La extinción de los cíborgs
En pleno debate sobre el transhumanismo, Mar Bosch Oliveras imagina un mundo que ha superado las enfermedades y que naufraga de manera inesperada
Para advertirles del peligro de un regreso a la vida biológica, se enseña a niños y niñas un viejo en un frasco de formol
Aprovecharé estas próximas semanas para hablar de algunos libros de narrativa interesantes que habían quedado pendientes: el primero L’edat dels vius de Mar Bosch Oliveras (Girona, 1981) que, desde 2016 ha destacado con un par de novelas generacionales de chicas superadas (Les generacions espontànies, La dona efervescent) y que ahora se adentra en el género de la distopía. Las novelas distópicas parten de la idea de que el mundo no va a tener un buen final y que no vale la pena hacer nada: es un género resignado y desmovilizador.
Antes de la pandemia se produjo un boom de artículos y conferencias sobre el transhumanismo. No sé qué deben estar haciendo ahora mismo en la Singularity University de California después del baño de realidad unificadora de la covid: seguramente les debe haber reforzado la idea de que hay que mejorar la especie humana para hacerla más resistente, no sé. El filósofo Francesc Torralba, que se ha interesado por el transhumanismo desde la perspectiva ética, explica que existe una escuela norteamericana, hija de la burguesía digital, que aspira a crear una nueva clase biológica, mientras que el transhumanismo francés es más social: sus pensadores creen que si hay mejoras tienen que ser para todos.
La novela de Mar Bosch Oliveras se enmarca en este contexto. En el año 2306 se inventó la Cura: hombres y mujeres dejaron de ser humanos mortales y de reproducirse sexualmente. Todo se hacía desde la Fàbrica: allí se encargaban los niños y se moría, terminado el tiempo previsto. El mundo vivía en la Gran Salut, en una Ciutat Jardí, sin emisiones, suciedad ni problemas, rodeados de plantas y animalitos. La Fábrica ayudaba a estas criaturas
del transhumanismo social a vivir felices sin clases biológicas, sin miedo a la muerte, con todas las cosas buenas al alcance de la mano (casa, comida, sexo y amistad) y con ayuda para afrontar los malos tragos. El precio es, como de costumbre, el control social, aunque el mundo que describe Mar Bosch Oliveras no es especialmente siniestro o inquietante, en todo caso aburridito. Los chavales asisten a clases de amistad, de botánica y de puericultura. La última enfermedad, la vejez, ha sido superada. Para advertir del peligro de un regreso a la vida biológica, se enseña a niños y niñas un viejo en un frasco de formol.
La trama se desarrolla con una estructura clásica: Elisa Neri quiere saber yse desliza en las cloacas (donde en la serie Futurama de Matt Groening vivían los mutantes de la contaminación biológica): intenta encontrar a los que no quisieron aceptar las nuevas leyes. No lo consigue, pero a causa de un accidente –otro clásico de la ciencia ficción apocalíptica– escapa a la devastación. En la segunda parte, la novela describe un grupo entrañable de viejecitos que han creado su refugio en la ciudad de Sant Pere de l’Illa Bonica (que se llama así por una canción de Madonna que ha sobrevivido más de trescientos años). Las personas mayores son el último reducto de humanidad: pues vaya.
El mejor elemento de las novelas de Mar Bosch Oliveras es el humorismo: cuando cuenta que Josep Capmajó quedó aplastado por un piano de una mudanza (una imagen del TBO). En un universo transhumanista en el que la gente no se muere es una desgracia impeorable :le nombraron patrón de la mala suerte. Bosch Oliveras retrata a los habitantes de la Ciutat Jardí, parecidos a nosotros mismos: no soportan los sermones ni las amenazas no oficiales. La trama, por contra, la veo esquemática y un poco reiterativa. Tampoco entiendo que el editor haya permitido incluir un capítulo en caja alta (lo que popularmente se llama en mayúsculas), que se lee tan rematadamente mal. Un balance positivo, por el tema y el humor,ymargendemejora.
Mar Bosch Oliveras
L’edat dels vius
UNIVERS. 166 PÁGINAS. 19 EUROS