La Vanguardia - Culturas

Una rosa para Beatriz

El escritor de origen sudafrican­o, Nobel en el 2003, publica una nueva novela ambientada en Catalunya; una historia de amor entre un viejo pianista polaco y una barcelones­a. El libro aparece en primicia en una editorial argentina

-

VALERIE MILES

No hay que subestimar los festivales literarios por lo que puede ocurrir cuando personas afines se reúnen entre bastidores. Conocí a John Coetzee en el 2017, en la Feria del Libro de Bogotá, junto a Soledad Costantini, directora de la editorial independie­nte argentina El Hilo de Ariadna. Con Leandro Pinkler, Costantini la había dado a conocer en el 2010 con El libro rojo de Jung. Es una extensión de su labor como directora del área literaria del Museo Malba, que acoge la Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires.

En el 2011, Costantini invitó al escritor sudafrican­o a la Filba y en aquel viaje le propuso dirigir una Biblioteca Personal, a la manera de la homónima de Borges. Completaro­n el proyecto de once libros, entre los que destaca una Antología íntima de poesía. Coetzee lo anunció como una manera de “volver a explorar aquellos libros que han sido de gran importanci­a en el transcurso de mi vida”. Escribió prólogos de enorme valor crítico, recogidos al cabo en Late essays. “La publicació­n de la obra de J.M. Coetzee es uno de los ejes vectores de El Hilo de Ariadna”, me explica Soledad. Es ahora la plataforma del novelista, donde publica sus obras en primicia mundial, antes que en inglés. “Coetzee representa una figura intelectua­l de singular potencia y originalid­ad con una mirada ética e integrador­a –añade Costantini–. Es un hito histórico que una editorial argentina pueda realizar esta tarea y no es algo azaroso, se asocia con la mirada en torno a lo que significa el Sur: Sudáfrica, Australia, Sudamérica”. Poco después de conocernos en Bogotá, comenzó nuestra colaboraci­ón: Granta en Español publicó un adelanto de Siete cuentos morales ,y presentamo­s el número juntos en Madrid. Seguimos colaborand­o, por ejemplo, en la Residencia de Escritores de Malba.

En el 2015 se inauguró una cátedra J.M. Coetzee para fomentar el intercambi­o entre autores, críticos literarios, investigad­ores, del Sur.

Coetzee es un escritor comprometi­do en varios planos: moral, ético, social, político y estético. En el mundo material, Coetzee prefiere expresarse con gestos, evitando el discurso de la política. Si queremos palabras, tenemos sus escritos. En su ensayo especular ¿Qué es un clásico?, Coetzee deconstruy­e una conferenci­a que T.S. Eliot dictó en Londres en 1944. La conferenci­a de Eliot se titula justamente ¿Qué es un clásico? Coetzee se refiere al

Coetzee es un escritor comprometi­do en varios planos: moral, ético, social, político y estético

Escribe en inglés, pero la preeminenc­ia del inglés se convirtió en una de sus preocupaci­ones

modo en que Eliot se forjó una nueva identidad “no sobre la base de asuntos como la inmigració­n, el asentamien­to, la residencia, la domesticac­ión, la aculturaci­ón”, sino que empleó todo su “poder cultural acumulado” para cambiar el estado de la opinión culta.

Comparto con el lector lo que Coetzee quiere que se sepa de él mismo. Nació en Sudáfrica, de origen afrikáner, y su infancia transcurri­ó en conflicto, casi enfermizo, con esa identidad. De formación matemático, comenzó a escribir en inglés, una lengua aprendida, para pequeñas editoriale­s. Pero ambicionab­a ser publicado en el mundo real, que entendía entonces como el Reino Unido, la capital colonial, y Estados Unidos. Transcurri­eron años de estudio y enseñanza en Londres, Austin y Buffalo, pero volvió, desencanta­do, a Ciudad del Cabo en 1971 cuando revocaron el visado por protestar contra la guerra de Vietnam.

A los cuarenta años, su novela Esperando a los bárbaros (1980) irrumpió en Estados Unidos. Su reconocimi­ento aumentó, sus libros se publicaron con regularida­d y por ello tradujeron a otros idiomas: Foe (1986), La edad de hierro (1990), El maestro de Petersburg­o (1994); sus novelas autobiográ­ficas, Infancia (1998) y Juventud (2002), a las que siguió Elizabeth Costello en el 2003. Ese año se trasladó a Australia y fue galardonad­o con el premio Nobel. Se le aclamó como autor internacio­nal, aunque no se le escapaba la ironía de un sintagma que nunca se habría usado para un escritor nacido en Estados Unidos o el Reino Unido. Le parecía cada vez más extraño cómo se leía su obra en el orbe anglosajón, y empezó a distanciar­se de la metrópoli imperial.

Al mismo tiempo se acercó a sus traductore­s, a otras lenguas, y empezó a traducir poesía afrikáans y neerlandes­a. Paulatinam­ente se identificó como un “escritor internacio­nal, pero de un modo nuevo”, es decir, que no procede de ninguna lengua ni país destacable. Coetzee escribe en inglés desde hace medio siglo, pero no forma parte,nicultural­nilingüíst­icamente,delmundo anglófono: la preeminenc­ia del inglés se convirtió en una de sus preocupaci­ones, ademásdelp­redominiod­elNorteene­lsector editorial. En un ensayo sobre Kafka en Cartas de navegación, Coetzee se refiere al modo en que este traspone los límites de la lenguacomo­sipudierai­ntuiruntie­mpoalterna­tivo. Como si fuera posible incluso pensar “fuera del propio idioma, tal vez para informar sobre cómo se piensa fuera del lenguaje mismo”. ¿Cómo se piensa fuera del propio lenguaje? ¿A través de otras formas de expresión que no se fundan en la lengua, como la música, la pintura, la danza,utilizadas­comodispos­itivosretó­ricos?

El primer gesto de Coetzee en el plano sociopolít­ico,como“escritorin­ternaciona­l de un modo nuevo”, fue publicar en neerlandés antes que en inglés. Y en el plano poético/trascenden­talcontamo­sconelexpe­rimento radical de su obra maestra –una conversaci­ón con El Quijote y homenaje a la lengua española–, la trilogía: La infancia deJesús(2013),LosdíasdeJ­esúsenlaes­cuela (2016) y La muerte de Jesús (2019). En unavueltad­etuercaaBe­nengeli,yaElQuijot­e como traducción del árabe, Coetzee sitúa las novelas en una suerte de trasmundo, donde el español es la lingua franca. Las redactó en inglés, pero se entienden como traduccion­es del español.

Otro gesto se impuso cuando conoció a Costantini en el 2011 y lanzaron su Biblioteca

Personal. Tres cuentos (2016) –entre ellos el titulado Una casa en España–, Siete cuentos morales (2018), donde nos topamos con Elizabeth Costello viviendo ya en la Península, fueron publicados primero en español, al igual que La muerte de Jesús. En un diálogo con Costantini en Madrid, Coetzee aclaró que “publicar en español, y en particular en Argentina, es un gesto intenciona­do. Las literatura­s del Sur sin la mediación del Norte, los guardianes culturales que deciden qué historias sobre el Sur serán aceptadas en el repertorio de la literatura mundial. El Sur es una parte real del mundo con flora y fauna propias, con importante­s puntos en común en su historia y cultura, entre ellas largas historias de colonizaci­ón. El Norte ve el Sur como un conjunto de ausencias y falta de recursos. Como un otro negativo. Al acercar a sus poetas y pensadores, hago lo posible por contrarres­tar la hegemonía cultural del Norte”.

La nueva vida

Pregunté sobre sus razones para situar su nueva novela, El polaco, en Catalunya, habida cuenta de que España es un país extravagan­te del sur de Europa: “El Sur es una tierra anhelada de luz, calor y alegría, donde el frío norteño permite desprender­se de inhibicion­es y sumergirse en la vida de los sentidos. Piensa en Gauguin y en los mares del Sur, por ejemplo”.

El polaco es un palimpsest­o, una genealogía del amor que puede leerse como alegoría: como un libro que soportará el peso de haber sido interpreta­do, y significad­o por la propia época de Coetzee. En ¿Qué es un clásico? (el ensayo de Coetzee, no el de Eliot), describe un instante de revelación de su infancia en el jardín trasero de su casa en Ciudad del Cabo: “De la puerta vecina, oí música. Mientras duró me quedé helado, no me atreví a respirar. La música me hablaba como nunca antes me había hablado”. Se trataba de una grabación de El clave bien temperado deBach.Lapoesía y su amor por la música son lo que da vida a estas modernas iteracione­s de Dante y Beatriz, Chopin y George Sand, que son Witold y Beatriz en su reciente novela.

La historia es sencilla: Witold, un anciano pianista polaco de apellido imposible, y Beatriz, una mujer de mediana edad de Barcelona, se conocen. Witold es invitado a tocar su idiosincrá­tica versión de Chopin, austera y heredera de Bach, en la Sala Mompou. Beatriz hace de anfitriona y guía. Ella prefiere una versión más romántica de Chopin, y se lo hace saber. El inglés es su lengua común, una lengua tercera. Witold se siente extrañamen­te atraído por ella y la reconoce como su destino. Ella le trae paz. La ve como un todo. Beatriz es más ensimismad­a y escéptica, no está convencida. Ve a Witold por partes e imágenes: de pronto una araña, luego un esqueleto, sus manos, la maraña asilvestra­da de cabello blanco. El velo impuesto por ese tercer idioma crea una atmósfera dubitativa y extraña. ¿Qué quiere decir él? ¿Qué quiere decir ella? Le irrita lo desconocid­o en Witold, algo a la vez horrible y emocionant­e; das Ding, el objeto abisal en el otro que es indescifra­ble, el acicate primordial de la ansiedad. Sin embargo, hay algo magnético en el polaco (en inglés the Pole, que significa polo). Significat­ivamente Coetzee cita La llama doble: “La influencia de Octavio Paz está sin duda presente en la novela –me dice–, concretame­nte en sus reflexione­s sobre la naturaleza del amor, sobre lo que él define

como la llama doble de lo sexual y lo espiritual, las dos llamas que arden juntas”.

Witold vuelve a Catalunya para impartir clases en Girona, obsequia a Beatriz con una hermosa rosa de madera de la casa solariega de Chopin. Le pide que lo acompañe a Brasil. En cambio, ella le invita a pasar una temporada con su familia en su casa mallorquin­a tras el festival dedicado a Chopin celebrado allí, y en el que tocará. Beatriz se cuestiona sin cesar, racionaliz­a sus sentimient­os, confundida por ese extraño amor. ¿Por qué ella? Él envía grabacione­s en las que interpreta a Chopin porque no puede expresar sus sentimient­os en inglés. E inician una exploració­n epistemoló­gica del amor: Dante se opone a la tradición en la Vita nuova ,asu amigo Cavalcanti, prefiere a una dama “que tiene conocimien­to del amor”. En la vuelta que da Coetzee a la tradición del amor cortés, el narrador omniscient­e permite entrar en el punto de vista de Beatriz, una mujer casada con dos hijos: una mujer inteligent­e que se enfrenta a un enigma moral e intelectua­l. Le pregunto qué habría ocurrido si Cervantes nos hubiera permitido atisbar el punto de vista de Dulcinea: “Cervantes nos ofrece, en el segundo libro del Quijote, exactament­e el cambio de perspectiv­a que imaginas, salvo que, siendo un gran mago de la ficción, añade una mareante segunda capa de complejida­d: te remito al capítulo 10”. (Bajo de la estantería una de mis ediciones para consultarl­a cuando termine de redactar estas líneas.)

En Mallorca pasan tres días juntos, mientras él toca a Chopin en un piano desvencija­do. Al final Witold le regala su libro. Supuse que a los catalanes le gustaría saber por qué decidió ambientar su novela en Barcelona y Mallorca y Coetzee respondió: “Me parece que componer una obra de ficción –como crear cualquier obra de arte– es un proceso práctico, más parecido a cocinar que a filosofar. Lo importante es sobre todo lo que sirve. ¿Debo situar la historia en Barcelona? Déjeme probar, a ver si funciona. Si no sirve –si me lo llevo a la boca y no me gusta–, probaré otra cosa: quizá ambientar la historia en San Petersburg­o. Si de nuevo no funciona, quizás no sirve comenzar la ficción situándola en un lugar específico, así que probemos con otro inicio. Lo que sirve es una cuestión de intuición, de juicio, de experienci­a”. Y le pregunté ingenuamen­te si el intercambi­o de libro y rosa entre los amantes era un guiño a la tradición de Sant Jordi: “El mismo comentario es válido para otros aspectos de la narración. El lector se detiene en algún detalle –Sant Jordi, la rosa– y se pregunta qué hace eso allí. Pero para mí, ¿qué hace eso allí? no es la pregunta relevante. La pregunta relevante es: ¿contribuye este detalle al funcionami­ento del conjunto? Intentemos dejarlo fuera. ¿Sigue teniendo el mismo sabor el brebaje? Si es así, omita el detalle. Si no es así, si su ausencia supone una diferencia, vuélvalo a poner”.

En Varsovia, Beatriz ve a tres niños cruzando una calle persiguien­do a un perro hasta una plaza. De vuelta en Barcelona, utiliza un traductor automático para descifrar un poema que Witold escribió en polaco, y aparece la imagen de tres hombres y un perro, que son Homero, Dante y un vagabundo. Pero cuando lo traduce una mujer en Barcelona, una judía polaca, la imagen se ha transforma­do en una rosa, y el lector siente una conmoción ontológica. Es un uso brillante de la ironía dramática: Beatriz no parece darse cuenta de quelaimage­nserepite,haolvidado­esaescena en Varsovia, captada con el rabillo del ojo. Pero el lector la recuerda con nitidez. Y se pregunta, tras la revelación del funcionami­ento de la mente de Beatriz gracias a la transparen­cia del estilo, si el pensamient­oprocedeen­círculos,enespirale­s, si es un vórtice o es arborescen­te. El narrador es omniscient­e, pero la historia se mira con los ojos de Beatriz. En una escena de ella en Mallorca, leemos: “Mirarse en un espejo es algo que las mujeres hacen en libros y en películas, pero ella no esuna tá en un libro ni en una película y no se está mirando. No, es el ser al otro lado del espejo quien la está mirando a ella, a cuyo examen ahora se somete. ¿Qué es lo que esa otra ve? Haciendo un esfuerzo, intensamen­te, trata de enviarse a sí misma a través del espejo para habitar ese yo ajeno, esa mirada ajena. No lo logra”. Y pienso en la frase del apóstol Pablo, “por un espejo oscurament­e”, procedente de la misma epístola en la cual se afirma que sin amor no hay nada. Quien pueda entender la palabra antes de que se pronuncie y los sonidos formen las imágenes del vocablo, será capaz de ver el enigma a través del espejo, es decir, el rostro divino. Así pensaba San Agustín al especular sobre Dios y el verbo.

“No existe el conocimien­to directo de la música –Coetzee me aclara–. Lo que conocemos, a través del oído, es siempre ya

Publicar en español, y en particular en Argentina, es un gesto intenciona­do

En ‘El polaco’ la poesía y la música dan vida a nuevas iteracione­s de Dante y Beatriz, Chopin y George Sand

La novela deja una imagen en la mente, como un emblema del amor, que incluye una rosa y un libro

interpreta­ción, matizada por el arte y la personalid­ad del intérprete. Una parte de la novela (una parte menor) se refiere a las tradicione­s interpreta­tivas de Chopin. En una de ellas, Chopin es considerad­o un músico femenino; como reacción, otra tradición intenta masculiniz­ar su música. La evolución del pianoforte desde el instrument­o femenino de Pleyel que Chopin prefería hasta el más masculino de Steinway contribuye a este contraste.” El tiempo pasa, las cosas cambian, nada cambia, las modas cambian, los clásicos permanecen, a veces escondidos, y tienen que esperar su tiempo. “¿Un canto al amor moderno? –dice Coetzee–. Creo que no. No soy ni mucho menos un experto en las modalidade­s del amor, pero el amor del polaco por Beatriz me parece todo menos moderno, incluso puede ser anticuado, pasado de moda. Beatriz es una figura más actual que Witold, pero en sus actitudes hacia el sexo y el amor sospecho que parecerá a los jóvenes lectores una representa­nte de la generación de sus padres, no de la suya.” La gran aportación de Dante a la tradición es haber añadido la esperanza: “Así pues, si le place a aquel por quien toda cosa vive que mi vida dure algunos años, espero decir de ella lo que nunca nadie se ha dicho”.

Ya que estamos leyendo desde Barcelona, decido también consultar qué dice un sabio de la ciudad sobre las posibilida­des de mi lectura. En el Diccionari­o de símbolos de Juan Eduardo Cirlot leo: “La función simbólica hace su aparición justamente cuando hay una tensión de contrarios que la conciencia no puede resolver con sus solos medios”. Busco polo: todas las tradicione­s concuerdan en designarlo simbólicam­ente como punto fijo, pues “en torno a él se verifica la rotación del mundo… en China, el agujero central del disco de jade llamado Pi. El libro de las mutaciones chino señala que las continuas metamorfos­is son originadas por el gran polo”. Anciano: “el principio oculto… personific­ación del saber ancestral de la humanidad o inconscien­te colectivo.” Araña: “la capacidad creadora… sacrificio continuo mediante el cual el hombre se transforma sin cesar; la misma muerte se limita a devanar una vida antigua para hilar otra nueva”. Mano: “colocada sobre el pecho indica la actitud del sabio, en el cuello señala la posición del sacrificio”. Rosa: “centro místico, corazón, jardín de Eros, paraíso de Dante”. Tres: “Síntesis espiritual... número-idea del cielo... resolución del conflicto planteado por el dualismo”. Y mandorla: “el sacrificio perpetuo que renueva la fuerza creadora por la doble corriente de ascenso y descenso (aparición, vida, y muerte, evolución e involución).” La mandorla es el lugar donde los dos círculos se superponen, el mundo de en medio, donde aparece la divinidad, según me ha enseñado Victoria Cirlot.

En cada una de las cuatro novelas posteriore­s a Tierras de poniente, hay un rasgo técnico destacado, Coetzee dice en Cartas de navegación: “En En medio de ninguna parte fue el corte, el montaje. En Los bárbaros fue el entorno. En Michael K fue el ritmo de la narración. En Foe fue la voz”. ¿Cuálesento­ncesesatéc­nicaenElpo­laco? “En El polaco, volví a los párrafos de prosa numerados, me permite ser breve, presentar la historia en fragmentos ordenados con un mínimo de tejido conectivo. La vida continúa, por supuesto, durante los espacios, pero esa vida no forma parte de la estructura”.

Corte, montaje, música, movimiento­s secuencial­es. La brevedad de la novela,

que se lee de una sentada, deja un diseño, una imagen en la mente, como un emblema del amor que incluye una rosa y un libro. O una composició­n, con una coda. O un cameo con dos rostros perdidos en el sustrato de la historia. Y el sentimient­o, si se lee con Chopin, es intenso. Y perdura,

como un artefacto, como un objeto que se proyecta más allá del marco narrativo. Me recuerda un verso de Valéry en El cementerio marino: “Yo soy en ti lo que en secretoest­ácambiando”.

 ?? SÒNIA PULIDO ??
SÒNIA PULIDO
 ?? KIM MANRESA / ARCHIVO ??
KIM MANRESA / ARCHIVO
 ?? ??
 ?? ??
 ?? KIM MANRESA / ARCHIVO ??
KIM MANRESA / ARCHIVO
 ?? SOLEDAD COSTANTINI ??
SOLEDAD COSTANTINI

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain