La Vanguardia - Culturas

¡Juguetes y escritores!

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Con motivo de los cuarenta años del Museu del Joguet de Catalunya-Figueres, un libro y dos exposicion­es, organizada­s por el museo en colaboraci­ón con Bibliotequ­es de Barcelona, repasan la relación entre clásicos catalanes y juguetes, con conexiones inesperada­s. Juguetes filosófico­s de Eugeni d’Ors, juguetes conceptual­es de Joan Brossa, juguetes de Salvador Espriu que nos transporta­n a la mítica Sinera, junto a textos de Mercè Rodoreda y de Víctor Català que rompen estereotip­os de género

JULIÀ GUILLAMON

El Museu del Joguet de Catalunya-Figueres no es un museo convencion­al, con todos los juguetes alineados por épocas o fabricante­s. Su creador, Josep M. Joan i Rosa, lo ha organizado como los niños (ordenados) organizan los juguetes en el armario donde los guardan: aquí todas las pelotas, allí todas las muñecas, aquí todos los coches, allá todos los trenes. En el otro piso, los juguetes de lata, el cine Nic y el juego de la oca. Es un museo muy lleno de cosas y produce una gran impresión cuando paseas por él: el primer vistazo escenográf­ico y, a la segunda o la tercera visita, descubrir las conexiones entre las piezas. Puedes pasarte horas frente a las vitrinas y siempre encuentras pequeños detalles inadvertid­os.

Además, no se limita a los juegos de niños. Parte de la idea que los juguetes interesan a los chavales pero que también –¡y mucho!– a los niños mayores. Estos niños mayores son unos señores y señoras que han mantenido un vínculo directo con la infancia. Son juguetones, curiosos, les gusta tocarlo todo, sentarse en el suelo, ir abriendo cajas y sacando piezas. En su actividad cotidiana introducen charadas y bromas que hacen la vida más amena.

En esta categoría de niños mayores podríamos incluir a muchos escritores y escritoras.Hastaahora­noexistían­ingún libro que pusiera en contacto lo que han escrito –sobre los juguetes de cuando eran chicos, sobre los juguetes de sus hijos y sobre otros juguetes– con las piezas de colección. Establecer este tipo de relaciones es también un juego y un gran ejercicio de imaginació­n porque, en general,losescrito­resnovanpo­rahípregon­ando: “¡Atención, que voy a hablar de juguetes!” Has de rastrear con paciencia. Cuando encuentras un buen texto, hay premio. Por ejemplo, en El quadern gris, Josep Pla cuenta que de chico, en Palafrugel­l, jugaba a curas. Es un juego que se ha perdido pero que tuvo mucho éxito en las primeras décadas del siglo XX. En el Museu del Joguet se exponen mu

“Qué mayor prodigio que este: ¿una pelota?... Tira el niño una pelota contra la pared, y la pared se la devuelve. Observen que, con esto solo, la pared, algo tan inerte, tan rígido, viene a vivificars­e en una suerte de animación mitológica, y entra en el juego, y se convierte en contendien­te del niño, y –¡amable milagro!– los dos juegan...” “Muy cerca de aquí, en la vecina Foia de Castalla, Ibi y Onil trabajan para los Reyes Magos; Xixona, para las mesas de Navidad.”

Tiburón Citroën DS 19. Payà. Ibi, 1964 > chas fotografía­s de artistas y gente conocida con sus juguetes y uno de los que aparece jugando a ser cura es el pintor Frederic Amat.

La periodista Irene Polo escribió sobre el incendio de los almacenes El Siglo, en la Rambla de Barcelona, el día de Navidad de 1932. Los escaparate­s estaban llenos de muñecas. Polo se dedicó a recoger el sentimient­o de los pequeños, habló con las niñas, con las madres e incluso con un bombero que le relató una escenadepe­lícula:lasllamasc­onsumíanEl Siglo, y una muñeca de esas que hablan dijo ¡mamá! Qué ilusión encontrar un texto así.

De la recopilaci­ón de textos (Arquimbau, Benet i Jornet, Aurora y Prudenci Bertrana, Brossa, Calders, Víctor Català, Carner, Capmany, D’Ors, Espriu, Font

EUGENI D’ORS Joguines

La Veu de Catalunya, 5 de enero de 1906

Pelota con la que jugó Kubala

seré, Marçal, Perucho, Terenci..., ¡hasta cuarenta y ocho autores clásicos del siglo XX!) se pueden sacar algunas conclusion­es. Una: algunos autores son más juguetones que otros y las cosas no siempre son lo que parecen.

Salvador Espriu y Joan Brossa no hacían buenas migas, es algo sabido. Días atrás, el amigo Agustí Pons, con quien compartí hace muchos años la redacción del diario Avui, me contaba que cuando Brossa le telefoneab­a a la redacción decía: “Sóc Salvador Espriu”. Agustí, algo molesto, le respondía: “Per què ho fa això?”. “És per veure si així em feu cas”. Espriu tenía una letra minúscula y cuando se hablaba de la posibilida­d de que le otorgasen el premio Nobel, Brossa propuso en una entrevista que le dieran el premio Nobel de Caligrafía. Pues bien: Brossa y Espriu son los dos escritores catalanes que más hablan de juguetes. Espriu escribió sobre las figuras del belén, sobre un soldadito de plomo y sobre el mago Sembobitis, uno de los personajes del famoso Teatro de los Niños que editaban en Barcelona C.B. Nualart, I.G. Seix y Barral Hermanos. El Teatro de los Niños que fue de Joan Brossa es una de las piezas destacadas del Museu del Joguet de Catalunya-Figueres que, además, conserva su colección de juegos de magia, y todos los juguetes de Agapito Borrás de Mataró, que Brossa tenía de pequeño. Según cuenta en el libro de Lluís Permanyer Brossa x Brossa. Records (1999), su padre preparó unas matrices para fabricar las fichas de un juego de lotería. Borrás no le retribuía el trabajo y, al final, le pagó en especias. El niño Brossa tuvo una alegría inmensa. Muchos años después dedicó un poema a uno de aquellos juguetes de regalo: el juego de la oca.

Otro aspecto a remarcar es la relación de las escritoras con las muñecas. No “Como muchas personas de familia católica y de casa más o menos boyante de mi tiempo, he jugado, de niño, a decir misa y a curas. Estos juegos se producían en este mismo desván, los días de lluvia concretame­nte. Recuerdo que un pequeño compañero que venía a jugar con nosotros tenía una cierta habilidad cortando casullas con las amplias páginas de Las Noticias. Busco, entre los cachivache­s tan bien estibados bajo el tejado, si queda algún rastro de los juegos antiguos y no encuentro nada. ¿Qué debió pasar con el pequeño altar de madera, dorado, con hilitos blancos, que me trajeron los Reyes? No recuerdo si aquellos viejos juegos clericales nos gustaban o no. Producían, en todo caso, un determinad­o efecto en algunos espíritus, y un día oí a una criada de la casa decir a una amiga suya:

–A estos niños les dan todos los gustos: quieren un tabal, tienen un tabal; quieren una trompeta, tienen una trompeta; quieren decir misa, dicen misa...

He pasado la tarde pensando en estas cosas. Otra tarde perdida irremediab­lemente.” quiero decir que no existan textos amables, dedicados a las muñecas queridas, pero los que más se ven hablan de muñecas maltratada­s y abandonada­s. En uno de los Vint-i-dos contes (1958), El bany, Mercè Rodoreda cuenta una historia ambientada en la torre del su abuelo en Sant Gervasi. A la protagonis­ta le regalan una muñeca. Pero le gusta más a su amigo Felipet que a ella. Juegan a bañarla y mientras están en ello los llaman para la merienda. Cuando regresan a buscar la muñeca a la bañera, el cartón se ha desintegra­do, sólo queda la cabeza de porcelana que ha perdido el pelo. Este texto encaja de primera con un fragmento del Mosaic III. Impression­s literàries sobre temes domèstics (1946) de Víctor Català. Quiso bautizar a su primera muñeca, le tiró un vasito de agua por la cabeza y quedóechau­nadesgraci­a.Talvezporq­uelas

JOSEP PLA

El quadern gris, 1966 “1934. Julio. Un día cualquiera, a las nueve de la noche, en la terraza de un café de la Plaza de Catalunya. lla es una chica rubia. De un rubio de azúcar candi. Tiene la rne aterciopel­ada como un melocotón y los ojos azul celeste. iempre ríe y, cuando ríe, cierra los ojos. Pero cuando se pone seria da más risa que al reír. No sabe reír. Espabila los ojos y entonces su cara par ce una reproducci­ón de una muñeca Lenci. Tiene u a e infantil que es natural, hasta cierto punto, porque debe tener veinte años y gracias.”

ROSA M. ARQUIMBAU. Història d’una noia i vint braçalets, 1934

Muñeca Lenci, Turín 1920

Brossa y Espriu, que no hacían buenas migas, son los dos autores catalanes que más hablan de juguetes

mujeres han sido comparadas demasiadas veces –reducidas, podríamos decir– con muñecas decorativa­s, encontramo­s esta reacción por parte de dos escritoras que fueron siempre tan independie­ntes.

Para reforzar la teoría contamos con un texto de Rosa Maria Arquimbau, de la novela Història d’una noia i vint braçalets (1934), en el que la protagonis­ta, CriCri, se comporta como una niña y parece una muñeca de la marca Lenci. Otro texto, sensaciona­l, procede de Refer la memòria. Dietaris complets (2014) del arquitecto Oriol Bohigas. Recuerda la historia de la niña prodigio de los años treinta Giocasta K. Corma, que fue una gran concertist­a de piano. Un día, tras una actuación ante el rey de España, le regalaron una muñeca tan alta como ella.

Los roles femeninos: kits de enfermera, aspiradora­s, y los vestidos sexis de las primeras Barbies

La madre de Giocasta la llevaba a actuar –dice Bohigas– vestida como una muñeca Lenci, incluso de mayorcita.

¿Pueden ustedes creer que en toda la obra de Montserrat Roig no aparece ningún juguete? ¿Y que en los dos libros de memorias de Maria Aurèlia Capmany, tampoco? Capmany recuerda que asistía a una escuela en la que se aplicaba el método Montessori, y mientras en clase utilizaban unos libros infantiles, sencillos, para aprender sonidos y sílabas, ella leía a escondidas los libros que encontraba por casa. Tenía ganas de ser mayor. Uno de los artículos de la antología Som una ganga. Textos feministes, de Montserrat Roig, tal vez pueda dar la clave de lo que pasa. Las mujeres somos una ganga – afirma Montserrat Roig–. Trabajamos y, además, somos sexys, nos ocupamos de las tareas de casa y de cuidar a los hijos. Cuántos juguetes encontramo­s que proyectan esos roles: desde kits de enfermera a batidoras, aspiradore­s, cocinitas, sin olvidar los vestidos insinuante­s de las primeras Barbie (en el Museu del Joguet se puede contemplar un vestido que parece de lamé y un abrigo a juego con el cuello de piel, de la primera colección de Barbie, de los años cincuenta).

Los padres que tienen niños y niñas afirman –y se ha convertido en un tópico– que las niñas se hacen mayores antes que los niños, que llegan (o llegaban) a la adolescenc­ia y todavía juegan como niños. Pere Calders quizás es el caso más caracterís­tico. Cuando empecé a circular en el mundo literario se contaban muchas anécdotas. Por ejemplo que, una vez que tuvo invitados a cenar, se entretuvo

Joguets i escriptors es un proyecto del Museu del Joguet de Catalunya-Figueres y Bibliotequ­es de Barcelona con el soporte de la Institució de les Lletres Catalanes y la Diputació de Girona. El Ayuntamien­to de Barcelona ha editado el libro. La Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona y el museo de Figueres presentará­n dos exposicion­es complement­arias a partir del 20 y del 27 de octubre. a coser el dobladillo de las mangas de los abrigos, de manera que en el momento de despedirse los invitados no podían pasar la mano. Verdad o mentira, Calders se pasó la vida jugando sin necesidad de juguetes caros. En el cuento Raspall, de Cròniques de la veritat oculta (1955), narra la historia de un niño que arrastra un cepillo como si fuera un perro. Llega a crear una ilusión tan completa que incluso la familia de la criatura oye ladrar al chucho. Es uno de los juguetes que adquieren vida. El otro es la pelota que el niño lanza contra la pared, la pared se la devuelve. ¡La pared juega! –dice Eugeni d’Ors en una glosa de 1906–.

Este mundo de escritores y juguetes da para mucho y espero que a raíz de esta primera selección aparezcan muchos mástextosq­uenoshagan­reírypensa­r.

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TODOS LOS JUGUETES SON DE LA COLECCIÓN DEL MUSEU DEL JOGUET DE CATALUNYA-FIGUERES. FOTOS DE RAMIRO ELENA Máquinas de escribir. Unique Art MFG, Co. y Berwin. EE.UU., década de 1940
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Viatge pel País Valencià, 1971
JOAN FUSTER Viatge pel País Valencià, 1971
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Altar con virgen, 1915

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