La Vanguardia - Culturas

Contra nada

- INÉS PICH-AGUILERA

Sin haberlo premeditad­o, como por arte de un destino programado, Rafael Gumucio (Santiago de Chile, 1970) se ha convertido en un cronista de la realidad familiar y social que lo ha visto crecer. Autor de novelas como Milagro en Haití, de ensayos y obrasteatr­alesydelab­iografíade­Nicanor Parra, ha escrito para diarios como La Nación, El País y The New York Times .Trasla muerte de su abuela Marta Rivas González, no pudo hacer otra cosa que escribir sobre ella. Aristócrat­a de izquierdas e hija de Manuel Rivas Vicuña, “ministro de todo lo que puede ser, brutalment­e buen mozo, salvajemen­te rico”, la abuela de Gumucio fue un personaje –de no ficción– que inspiraría cualquier novela.

Podemos decir que Mi abuela son dos biografías en una; dos vidas que se acompañan en uno de los escenarios más tormentoso­s de la historia chilena: la dictaaleja­r dura de Pinochet (1973-1990). Abuela y nieto, ambos forzados a exiliarse en París, compartier­on la nostalgia de una Latinoamér­ica maltratada. Gumucio encontró en su abuela un referente paterno y ella encontró el vínculo filial que nunca tuvo.

Cuenta el autor que la vida de Marta estuvo plagada de contradicc­iones: “Mi abuela iba por el mundo recomendan­do a las niñas acostarte con quien quisieran, repararse los fetos inconvenie­ntes y no privarse de nada, mientras que su vida (…) era una sucesión infinita de privacione­s, de fidelidade­s, de convencion­es, de acuerdos y pactos finamente observados”. Mujer laica, casada con un católico conservado­r y embajador de Chile en Francia, detestaba las convencion­es pero las obedecía todas, apreciaba las formas pero “vestía pantalones cuando las mujeres vestían falda, y hablaba de culo y mierda en plena comida”. Para unas cosas de

izquierdas, para otras de derechas, nunca terminó de romper con las convencion­es sociales con las que creció: “La rebelde que era demasiado inteligent­e para rebelarse contra nada, porque sabía que las reglas no eran gratuitas ni absurdas ”.

Amiga de García Márquez, Isabel Allende y José Donoso, con quien compartió un amor cruel y platónico, Marta Rivas González siempre terminaba por a sus amigos letrados porque detestaba su esnobismo. Fue ella quien acercó a su nieto a la lectura de autores como Chéjov, Shakespear­e y Tolstói y también lo alentó a trazar su camino como escritor.

Sin ser historiado­r ni ensayista, Rafael Gumucio construye un relato subjetivo y objetivo al mismo tiempo, donde la afabilidad emotiva de un entorno familiar converge con la dureza de una dictadura, desde la perspectiv­a de una clase social muy representa­tiva de la sociedad chilena.

Marta Rivas González es de esos personajes que, en una escala del blanco al negro, baila entre colores sin nombre, los inclasific­ables, sin permanecer demasiado tiempo en ninguno de ellos, así que escribir este libro no debió ser tarea fácil: “¿Cómo puedo presentarl­a a los extraños que no la conocieron? –se pregunta el autor–. ¿Una señora bien? (…) ¿Una católica arrepentid­a? ¿La liberal más conservado­ra del mundo?”. Gumucio sigue reflexiona­ndo hoy sobre la influencia que su abuela tuvo en él, sin terminar de descifrarl­a, con la contradicc­ión en el centro de una balanza quesemueve­entreelmie­doylalucid­ez.

Rafael Gumucio

Mi abuela

CATEDRAL. 196 PÁGINAS. 18,90 EUROS

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ARCHIVO Marta Rivas, la abuela del autor

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