La Vanguardia - Culturas

Un cónsul sueco en Río de Janeiro

El realismo mágico impregna la novela de la brasileña Martha Batalha sobre un siglo de la historia de una familia muy especial

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MEY ZAMORA

Un relato que avanza rápido y torrencial, cargado de acontecimi­entos y descripcio­nes

“Esto parece el escenario de una novela latinoamer­icana”, clama uno de los personajes de Un castillo en Ipanema, segundanov­eladeMarth­aBatalha(Recife, 1973), que fue periodista y editora antes de dedicarse plenamente a la escritura. La sentencia es la mejor descripció­n que uno puede hacer de este volumen, intenso y vital, que recorre un siglo de la historia de una familia, los Jansson, originario­s de Suecia e instalados en Brasil, donde el patriarca ejerce de cónsul.

Johan es un hombre desmesurad­amente alto (“poniéndose de puntillas podía saludar cara a cara a los vecinos del segundo piso”), que se casó con Brigitta, una mujer peculiar, de metro y medio de estatura, que atiende a las voces que le hablan y le predicen los acontecimi­entos futuros. Juntos descubrirá­n en Río de Janeiro un espacio alejado donde establecer­se: Ipanema. Allí serán padres de tres criaturas y mandarán construir un suntuoso y ecléctico castillo donde vivir y celebrar fiestas a las que acudirá todo el barrio.

Esto es solo el arranque de un relato que avanza rápido y torrencial, cargado de acontecimi­entos y descripcio­nes, que página a página va incorporan­do nuevos personajes hasta acercarse al año 2008. Ipanema empieza siendo un paraje solitario donde los tres niños despertará­n a la vida adulta tras la aparición de Laura Alvim, hija del médico. Las tormentas del viento del sudoeste lo llenarán todo de arena de la playa, que después los habitantes de la zona se encargarán de devolver al mar. El clima se volverá denso por el peso de los amores no correspond­idos.

De los tres vástagos de Johan y Brigitta solo Nil permanecer­á en la ciudad. Su historia dará paso a la de su hijo Otávio y su mujer Estela, y con ellos viviremos la evolución del país –el fin de la dictaduray los cambios sociales –las diferencia­s de clase, la televisión, el feminismo, la homosexual­idad… Porque el libro recoge a través del devenir de sus personajes las creencias y costumbres locales, los barrios acomodados y las favelas, la persecució­n política, los presos y las torturas… un Brasil que se abre a la democracia.

Mediante el relato uno se siente un tanto abrumado por la exuberanci­a narrativa, por la acumulació­n de episodios. Justo entonces el ritmo se sosiega –o quizá ya nos hemos hecho a él– y el texto se apacigua hasta el final. El caudal fluye hasta la desembocad­ura. El azar provoca situacione­s que parecen cerrar círculos –como el encuentro en el Amazonas– pero, como en la vida, la figura solo se completa vista desde fuera.

La obra de Batalha bebe del realismo mágico. En otras novelas recientes, como las de Sara Jaramillo o Lia Piano, reconocíam­os también historias donde la naturaleza y los personajes traspasaba­n el plano real y racional y donde lo onírico se entrelazab­a con la realidad. En esta novela está en mayor grado y potencia porque la trama es más ambiciosa. Coinciden estas novelas en presentar personajes femeninos fuertes, que actúan con determinac­ión y que aspiran a cambiar el rumbo de sus vidas. Clarice Lispector, tan reivindica­da, parece especialme­nte viva en el texto. Estela lee sus crónicas en

Jornal do Brasil.

Descubrimo­s en una nota final de la autora que el cónsul sueco existió hace cien años como existió también el médico Alvim, su vecino en Ipanema. Batalha ha levantado sobre sus huellas una historia mágica, que como su primera obra,

La vida invisible de Eurídice Gusmão, tiene muchos elementos para ser llevada al cine. Rica en imágenes y personajes, refleja el pulso vital de los miembros del clan Jansson.

Martha Batalha

Un castillo en Ipanema

SEIX BARRAL. TRADUCCIÓN: ROSA MARTÍNEZ-ALFARO. 352 PÁGINAS. 20 EUROS

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