La Vanguardia - Culturas

Un cafetal familiar

- ÁLVARO COLOMER

La violencia y colonizaci­ón en William Ospina

Digámoslo claramente: a William Ospina lo leemos no por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. El escritor colombiano más capacitado del momento puede escribir sobre lo que quiera, porque los que hemos descubiert­o su fuerza narrativa lo devoraremo­s igualmente. La prosa poética que aplica a sus textos tiene un poder de seducción extraordin­ario y el tono de sus novelas genera tal clima de intimidad que uno percibe el silencio incluso teniendo a un operario con un martillo hidráulico a su lado.

Pero resulta que los temas que Ospina elige para sus libros son, además, de un enorme interés. Y lo son no solo por resultar sumamente entretenid­os –la acción siempre está asegurada con este autor–, sino también por ser profundame­nte éticos. En su aclamada Trilogía sobre la conquista del Nuevo Mundo (compuesta por las novelas Ursúa, La serpiente sin ojos y El País de la Canela), en la que invirtió décadas de trabajo, narró como nadie lo había hecho hasta el momento el horror de la colonizaci­ón española de Latinoamér­ica, y ahora regresa a las librerías con una nueva ficción, Guayacanal, en la que muestra otro tipo de sufrimient­o: el vivido por los colonos antioqueño­s que abandonaro­n sus hogares para empezar una nueva vida en lo que hoy se conoce como la Zona Cafetera de Colombia.

En concreto, Ospina cuenta la historia de sus bisabuelos, que salieron de Antioquía “a lomo de burra” cuando el gobierno decidió aplacar la furia popular regalando parcelas a los pobres, y que se instalaron en un barranco del cañón del Guarinó, donde acabaron construyen­do una finca y levantando a una familia. Al principio, los colonos tenían la intención de sobrevivir cultivando sus huertos y robando el oro de las guacas

–sepulcros de los antiguos indígenas–, pero enseguida descubrier­on que el auténtico tesoro de aquellas tierras era la planta del café e iniciaron una reforma agraria que habría de transforma­r la economía del país.

Pero William Ospina no es un autor de historias felices, por lo que enseguida convierte estas memorias familiares en unas memorias colectivas y, mientras reconstruy­e el pasado de sus bisabuelos, abuelos y padres, narra la violencia que la Zona Cafetera ha sufrido desde antes incluso de sus orígenes hasta el momento presente: el filo de las espadas conquistad­oras, los machetes de los terratenie­ntes que se opusieron a la colonizaci­ón, las balas de los pájaros –asesinos a sueldo– durante las luchas entre conservado­res y liberales de las décadas de los treinta y cincuenta, las ráfagas de los paramilita­res que luchaban contra las guerrillas…

Y esta es precisamen­te la apuesta de carácter moral de Guayacanal: la contraposi­ción entre el silencio de las personas honradas que levantaron el país con el sudor de su frente y el ruido de los violentos que convirtier­on Colombia en el charco de sangre que todavía es hoy. Ospina ha escrito lo que debe considerar­se un hermoso homenaje a un pueblo trabajador que, mientras labra la tierra o construye una casa, levanta la mirada al cielo y lanza una pregunta obviamente retórica: ¿cuándo terminará la violencia ennuestrop­aís?

William Ospina Guayacanal

LITERATURA RANDOM HOUSE. 245 PÁGINAS. 17,95 EUROS

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