La Galicia más negra
Thriller rural, terror folk, policiaca pura, la intriga que nace de la niebla gallega, de las aldeas dispersas y las leyendas celtas se convierte en un fenómeno literario y audiovisual
En la entrada del Val de Salas, uno de los valles más aislados de la Galicia más rural, colocaron recientemente un reclamo turístico por si con la lejanía el visitante no tuviese suficiente: “O val da morte”, el valle de la muerte. Es una muerte antigua, y se refiere a la cantidad de mámoas o túmulos funerarios prehistóricos que se encuentran en cada esquina, cincuenta en pocos kilómetros. Aquí, entre gigantescas rocas de granito, robles y agua, mucha agua, ha vivido siempre el hombre, lo que significa que también ha muerto. Quizás algo de esta muerte milenaria, enterrada pero sin acabar de irse, se haya filtrado a través de la piedra para moldear a sus habitantes durante siglos, resignados ahora a abrir las cancelas a los forasteiros que vienen a gastarse los cuartos mientras buscan a una Santa Compaña que pronto existirá solo en las novelas y las películas de Netflix.
Unas novelas, se llame noir gallego o de otra manera, que cada vez cuenta con más practicantes y lectores. Ángela Banzas ha publicado este año La conjura de la niebla, en la que une dos desapariciones de dos mujeres jóvenes en diferentes espacios temporales con las tradiciones centenarias y mágicas que perviven en una localidad de la ría de Arousa. Para Banzas, se puede hablar de novela negra gallega “al igual que se habla de la nórdica o, remontándonos a los inicios del género, de novela negra anglosajona o americana. Y es que este género vive una época dorada respaldada por la respuesta de los lectores. Es un hecho que se demanda más novela negra ambientada en Galicia”.
Novela, también series y películas que se abren a todas las formas de intriga e interrogantes, desde el negro más canónico al thriller rural hasta adentrarse en el ahora llamado terror folk, porque la actual eclosión de esta novela para la que algunos rechazan cualquier etiqueta no se limita a la hasta ahora omnipresente línea Fariñas, la costa, el narcotráfico, sino que se abre a la Galicia interior, esa que deja velas encendidas y flores en los petos das ánimas, las pequeñas construcciones en granito situadas en las encrucijadas que desde el siglo XVI cristianizaron los cultos ancestrales a los muertos.
Banzas (Santiago de Compostela, 1982) es una de las autoras de un género que ha conseguido convertirse en pa
La geografía, el clima, son el marco diferencial: si el ‘noir’ nórdico se desarrollaba entre nieve y glaciares, aquí lo hace en aldeas diseminadas entre la niebla y la lluvia, envueltas en mitos
ritario. Ahí está Ledicia Costas (Vigo, 1979), que construye en Infamia un thriller psicológico a partir de la desaparición de dos niñas en un pueblo en el que todos saben mucho más de lo que quieren aparentar, una ley del silencio que aparece en numerosos relatos porque la geografía se presta a ello: aldeas diseminadas en las que resulta imposible guardar un secreto y es mejor no hacerse enemigos, al final todos van a depender unos de otros.
La geografía es el marco diferencial, si el noir nórdico se desarrollaba entre nieve y glaciares, aquí lo hace en una niebla tan espesa como las tragedias que se traman dentro de ella, donde cuando no llueve es porque acaba de hacerlo y aún crece el musgo sobre los muros de piedra. Manel Loureiro (Pontevedra, 1975), unodelosautoresmásexitososdelgénero cuya última novela, La ladrona de huesos, salió con 60.000 ejemplares y va por la tercera edición en cuatro meses, lo explica gráficamente: “Es invierno, una casa rodeada de un bosque espeso desde el que la niebla se acerca reptando, llueve y tú estás ahí dentro, junto a la chimenea, y puedes creer y te garantizo que crees que ahí fuera, entre los árboles, hay algo”.
Un marco que parece creado para este tipo de narraciones, el clima, la orografía, la dispersión rural, la omnipresente niebla, la lluvia, todo ello condiciona la personalidad de sus habitantes, “esa mentalidad desconfiada donde parece que todo el mundo guarda un secreto”, en palabras de Loureiro, quien señala la existencia de elementos mágicos ya en el universo de Álvaro Cunqueiro, “pero que no se habían utilizado hasta ahora en el thriller o el negro”. “Como lectora, en las novelas gallegas que a mí me gustan la atmósfera es importante; hay que oler el salitre, sentir la niebla, el océano de ese color gris oscuro que a los mediterráneos les da escalofríos”, señala Susana Fortes (Pontevedra, 1959), además de constatar “cierta tendencia al pensamiento mágico que comparten algunas novelas negras gallegas con las sagas de misterio
El marco natural acaba dando forma a una mentalidad que se presta a estas narraciones, desconfiada, donde todo el mundo parece guardar secretos
nórdicas e irlandesas”. Fortes acaba de publicar Nada que perder, un thriller en el completo y mejor sentido de la palabra situado en As Covas, donde un cruceiro y las leyendas que se apilan alrededor suyo resultarán un elemento central en la desaparición de tres niños de los cuales solo rescatarán a una pequeña con vida, en un pueblo que parece experimentar el “síndrome del verano perpetuo” como Manuel Jabois dice de Xaxebe, la localidad de la Costa da Morte donde el periodista Manuel Jabois sitúa su primer thriller, Miss Marte.
Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) hace su debut en el género con una narración en la que la desaparición de una niña pequeña en la boda de su madre, también una niña ella misma, ancla una reflexión muy de ahora sobre la verdad y nuestra cada vez mayor indiferencia ante ella: lo que realmente sucedió aquel día que debía ser de fiesta y ahora, veinticinco años más tarde, investiga una documentalista, se ha ocultado simplemente porque no interesa conocerla.
Diferentes formas de plantear una trama de intriga y suspenso, para las que Galicia “es un escenario privilegiado, no sólo por la atmósfera y la geografía, sino por la psicología y el carácter gallego: en Galicia todo son curvas, como las carreteras de nuestra infancia”, señala Susana Fortes, quien no sabe si se puede hablar de un boom de la novela negra gallega, “pero de ser así, todos tenemos una gran deuda con Domingo Villar. Él creía, y yo lo comparto, que los géneros son al fin y al cabo una convención, la intriga está en el origen mismo de la literatura, en Las mil y una noches, no es exclusiva de la novela negra y el thriller”. Domingo Villar (Vigo, 1971-2022) ha sido la figura más influyente de la novela negra gallega desde que en el 2006 presentó al inspector Leo Caldas en Ojos de agua; posteriormente llegarían La playa de los ahogados y, diez años más tarde, El último barco, todos en Siruela. Con referentes como Fred Vargas, Simenon o Dennis Lehane o Camilleri, sus novelas marcaron el rumbo del negro gallego.
Los nuevos títulos se abren a temáticas que van más allá de comisarios e inspectores e incluyen la intriga histórica. Manel Loureiro señala una de las claves: se trata de autores que pertenecen a una generación que ronda la misma edad y que ha bebido del mismo poso cultural. Y localizado geográficamente: se habla mucho del negro vigués, lugar de procedencia de muchos de estos autores. De hecho, las bibliotecas gallegas reconocen el subgénero Novela negra viguesa. Sin embargo, Pedro Feijoo (Vigo, 1975) cuestiona todo el concepto del boom desde los propios trabajos de Domingo Villar, “sus novelas son buenísimas, negras negrísimas, y sí, todas ambientadas en Galicia, pero no creo que se le pueda encuadrar única y exclusivamente en la tradición literaria gallega”. Feijoo es autor entre otras de Un fuego azul, un thriller rotundo y perturbador que deja huella en el lector, con un Mal que desciende sobre la tierra y se ceba como siempre en los más débiles, hasta que reclaman su venganza. En su opinión, si se puede hablar de novela negra intrínsecamente gallega, y no solo ambientada en Galicia, estaría representada por Diego Ameixeiras (1976), autor en lengua gallega, pero tras la aparición de la última novela de Villar “se empezó a hablar del boom de la novela negra gallega, pero para que haya unboomtienequehaberalgomásqueun solo autor... y ahí es donde se lió todo”. Un carro, dice, al que muchos quisieron subirse y otros subirlos, “fue tanto el ruido que se armó que aquello empezó a llamar la atención de todo el mundo”, para concluir que “honestamente sigo dudando de lo que ese boom pueda tener de genuino, pero si por lo menos a estas alturas ha servido para se produzca un interés por conocer qué pasa más allá del TelóndeGrelos,puesfantástico”.