La Vanguardia - Culturas

Un sabio irónico y escurridiz­o

Antología Los textos esenciales de uno de los grandes heterodoxo­s de la literatura española, el mallorquín Cristóbal Serra, observador solitario, cátaro contemporá­neo y escritor fiel a la genealogía de su herencia literaria

- BASILIO BALTASAR Cristóbal Serra El viaje pendular WUNDERKAMM­ER. 680 PÁGINAS. 34,90 EUROS

Me permitirá el amable lector que emprenda este elogio de Cristóbal Serra recordando la edición que hice de su obra completa (Ars Quimérica, Bitzoc, 1996). De ahí mi entusiasmo con la iniciativa de Wunderkamm­er y de Nadal Suau, que actualiza aquél primer acopio, sostiene la presencia de nuestro autor y auspicia de nuevo la influencia de su obra literaria.

El lector que no conozca a Cristóbal Serra (Palma de Mallorca, 1922-2012), o lo haya leído fragmentar­iamente, encontrará en el informado y panorámico prólogo de Nadal Suau la semblanza de un escritor culto, refinado y ensimismad­o, ajeno al bullicio de la vida social y fiel a la genealogía de su herencia literaria.

Serra podría incorporar­se a la nómina de los raros reunidos por Rubén Darío o Pere Gimferrer. Sin perder de vista que su singular literatura procede de una introspecc­ión hermética, de los súbitos destellos de la tradición mística y de la puntillist­a exploració­n de la sabiduría perdida.

Sorprender­á al lector que del sucinto territorio de Andratx hayan surgido dos escritores tan notables y tan opuestos en su personalid­ad literaria. Baltasar Porcel, con su novelesca impetuosa, fascinada por la violencia nietzschea­na, la pulsión salvaje del sexo, la virulencia del deseo y la heroicidad de una rivalidad encarnizad­a. Y Serra, tan atento a las sutilezas encriptamí­tica

Su juventud estuvo alentada por William Blake, Chesterton, La Rochefouca­uld, Paul Claudel o Henri Michaux

das en la literatura gnómica, con una gentileza irónica y escurridiz­a, enamoradiz­o y severament­e conmovido por la tradición sapiencial de los libros escondidos.

En las memorias de Cristóbal Serra (AugurioHip­ocampo, Diariodesi­gnos, Las líneas de mi vida…) se componen los recuerdos, imágenes y sensacione­s alumbradas en el puerto de Andratx, la región de su infancia y el lugar en donde todo comenzó. El surgimient­o de los autores que vertebraro­n su canon literario, la actuación de los personajes que impresiona­ron su sensibilid­ad, la nostalgia que en su primera edad acuñó la melancolía de una apacible y fructífera existencia.

A la frontera del puerto de Andratx (lugar hoy destruido) llegaron los mensajeros cosmopolit­as de los libros inéditos o prohibidos, los extranjero­s trashumant­es que inspiraron el aprendizaj­e literario de Serra. Así, entre erizos, pulpos y caracolas, peces y pescadores, transcurri­ó una juventud alentada por Blake, Chesterton, Claudel, La Rochefouca­uld, Michaux…

Fue un observador solitario de la creación y un solipsista que tanteaba el mundo circundant­e a través de los libros. Su predilecci­ón por el aforismo, la brevedad y la sentencia se correspond­ía con la benevolent­e cautela y la vocación ermitaña de su alter ego. Pero su interés por la literatura contemplat­iva no le impedía congeniar con grandes furiosos o hirientes satíricos. Si la despiadada represión de la posguerra no le hubiera sorprendid­o en la pubertad quizá habría emulado a un predicador airado como León Bloy o a un sarcástico como Jonathan Swift. De los dos fue un apasionado traductor.

Con ese sentido del humor que para él fue una tabla de redención, intentó evitar las trampas trágicas de su siglo. Su humorismo gentil, que está más cerca de la sonrisa que de la risa, y cierto estilo británico (hablamos de lo que antes se entendía como tal) le proporcion­aron la distinción que caracteriz­a a su prosa.

A lo largo de sus 90 años Serra fue descubiert­o en repetidas ocasiones (por Octavio Paz, por Rafael Conte, por Beatriz de Moura…) sin que por ello se moviera de su sitio. Cuando el dibujante Pere Joan trasladó a la narrativa gráfica su Viaje a Cotiledoni­a descubrió a muchos de sus jóvenes lectores al anciano que hablaba de la noche oscura de Jonás, de las visiones de Ana Catalina Emmerick y de los esenios enterrados en Qumram. El lector de ahora encontrará en El viaje pendular a ese cátaro contemporá­neo que afrontó la desesperac­ión del mundo con delicada ternura y al escritor que rescató de la antigüedad el carácter cósmico y profético del asno, figuracent­raldeunare­ligiónarca­ica,invisibley­desapercib­ida.

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ARCHIVO/WUNDERKAMM­ER El autor mallorquín Cristóbal Serra en el puerto de Andratx, el lugar mítico de su infancia y donde todo comenzó

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