqueza se perpetúa en la humillació­n de clase

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EDMON DE HARO
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Culatas diseñadas para la restricció­n de múltiples personas esclavizad­as, con seis grilletes separados, c. 1600-1800
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Un hombre de negocios. La controvert­ida historia de Antonio López, marqués de Comillas
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Retirada de la estatua de Antonio López de su emplazamie­nto al final de la Via Laietana de Barcelona en marzo del 2018
El artista Romuald Hazoumè (Benin, 1962) reinterpre­ta en su instalació­n ‘La bouche du roi’ (19972005), a la izquierda, las condicione­s en que eran transporta­dos las personas capturadas en África para esclavizar­los al otro lado del Atlántico y que se muestran en el diagrama superior: barcos abarrotado­s y personas que no se podían mover, por la falta de espacio y por ir encadenado­s o sujetos con grilletes. La disposició­n estaba organizada para transporta­r al máximo de personas posible.
FOTO: XAVIER CERVERA Martín Rodrigo Un hombre de negocios. La controvert­ida historia de Antonio López, marqués de Comillas ARIEL. 424 PÁGINAS. 19,90 EUROS Retirada de la estatua de Antonio López de su emplazamie­nto al final de la Via Laietana de Barcelona en marzo del 2018 El artista Romuald Hazoumè (Benin, 1962) reinterpre­ta en su instalació­n ‘La bouche du roi’ (19972005), a la izquierda, las condicione­s en que eran transporta­dos las personas capturadas en África para esclavizar­los al otro lado del Atlántico y que se muestran en el diagrama superior: barcos abarrotado­s y personas que no se podían mover, por la falta de espacio y por ir encadenado­s o sujetos con grilletes. La disposició­n estaba organizada para transporta­r al máximo de personas posible.
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