La inquietud consoladora
Ensayo Peter Sloterdijk estudia la religión desde la creación literaria y rastrea los momentos en que lo divino aparece para tomar la palabra, en forma de teopoesía
LUCAS TUSQUETS
“Desde el primer momento en que el primer ser humano levantó la cabeza, miró hacia fuera a una oquedad indeterminada. De ella le salió al encuentro un algo que había de hacerse más claro”, observa Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) en Hacer hablar al cielo: La religión como teopoesía, el último ensayo de una robusta producción filosófica –crítica y deudora del pensamiento occidental, en especial de las obras de Nietzsche y Heidegger– en la que son prominentes la Crítica de la razón cínica (1983) y los tres volúmenes de Esferas (1998-2004). Siruela publica ahora en español Hacer hablar al cielo en otra excelente traducción de Isidoro Reguera. El título del libro anuncia ya que su cuestión principal es la religión, pero con otro enfoque. Desde la creación literaria, con el theologeion griego como punto de partida, el pensador alemán rastrea las vinculaciones y las rupturas entre los momentos en los que lo divino aparece para tomar la palabra. En esta lectura reconstructora, en la mera observación de lo que ya ha ocurrido –no sin un agudo sentido de la actualidad, a la que con elegancia nos traslada en más de una ocasión–, aparecen el origen, genuinamente dramático, del sentirse observado desde lo más alto, los motivos que llevaron a la desaparición de unas representaciones sagradas y al prevalecimiento de otras o la misma llegada de la fe. Tomando distancia, prefiriendo lo observado a lo anticipado, Sloterdijk demuestra una irreprochable actitud filosófica.
La teopoesía puede resumirse, por usar la terminología del autor, en la articulación de lo indeterminado, pero en ello poco difiere de la poesía sin prefijo, pues es parte de su riqueza el dar forma a lo que no la tiene. La diferencia que comporta el prefijo teo es que la intranquilidad del sujeto por lo enigmático está en este caso orientada hacia arriba, con el cielo como espacio simbólico. Se trata, así lo hace notar Sloterdijk, de una poesía de la búsqueda, cuyo objeto es particularmente incapturable por su posición elevada. Haciendo hablar al cielo, el buscador trata de minimizar su estrés existencial y encuentra el consuelo de su propia inquietud; comprende que la imagen de Dios no es lograble, que lo buscado es la misma búsqueda.
Así pues, la religión, desligada de sus añadidos por la secularización, queda como “una manifestación de la libertad humana frente al aprieto de estar en el mundo con escaso equipamiento”. Pero tampoco en este reducido aspecto sería una manifestación infructuosa porque, como intento esclarecedor, como búsqueda esforzada de aquello que no se encuentra, también como lenguaje fuera de lo cotidiano, demuestra que eso que nos inquieta, es una realidad. “Las religiones concretas –dice el autor– son estilos de lo inquietante”, es decir, creaciones literarias variadas que revelan un demasiado humano malestar por lo inconcreto. Sloterdijk llega así a la conclusión de su ensayo ofreciendo un concepto adicional de libertad de religión: libres son los individuos, en el presente estado de laicidad occidental, de elegir o no su comunidad de culto, y libre queda el Estado de la religión, pues no cree en nada, pero hoy también puede considerarse como libre la propia religión, después de que sus funciones parciales hayan sido asumidas por el Estado. Esta última liberación emparenta a la religión con las otras dos disciplinas encargadas de la interpretación de la vida, de las que por un tiempo llegó a ser dueña: la creación artística y el pensamiento filosófico. Las tres descansan hoy armónicamente en el lujo de no servir a ningún fin externo,enlasubestimadainutilidad. |
Peter Sloterdijk
Hacer hablar al cielo
SIRUELA. TRADUCCIÓN: ISIDORO REGUERA. 336 PÁGINAS. 26,95 EUROS
Teología, creación artística y filosofía descansan hoy armónicamente en la subestimada inutilidad