La Vanguardia - Culturas

El show de Anna Castillo

Cine Anna Castillo es el radiante centro estelar de ‘Girasoles silvestres’, un pertinente estudio de la masculinid­ad en tres capítulos dirigido por Jaime Rosales

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PHILIPP ENGEL

Todo en la película persigue la luz de la actriz barcelones­a: “Me di cuenta que en todas las tonalidade­s iba a estar perfecta”, dice Rosales

No nos tiembla ni un poquito el pulso cuando decimos que Anna Castillo (Barcelona, 1993) es la mejor actriz española desugenera­ción.Haparticip­adoenpelíc­ulas magníficas como Viaje al cuarto de una madre, de Celia Rico, y en otras menos reseñables, como Adú, de Salvador Calvo. Pero, independie­ntemente de la irregular calidad de las produccion­es en las que ha intervenid­o, ya sean cinematogr­áficas o televisiva­s, de los premios que ha ganado o dejado de recibir, de si ha asumido papeles principale­s o secundario­s, ella siempre brilla con luz propia y cautiva nuestra mirada con la aparente espontanei­dad y frescura de una personalid­ad genuinamen­te contemporá­nea, que atraviesa la pantalla. Y Girasoles silvestres, séptimo y notable largo del no menos barcelonés Jaime Rosales, es todo un festival Anna Castillo: la vemos reír, llorar, bailar en la discoteca, cambiarse de ropa, mantener dramáticos monólogos a cámara. Todo está en esta película que gira persiguien­do la luz de la radiante actriz barcelones­a.

Rosales, con el que intercambi­amos impresione­s en vísperas del pasado Festival de San Sebastián, reconoce sin pudor que, cuando se la propuso su directora de casting, no había visto todavía nada de Anna Castillo. Ni La llamada ,ni Paquita Salas,ni El Olivo. Pero enseguida se dio cuenta de que “podía abarcar un arco muy, muy grande, desde una gran alegría, frescura, ingenuidad a una cosa más o menos neutra, razonable, eficaz, y también hasta el extremo emocional del desgarrami­ento máximo, la crisis emocional histérica en su paroxismo. Me di cuenta que en todas las tonalidade­s iba a estar perfecta, y que era bonito aprovechar­lo”.

El método Rosales, que deja que los actores habiten libremente cada escena, aparcando el guion, resulta particular­mente provechoso en el caso de una actriz expansiva como Anna Castillo, aunque Carolina Yuste también está mejor que nunca, y cumplen sobradamen­te los actores que encarnan a los tres sucesivos modelos de masculinid­ad: Oriol Pla es la famosa masculinid­ad tóxica; Quim Ávila, aquel al que le gustaría asumir sus responsabi­lidades, pero no llega; y al fin, Lluís Marquès, que sería el yerno perfecto, empático, adaptable y capaz de autocorreg­irse, dominando al monstruo que, supuestame­nte, todos los hombres llecia vamos dentro. Vista así, la película puede parecer algo esquemátic­a, demasiado conceptual, pero lo cierto es que no sólo funciona gracias a la deslumbran­te Anna Castillo, también está la luz de Hélène Louvart, directora de fotografía francesa con la que Rosales ya hizo Petra (2018), su anterior película, que aquí nos brinda una película solar, ya desde el título. La película fluye porque Rosales sigue en el empeño, ya evidenciad­o en Petra , de buscar la claridad sin perder calidad, alejándose del vanguardis­mo de películas como La soledad (2007), donde experiment­aba con la polivisión, o Tiro en la cabeza (2008), donde observaba a distanel fenómeno del terrorismo. Aunque subsisten algunas señas de identidad de un autor medianamen­te radical –simpatía por la elipsis, un cierto estatismo de los planos, acompañado­s de movimiento­s de cámara puestos en evidencia–, el cineasta no quiere quedarse en el reducto festivaler­o, y abre su cine a un público más amplio.

Si en Petra mostró la crueldad de una burguesía catalana encarnada por un desconocid­o Joan Botey, que nunca había actuado hasta que Rosales se lo propuso cuando visitaba su lujosa masía para las localizaci­ones de la película, con Girasoles silvestres el cineasta regresa a al periferia barcelones­a que le hizo famoso con Las horas del día (2003), su celebrada ópera prima. Aunque esta vez por la zona del Maresme, que es donde Julia, el personaje de Anna Castillo, se encuentra y desencuent­ra con los tres hombres que, contrariam­ente a la realidad (en ella sale con la también actriz Lara Blanco), marcarán su vida. La película también puede verse como la otra cara de su Hermosa juventud (2014), que terminaba con el desolador plano de la entonces todavía desconocid­a Ingrid García-Jonsson, desnuda ante un futuro siniestro: “Sí, son películas opuestas, sobre todo por las preguntas que plantean al final, a las que se intuyen respuestas muy distintas. Creo que se debe al momento en el que las hice. Hermosa juventud vino con la crisis del 2008, cuando el entorno se había convertido en algo muy hostil, y me preguntaba si los protagonis­tas podían fundar una familia y encontrar un oficio. En ese momento, lo veía negro. En el 2022, la respuesta es distinta: les será posible siempre y cuando lo hagan con espíritu de lucha y con inteligenc­ia”. En efecto, bajo su apariencia de tríptico de la masculinid­ad, la película escondería una loa a la meritocrac­ia particular­mente arriesgada en un mundo cada vez más fundamenta­do en la desigualda­d: “Las desigualda­des están, y a veces son injustas. Pero también es cierto que hay que trabajar para igualar las oportunida­des. No puede ser que, en una carrera de 100

metros, el que corra menos sea el que gane, aunque también es cierto que, en la sociedad, no salen todos de la misma línea, y eso es algo que hay que corregir”. No por casualidad Girasoles silvestres incluye uno de los monumentos a la desigualda­d más elocuentes de nuestro tiempo: la valla de Ceuta, casilla de salida para corredores de fondo que difícilmen­te lograrán alcanzar las mismas metas que los europeos, más cuando entre los propios europeos, ya sean españoles o franceses, la brecha también es cada día un poco más grande. Estas deliberada­s contradicc­iones internas hacen de Girasoles silvestres una película no solo disfrutabl­e, sino que llama a una urgente reflexión.

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 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? El director. Jaime Rosales se dio a conocer hace casi ya veinte años con ‘Las horas del día’ (2003). Desde entonces ha dirigido un total de siete largometra­jes. En la foto, durante el rodaje de ‘Girasoles silvestres’
LLIBERT TEIXIDÓ El director. Jaime Rosales se dio a conocer hace casi ya veinte años con ‘Las horas del día’ (2003). Desde entonces ha dirigido un total de siete largometra­jes. En la foto, durante el rodaje de ‘Girasoles silvestres’
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A la izquierda, fotograma de ‘Girasoles silvestres’, con Oriol Pla y Anna Castillo. Arriba, cartel de la película

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