La Vanguardia - Culturas

Artistas que dejan huella, y no de carbono

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Marina Abramovic, Tomás Saraceno, Olafur Eliasson o David Buckland son los canónicos, a los que se suman nuevas tendencias

Michael Wang vende cubos escultóric­os realizados calculando la producción de dióxido de grandes artistas actuales

El primer nombre que siempre surge al hablar del arte del cambio climático es el del danés Olafur Eliasson, cuya práctica artística se ha centrado desde hace décadas en la crisis medioambie­ntal, movido sin duda por las evidencias del deshielo en un Ártico que le resulta tan próximo (sus padres procedían de Islandia). Como otros creadores, sus instalacio­nes y proyectos son a gran escala y muchos de ellos de carácter efímero e interactiv­o, como su célebre Ice watch, destinado a llevar las consecuenc­ias del calentamie­nto global al público, que entonces lo percibía como algo ajeno, lejanas aún las olas de calor que este verano nos han alarmado a todos. Eliasson hizo transporta­r doce grandes bloques de hielo desde Groenlandi­a primero a Copenhague (2014), posteriorm­ente a París (2015) y Londres (2019), y los hizo situar siguiendo las horas de un reloj en lugares tan céntricos como el Panteón o la Tate Modern. El público podía acercarse, tocarlos y asistir a su desaparici­ón a medida que se iban fundiendo.

Una metáfora destinada a mostrar/ conciencia­r sobre las consecuenc­ias del calentamie­nto y que con su localizaci­ón en lugares muy visibles aspira a llegar al mayor número de personas, porque como afirma el británico David Buckland, “el artista encuentra la escala humana de las cosas”, y así reunió a un grupo de artistas y escritores, incluidos Ian McEwan y Rachel Whiteread y los llevó al Ártico en una serie de expedicion­es que se iniciaron en el 2003 y donde desarrolló sus Ice texts, unos periplos a bordo en algunos casos de buques noruegos de más de cien años, para reproducir sus condicione­s; pero, más primordial, el artista y cineasta es el crealos dor y director del proyecto Cape Farewell, que promueve iniciativa­s vinculadas con las emisiones de carbono.

Intervenci­ones como The sinking house del grupo Extintion Rebellion, quienes instalaron en noviembre del 2019 una estructura simulando una casa hundida en el Támesis frente al puente de la Torre de Londres, para mostrar lo que podría ocurrir con el aumento del nivel del mar por los deshielos. Prácticas artísticas que se funden/confunden con el activismo y cuya documentac­ión gráfica, fotografía­s, vídeos, llegan a las exposicion­es de los museos una vez finalizada­s. Otro ejemplo sería el del artista argentino Leandro Erlich, con una megainstal­ación, Orden de importanci­a, que simulaba un atasco automovilí­stico en una playa de Miami durante su Semana del Arte; el site specific consistía en 66 esculturas de coches y camiones de tamaño real cubiertos por la arena, a modo de reliquia futura de nuestra civilizaci­ón. De la sequía a la fusión del hielo y el aumento del nivel del mar, son los tres escenarios más utilizados en este tipo de proyectos efímeros; en Lines (57° 59’ N, 7° 16’W, los finlandese­s Pekka Niittyvirt­a y Timo Aho proponen dos futuros posibles proyectado­s en una línea de luz led que interactúa con las mareas en la costa oeste de Escocia, una de estas líneas muestra hasta donde llegaría el agua (a la mitad de las casas) si no se toman medidas urgentes sobre el clima, especialme­nte urgentes

justo en ese emplazamie­nto: el Centro de Artes y Museo Taigh Chearsabha­gh en Lochmaddy, en las Hébridas y donde se encuentra la instalació­n ya está amenazado por la subida de nivel del mar.

Instalacio­nes que en algunos casos son sometidos a críticas por la paradoja que representa el impacto que provocan, y así Leandro Erlich tuvo que precisar que en sus esculturas de automóvile­s no se emplearon carrocería­s reales ni neumáticos ni materiales que no fueran sostenible­s. Llegando al extremo y en lo que no se sabe bien si es denuncia o broma, el artista norteameri­cano Michael Wang construye cubos escultóric­os calculando la huella de carbono que producen las obras de otros artistas, desde las nada menos que 109,4 toneladas de CO2 liberadas para fabricar Torqued ellipse IV, la escultura de acero de Richard Serra, a las más razonables pero aún importante­s 15,3 toneladas provocadas por justamente The weather project,

2003, de Olafur Eliasson. Las dimensioMa­drid.

nes de cada cubo equivalen a una cinco millonésim­a parte del volumen cúbico de dióxido de carbono liberado a la atmósfera por el original correspond­iente, y cada uno está a la venta por el costo de compensar la huella de carbono de su original: Wang explica que los beneficios los dona a organizaci­ones ecologista­s.

Durante estos años el arte basado en el cambio climático ha experiment­ado una diversific­ación, entre obras individual­es, instalacio­nes, proyectos híbridos y ahora también realidad virtual. La pionera en esta última ha sido Marina Abramovic, quien en Rising (2018) hace experiment­ar al público las consecuenc­ias del calentamie­nto para promover la empatía. Abramovic se sumerge en una piscina y a través de una app el público conecta con ella y se encuentra en medio de una escena dramática, con los casquetes polares derritiénd­ose. Mientras el tanque se va llenando de agua, la artista pide a los espectador­es que reconsider­en su impacto en el

mundo que los rodea, pidiéndole­s que elijan salvarla o no de ahogarse, comprometi­éndose a apoyar el medio ambiente, lo que reduce el agua del tanque.

Makoto Azuma lanzó en el 2014 su proyecto Exobiotani­ca; conocido por sus esculturas de arreglos florales, la iniciativa consistía en enviar al espacio un bonsái de pino blanco de 50 años y un ramo compuesto por diferentes plantas, a 30.000 metros de altura, lanzados por un globo especialme­nte equipado. Mientras ambos objetos rodeaban la Tierra, cámaras de gran resolución capturaban una imagen cada segundo, creando 12.000 piezas de arte del vuelo. La idea subyacente era trasladar la vida del planeta fuera de este, dentro de un marco de... fibra de carbono. Con muchísima más economía de medios, el equipo Quatre Caps, formado por cinco arquitecto­s en València, consigue obras de gran plasticida­d justo para denunciar el exceso de plásticos que utilizamos. En línea con la campaña del PradoWWF, reinterpre­taron seis bodegones clásicos, de Sánchez Cotan y Monet a Luis Egidio Meléndez, en la serie Not longer life, que juega con la expresión inglesa para los bodegones, still life, y con el final de la vida natural. Las frutas y verduras aparecen envasadas o en diferentes preparacio­nes ultraproce­sadas, como las que encontramo­s en los supermerca­dos.

Muchos más artistas tratan de una forma u otra las cuestiones climáticas, por ejemplo Cai Guo Qiang, quien en The ninth wave (2014) aborda los problemas ambientale­s de China con una instalació­n consistent­e en un viejo barco de pesca cargado con 99 animales fabricados y disecados a bordo, referencia directa a un incidente en el 2013 cuando 16.000 cerdos fueron encontrado­s muertos flotando río abajo en Shanghai. La cuestión es si todo este arte conseguirá que hagamos algo o se quedara en los museos.

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 ?? ?? 03 Marina Abramovic: ‘Rising’, 2018, un proyecto de realidad inmersiva
04 Makoto Azuma: imagen del proyecto ‘Exobiotáni­ca’, 2014, el bonsái enviado al espacio
05 Pekka Niittyvirt­a y Timo Aho: ‘Lines (57° 59’ N, 7° 16’W)’, la línea de luz led señala hasta dónde llegaría el agua si se funden los casquetes polares, 2018
03 Marina Abramovic: ‘Rising’, 2018, un proyecto de realidad inmersiva 04 Makoto Azuma: imagen del proyecto ‘Exobiotáni­ca’, 2014, el bonsái enviado al espacio 05 Pekka Niittyvirt­a y Timo Aho: ‘Lines (57° 59’ N, 7° 16’W)’, la línea de luz led señala hasta dónde llegaría el agua si se funden los casquetes polares, 2018
 ?? ?? 01 Quatre Caps: ‘Not longer life’, 2019, montaje a partir de la naturaleza muerta de Caravaggio
01 Quatre Caps: ‘Not longer life’, 2019, montaje a partir de la naturaleza muerta de Caravaggio
 ?? ?? 02 Olafur Eliasson: instalació­n ‘Ice watch’, Londres, los bloques de hielo ante la Tate Modern, 2018
02 Olafur Eliasson: instalació­n ‘Ice watch’, Londres, los bloques de hielo ante la Tate Modern, 2018
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