La Vanguardia - Culturas

El barroco que vivimos

La recuperaci­ón de ‘La vida es sueño’, de Calderón, en el festival Temporada Alta, y los nuevos libros de ensayistas como Norbert Bilbeny y Gregorio Luri nos llevan a pensar el presente desde la perspectiv­a de los clásicos del siglo de oro

- ALBERT LLADÓ

Declan Donnellan y Nick Ormerod fundan, en 1981, la compañía Cheek by Jowl. Ambos han estudiado Derecho, pero pronto ven en el teatro la forma de representa­r un mundo que necesita los clásicos para formular preguntas que son, a la vez, urgentes y atemporale­s. Los británicos, con gran prestigio internacio­nal desde sus inicios, ahora reviven La vida es sueño, de Calderón de la Barca, en el Temporada Alta. Lo hacen junto a la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y con la producción de La Zona. Alfredo Noval encarna a Segismundo –el príncipe cautivo que se interroga sobre el sentido de la existencia, hasta que consigue la libertad–, y Ernesto Arias pone voz y cuerpo a Basilio –su padre, el rey que lo ha encerrado por miedo a una profecía–. Completan el reparto, entre otros, David Luque, Rebeca Matellán, Manuel Moya y Goizalde Núñez.

“Volvemos a obras como La vida es sueño porque un clásico, en realidad, habla de nosotros. No es algo del pasado. Si observas estas obras con suficiente atención, te das cuenta de que tratan de nuestro ahora. El mayor respeto que podemos mostrar a Calderón es tratarlo como a un contemporá­neo”, nos dice Declan Donnellan, inmerso en los ensata yos. “No podemos acercarnos a los grandes maestros como cuando observamos un monumento antiguo, sino con el respeto y el amor que mostramos a un contemporá­neo”, insistirá el director.

El tema central de la obra es la libertad del ser humano para configurar su vida, sin dejarse llevar por el destino. ¿Qué nos dice Segismundo como arquetipo? Declan Donnellan se muestra escéptico ante la fe. “Cuando la gente habla del destino y la fe están tratando de evadir su responsabi­lidad. Y solo podemos ser libres asumiendo la responsabi­lidad”, responde. “No podemos comprar la libertad en un supermerca­do”, argumenel fundador de Cheek by Jowl. Libertad y capacidad de elección no son exactament­e la misma cosa. “La libertad solo llega cuando comenzamos a asumir la responsabi­lidad, y eso es algo enorme que está detrás de la obra”, asegura.

Pero Calderón también habla del peligro de las ilusiones. ¿Qué papel tiene el teatro para desenmasca­rar el mundo, precisamen­te, desde las máscaras? “Es extremadam­ente importante hacer una distinción entre ilusión y engaño. El engaño ocurre cuando no sabemos que estamos viendo algo falso. Un engaño es una ilusión sin consentimi­ento”, matiza. “El trabajo del artista no es decir la

¿Somos autores o actores de nuestra propia vida?

A. LLADÓ

Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) fue invitado por Xavier Albertí y Lluís Homar, a través de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, para que realizara una breve reflexión sobre el siglo de oro, un material que le sirvió para refugiarse en los clásicos durante el confinamie­nto. Pero esas visitas a Cervantes, Lope y Gracián no hicieron más que repetirse hasta desplegar su nuevo ensayo, El eje del mundo.

Laprincipa­ltesisdell­ibroesquee­sa época de nuestro patrimonio cultural supone “una exploració­n colectiva del yo”. Pero, ¿cómo pensar un clima de autoafirma­ción que no lleve al narcisismo? “La condición necesaria para mejorar algo es estimarlo”, nos dice Luri, aunque admite que “como en el hombre todo es cuestión de grados, fácilmente pecamos por exceso o por defecto”. Entre el amor propio de Narciso y el desprecio de sí mismo, se encuentra lo que Diego de Colmenares llamaba la filautía, nuestra autoestima,

que es “sensata”, según el filósofo afincado en El Masnou, cuando encuentra su valor en el valor de la mirada que nos dirigen los otros.

Esa mirada de aprecio al patrimonio es la que defiende Gregorio Luri durante todo el ensayo. Entonces, ¿qué nos enseña el siglo de oro de la teatraliza­ción de la vida? “El gran teatro del mundo surge de la sospecha de que somos actores, no autores, que no hemos diseñado autónomame­nte este

aparato de apariencia­s”, sostiene. Y cita, entre otros, al catalán Joaquim Setantí, quien añadía “que no vale para rey quien no sabe disimular”. Si todo es simulacro, añade el pensador, entonces el sueño se convierte, como quiere don Quijote, en “alivio de las miserias para los que las sufren despiertos.”

Pero Dulcinea no es un mero simulacro. “Es una criatura de la voluntad de don Quijote y él lo sabe”, escribe Luri.

Suele decirse que el siglo de oro culmina con la muerte de Calderón, en 1681. ¿Podemos imaginar, hoy, cómo sería Segismundo, cuáles serían sus prisiones? Gregorio Luri responde como

EDITORIAL ROSAMERÓN responde un filósofo, con una pregunta:

345 PÁGINAS

21,90 EUROS “¿Quién aceptaría mis palabras si osase decir que la ciudad es la caverna y que, en su seno, los ciudadanos –especialme­nte los mejores entre ellos– están tan apasionada­mente comprometi­dos con sus opiniones que viven lo arbitrario como lo más serio?”.

“El yo del siglo de oro es más el yo de la pasión que el yo del cogito”, asevera.

Durante el ensayo, el autor narra cómo, durante el siglo de oro, el mundo del pícaro hace el viaje inverso al del místico. Uno es arrojado a la calle, y otro hacia adentro. Pero, ¿en qué se parece esa indagación, aparenteme­nte tan contraria? “Sus diferencia­s son obvias, pero no es casual que el místico sea contemporá­neo del pícaro. Si el mundo de la vida es el teatro de la propia virtud, la hipocresía es inevitable. El pícaro y el místico pueden entenderse como dos reacciones opuestas a esta hipocresía”, afirma. “Ambos buscan una vida sin apariencia­s y por ello comparten un cierto sentido de la desvergüen­za. Lo relevante es que si el místico, como decía San Juan de Ávila, sabe “desarrimar­se de sí”, para “andar siempre arrimado a aquel que todas las cosas sustenta”, lo que mejor diferencia al místico del pícaro es la búsqueda del aquel que los sustente, nos explica.

En El eje del mundo, Luri también aborda un tercer arquetipo, el del político. Aquí, el filósofo y teólogo Francisco Suárez es fundamenta­l para entender la pluralidad que defiende la doctrina española. ¿Qué es lo que más sorprende de la “singular relación” de los españoles de la época “con la libertad política”? ¿Cómo ha mutado, hoy, el concepto de libertad en nuestra sociedad? El pensador nos contesta que la Defensio fidei de Suárez circulaba con toda normalidad por las tierras de la corona española, mientras que Jacobo I prohibió su lectura en Inglaterra y ordenó que el verdugo de Londres lo arrojara a la hoguera. “Mientras en París el Parlamento ordenaba la quema de un libro de Mariana, Del Rey y la institució­n real, Olivares le regalaba un ejemplar a Felipe IV”. “Las formas de gobierno solo se justifican por sus efectos”, concluye el ensayista.

verdad, es mostrar una ilusión, y, si funciona, entonces esa ilusión puede usarse para destruir el engaño”, explica, mostrando la paradoja de todo acto de representa­ción. Desde Sófocles, todos los grandes dramaturgo­s, dice Donnellan, son consciente­s de que “vivimos en un mundo que tiene los ojos vendados”. Y eso es particular­mente actual en “la sociedad consumista en la que vivimos”.

Calderón mezcla lo trágico con lo cómico. Cheek by Jowl ha trabajado ese claroscuro con los actores españoles. “Ha sido una revelación, les encanta la transforma­ción. Es el mundo en el que Nick y yo hemos vivido con Shakespear­e, que siempre gira en torno a eso, pasando de la risa al llanto, de la risa al dolor”, explica.

Declan Donnellan subraya, de todos modos, que lo que hace el dramaturgo español es preguntars­e por la relación del individuo con la familia y el Estado, sí, pero sobre todo consigo mismo. Aún así, advierte, el buen teatro –y Calderón no es una excepción– no busca respuestas a preguntas incómodas. “Tratar de encontrar un significad­o está bien, pero sentir que has entendido el mundo es fatal. Creo que es tan peligroso en los clásicos como en la vida”, sostiene.

Donnellan, pese a su formación, nunca ha ejercido como abogado. “Lo dejé justo a tiempo”, dice. Pero que los dos fundadores de la compañía, y cómplices

“La mentira de la civilizaci­ón moderna es que toda eficacia es buena; no entendemos que distrae” (D. Donnellan)

inseparabl­es, hayan estudiado la importanci­a de la palabra en la representa­ción pública tiene que haber influido en su manera de leer la escena. “Vimos cómo funciona el establishm­ent, y cómo de permisible es la ley. Aprendimos que la única función de la ley en la política inglesa, en realidad, es defender la propiedad”, afirma.

No es la primera vez que la compañía internacio­nal se enfrenta a un clásico español. Durante la Expo, en 1992, Declan Donnellan y Nick Ormerod llevaron a escena Fuenteovej­una, de Lope De

Vega. “Me encantó por su ambivalenc­ia política”, nos cuenta, y reconoce que le hubiera gustado dirigir muchos otros clásicos en castellano, pero los compromiso­s en Rusia, Francia e Italia se lo han impedido. “También me encanta el mundo de Shakespear­e, que era un mundo antes de que llegara la Ilustració­n. Y la Ilustració­n nos ha dado muchas cosas, pero también destruyó muchas otras. Por eso la edad de oro de la dramaturgi­a en toda Europa llega a su fin alrededor de 1680. Hay algunas obras buenas después, por supuesto, pero nada igual”, reflexiona.

“La verdadera mentira de la civilizaci­ón moderna es que toda eficacia es buena. Lo que no entendemos es que la eficiencia también distrae. Cada vez que pides algo a Amazon, y te lo entregan inmediatam­ente, hay gente que se queda sin trabajo”, lamenta Donnellan.

“Siempre hay algo que perder, siempre hay algo que se pierde. No digo que todo avance en el mundo sea una pérdida, pero no creo en el progreso”, asegura. “Deberíamos tratar de progresar, pero también deberíamos preguntarn­os si la gente vive mejor que antes”, añade Donnellan. “Vivimos mucho más ahora que antes, pero hemos perdido muchas cosas, por eso Nick y yo tuvimos que volver a esa magia (la del siglo de oro) en todo tipo de países diferentes y hacer esas obras”, explica.

La propuesta que podrá verse en Girona arranca con un muro verde, que esconde una puerta entreabier­ta, y que da la bienvenida al público. Cruzar ese límite, ese umbral, es tomar posición. Es compromete­rse con lo que tiene la ilusión de combate frente al engaño. Lo era en 1635, cuando se estrenó La vida es sueño, y lo es ahora, cuando el soliloquio de Segismundo hace resonar la inmensidad de una pregunta tan radical como lo esladequén­oshacereal­mentelibre­s.

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EDMON DE HARO
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La vida es sueño
Calderón de la Barca / Cheek by Jowl - CNTC - Declan Donnellan - Nick Ormerod
TEATRE GIRON
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ALEX STANCIU / GANECHA GIL TEMPORADA ALTA NICIPAL DE Arriba, retrato de Calderón. A su derecha, fotografía­s de los ensayos de ‘La vida es sueño’ que dirige Declan Donnellan La vida es sueño Calderón de la Barca / Cheek by Jowl - CNTC - Declan Donnellan - Nick Ormerod TEATRE GIRON 22Y23DEO U RE
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‘El eje del mundo’
Gregorio Luri aborda “la conquista del yo” durante el siglo de oro en su nuevo ensayo, ‘El eje del mundo’
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