Visiones catalanas de Nueva York
Hay ciudades que hemos visto tantas veces en pantalla que, sin pisarlas, sentimos que forman parte de nosotros. Nos puede pasar a muchos con Nueva York, la ciudad mil veces retratada. Pero ¿qué pasa cuando has paseado por sus calles, la has visto cambiar, la has respirado, la has comparado con la tuya, con tu hogar? ¿Qué pasa cuando la ciudad pasa al papel y tu mirada personal acaba formando parte de un mosaico, de un calidoscopio que une tiempo y espacio para ofrecer una visión compleja, particular y a la vez compartida? Pues que nace un libro como Això no és Barcelona. Visions catalanes de Nova York, que Margarida Casacuberta y Mariàngela Vilallonga han editado.
Como descubrimos en el texto de Manuel Ibáñez Escofet, Jules Romains escrique bió una vez “New York, cette immense Barcelona”, y de esta comparación, de esta curiosa y desigual historia de amor entre dos ciudades, como explican las editoras, nace este libro, este compendio de visiones que también son un retrato del diálogo entre literatura y territorio, de la forma en que la vida y las calles pueden acabar convertidas en palabras.
Lostextosqueencontramosentreestas páginas comprenden más de un siglo: desde 1874 hasta el 2021. Hay cartas, memorias, artículos, fragmentos de novelas, cuentos, poemas, reflexiones y crónicas, muchos de ellos escritos en catalán, algunos en castellano. En algunos casos, parece que los textos dialoguen entre sí, porque se citan entre ellos, hacen referencia a las palabras y las miradas de los otros. Como dice Mary Ann Newman en el epílogo,
es como asistir a una imposible reunión de amigos, una reunión en la que se intercambian impresiones, donde el lector puede construir una imagen diferente a la que siempre ha visto en la pantalla.
De los escritos de los primeros años llama la atención las diferentes visiones de la llegada a la ciudad, que durante mucho tiempo se hizo por mar. Descubrimos la fascinación de Pere Cuyàs, que comenta el puerto está lleno de vida, pero también nos encontramos con la decepción de Francesc Blasi Vallespinosa, porque no pueden ver nada de lo que les habían prometido por culpa de la niebla. Paseamos por las calles observando los grandes edificios de la mano de Eugeni d’Ors, disfrutamos de los colores que Josep Pla supo verle a la ciudad, o descubrimos textos curiosos, como el de Joaquim Torres-Garcia y su descripción casi rítmica de todo lo que ve.
Si avanzamos en el tiempo, nos encontramos con Eduardo Mendoza y el retrato que hace de los pequeños detalles de algunas tiendas y calles de la ciudad; caminamos con Terenci Moix por el Bowery o recordamos los dos años que Pascual Maragall pasó en la ciudad. Dice Borja Vilallonga que las primeras impresiones de un sitio suelen ser grandilocuentes, pero entre estas páginas las hay muy diversas, un mosaico de visiones que, además, nos permiten ver cómo las voces van cambiando, cómo se transforma el lenguaje, el ritmo de la palabra, la manera de entender el mundo. Una diversidad de miradas que nos recuerda las formas de una ciudadviva. |