Otras lecturas
Se hablaba de burbuja editorial, de adelantos y fichajes millonarios, de firmas en páginas culturales que podían dictaminar el futuro –o la inmediata agonía– de una obra. Son los años noventa en Barcelona. En esos años, el escritor Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962) vivía en Oxford, y a medida que crecía su éxito en su país, Argentina, empezaba a atisbar las fases de esa luna cambiante, desde el creciente suceso de estima hasta ese menguante asunto de tendencias que acecha a la primera a un gran escritor. A todas las sucesivas –y cíclicas– fases de la luna, Martínez ha respondido de la mejor manera, con su notable obra.
Aún en Buenos Aires, en medio de afinidades, fobias y filias del mundo cultural, sobrelleva su caída en desgracia el joven Merton. Le sobra inteligencia, preparación, cultura. Como el gran crítico literario independiente que fue (por no llamarlo ente aislado), es rescatado por un célebre escritor que lo reclama del otro lado del Atlántico. Y por la célebre agente literaria Carmen Balcells, nítida e inolvidable en cada aparición que hace – bajo el nombre de Núria Monclús– en este enigma tan cargado de sentidos en su fondo y tan cristalino en su ejecución.
Sobre la ilusión de la literatura y la verdad molesta, como lastre, donde afloran los enigmas del mundo cultural
Ya en la anterior Los crímenes de Alicia (Premio Nadal 2019) el autor perseguía las distintas, nuevas lecturas de un mismo texto (o de unas mismas imágenes; y por algo cita a Borges y su Pierre Menard). Esta vez, el célebre escritor seriamente enfermo que reclama al joven Merton desde su casa de Pedralbes le pidesulectura,ladetodasuobra,laquenadie –pese al éxito, pese a la celebridad– ha sabido hacer. El tiempo apremia, y en la casa de invitados Merton lee el manuscrito de la que será la última novela de su anfitrión, la obra que describe –y lo que aquí se lee impresiona profundamente– la inminente iluminación, a la vez y a solo un paso (y como si no pudieran evitarse una a otra) la definitiva oscuridad.
Novela de maliciosos y sutiles detalles sobre comportamientos íntimos y mundanos, sobre la ilusión de la literatura y la verdad molesta y, posiblemente, como lastre innecesario. En esa pendulación entre lo verdadero y lo falso –o entre lo legítimo y lo fútil– tiene lugar la fascinante aventura de este lector en la ciudad: la relación que establece con la esposa del escritor y con la hija adolescente (maravilloso el baño de mar) son parte de una gran meditación. Qué se ha leído y dónde está la figura en la alfombra que Merton busca, en vano tal vez.
“Según la capacidad del lector, será el destino de un libro”. Es una de las frases de su admirado Henry James que recupera Martínez. Todo un desafío que permanece en pie, mucho después de haber dado vuelta a la última página de este asunto que, pese a su profundidad moral, su mirada hacia lo íntegro, en vida o arte, desde un estratégico lugar –o tal vez por todo ello– no le faltan grandes momentos de sensualidad y sentido del humor. |
Guillermo Martínez
La última vez
DESTINO. 192 PÁGINAS. 18,90 EUROS