Bribones en Las Palmas
La entrega del premio Formentor y sus conversaciones literarias han aterrizado este año en otra isla: Gran Canaria. Una tropa de escritores, editores, traductores, periodistas culturales y otros saltimbanquis de la creación literaria tomaron el hotel Santa Catalina de Las Palmas con su ventolera de historias como avanzadilla del ciclón meteorológico que estaba camino de las Canarias. El lema de este año, Sátiros, pícaros y mangantes hizo que el hotel acogiese a huéspedes tan sospechosos como Ignatius J. Reilly, Arturo Bandini o la lady Macbeth de Leskov.
Los primeros en entrar en diálogo fueron los traductores, con una nutrida representación de una decena de países. La traductora al alemán de El Quijote, Susanne Lange, me contó que “leí muchos refranes alemanes pero no todos me servían así que incluso tuve que inventar, con su ritmo y su lógica gramatical, refranes que no existían”.
Un gran detalle fue dedicar un emotivo homenaje a Javier Marías, que nos dejó hace pocos días. Elide Pitarello leyó uno de los pocos textos en que Javier se retrató a sí mismo, con esa mezcla de precisión y sorna, mirándonos desde una gran foto suya en las míticas escaleras del hotel Formentor frente al Mediterráneo.
La ganadora del Premio Formentor 2022, la escritora rusa Liudmila Ulítskaya, explicó cómo la educaron esos dos armarios de sus abuelos llenos de libros y la manera en que fue despedida de su trabajo como investigadora bioquímica porque descubrieron que había tratado de copiar en una máquina de escribir un libro prohibido en Rusia. “Éxodo, el libro de Leon Uris, causó mi éxodo de la ciencia genética”. Harta de Putin, al inicio de la guerra de Ucrania se exilió con su marido de 88 años a Berlín. Participó en las Conversaciones con una aguda reflexión sobre Los pícaros sentimentales del escritor norteamericano O. Henry. Hablando de los bribones rusos afirmó: “¡Estarán de acuerdo conmigo en que tenían un talante más humano que sus sucesores!”.
Unos pícaros y embusteros literarios que la escritora chilena Diamela Eltit calificó atinadamente como “los que están más abajo del abajo”. Las intervenciones se sucedieron a buen ritmo, incluso con el de la ópera que introdujo una arrebatada exposición el escritor y director de orquesta Xavier Güell sobre los problemas de Shostakóvich en la Rusia de
Stalin. Güell dejaría constancia de sus (no excesivas) dotes de bailarín marcándose unos pasos al ritmo de la música en directo de uno de los salones.
La ganadora del Premio Tusquets, Bárbara Blasco, explicó que la novela picaresca “ahora es más difícil de construir porque el público identifica al autor con el personaje políticamente incorrecto. Cuando hay tan pocos valores en la escena pública sorprende que se ponga tan alto el listón moral a la ficción”. En medio de las ponencias emergió incluso el propio pícaro de carne hueso en la figura de Gonzalo García Pelayo, cineasta y productor musical que se hizo famoso saltando la banca en un montón de casinos. Después de hacer propaganda de su nueva película, calificada X aunque ya no queden cines X, recordó que “los pícaros no son amorales, usan la inteligencia para
equilibrar una situación inmoral”.