‘El Mago’ y sus enigmas
La perspectiva de un viaje estival a Spetses y un artículo de Jacinto Antón en El País me animaron a leer una novela que tenía guardada desde hacía tiempo: El mago, de John Fowles, en la séptima edición de Anagrama, traducción de Enrique Hegewicz.
Se trata de un libro largo (670 páginas) que en síntesis relata en primera persona las andanzas de un joven inglés en una isla griega (Phraxos, trasunto de Spetses) donde traba relación con el misterioso millonario Conchis el Mago, quien le someterá a una batería de complicadas pruebas iniciáticas que transformarán su visión del mundo.
La relación del protagonista Nicholas Urfe con su amante británica Alison y con dos bellas gemelas protegidas del Mago añade intriga a una trama que llega al clímax en un flashback ala ocupación nazi de la isla, donde Conchis tuvo que afrontar un dilema en la línea del que planteaba William Styron en La decisión de Sophie.
Fowles es un autor de prosa vigorosa e imaginación fulgurante; la novela está llena de enigmas no resueltos, nada es lo que parece y no sabemos si lo que se nos narra es un recuerdo, una teatralización, una puesta en escena de la mitología griega o un ejercicio de psicología experimental. Con todo ello El
Mago, aparecida en 1966, se instauró como novela de culto y el autor empezó a recibir cartas preguntando qué significaban este o aquel pasaje. En 1977 publicó una edición revisada, eliminando referencias, reescribiendo capítulos y añadiendo una carga erótica que en la primera edición no había insuflado “por falta de agallas”.
John Fowles (1926-2005) figura hoy entre los grandes autores británicos de la segunda mitad del siglo XX, con éxitos populares como El coleccionista y obras de prestigio como La mujer del teniente francés, considerada un bastión de la narrativa postmoderna.
El mago contiene elementos autobiográficos. Como su protagonista, el escritor estuvo dando clase en un colegio de Phraxos/Spetses a principios de los años cincuenta. La casa que inspiró la villa Bourani de Conchis justamente acaba de ser puesta en alquiler, según explicaba Antón en su artículo. Pero Fowles no pretendía hacer una novela realista. Influido por la lectura de Jung, se propuso escribir un relato en la línea de El gran Meaulnes de Alain-Fournier, que consiguiera proporcionar “una experiencia que fuera más allá de lo literario”. El Mago no tiene la belleza sobria y contundente de la inolvidable novela de Fournier –es demasiado prolija y barroca–, pero indiscutiblemente tiene “algo”. Su autor dice de ella que “seguirá siendo esencialmente una novela de adolescencia escrita por un adolescente tardío”. Y de ahí posiblemente su atractivo por encima de las modas, que la alinea con otras, pocas, obras enigma que los lectores han reconocido por brindar esa “experiencia que va más allá de lo literario”. Es decir, una lección de vida y entrada en la madurez, punteada de elementos mistéricos, y donde encontraríamos también El guardián en el centeno de J.D. Salinger o Nada de Carmen Laforet. Libros con aura.
La versión cinematográfica de El Mago, dirigida en 1967 por Guy Green, no pudo rodarse en Grecia debido al golpe de los coroneles y se trasladó a Mallorca. Contó con un soberbio Anthony Quinn como Conchis, un envarado Michael Caine como Urfe y las eficaces y jóvenes Candice Bergen y Anna Karina en los papeles principales. Se trata de una película con fama de mala que con el tiempo también se ha vuelto muy de culto. Disponible en Filmin, constatamos que más que mala es irregular, rara, a ratos descabellada y muy curiosa. El último tercio de la película gana en intensidad y resulta absorbente. El rodaje en Calvià, que hizo época, ha inspirado el cómic La peor película del mundo / La pitjor pel·lícula del món, del dramaturgo Josep Ramon Cerdà i el dibujante Josep Antoni Mendiola (Disset Edicions).
La película de Guy Green constituyó en su día un desastre comercial y de crítica. Y en España, por ende, la prohibió la censura, añadiendo un eslabón más a la mitología de la obra.
El Mago, de John Fowles, con sus enigmas aún vivos: una recomendable lectura de verano.
Nada es lo que parece en esta novela de culto, que inspiró una película rodada en Mallorca con Anthony Quinn