La Vanguardia - Culturas

Tres mujeres en una ciudad hostil

- BEGOÑA GÓMEZ URZAIZ

Se ha dicho mucho, y es verdad, que la gran preocupaci­ón de la novela española (y catalana) del último lustro ha sido lo rural y sus circunstan­cias. Sobre todo el esquema “mujer sola en el campo” que, así a lo bruto, sirve para agrupar a unos cuantos títulos muy diversos, desde Un amor, de Sara Mesa a parte de la trilogía de Eva Baltasar. Pero también es cierto que, mientras eso sucedía, otros tantos autores ponían a sus personajes a caminar por calles concretas de ciudades concretas y daban una dimensión urbana y sociológic­a a los problemas de éstos. En esas novelas (Cauterio, de Lucía Lijtmaer, Ceniza en la boca, de Brenda Navarro, de manera más tangencial Lugar seguro, de Isaac Rosa) no se tienen que forzar los temas que ocupan las tribunas de los diarios –la desría, igualdad, la gentrifica­ción– porque surgen de manera orgánica a la que empieza a dimensiona­rse un relato.

La última novela de Lara Moreno (Sevilla, 1978) se inscribe tanto en esa contratend­encia que hasta se titula La ciudad .Y le debe mucho a un ensayo breve (Deshabitar, en Destino) que la autora publicó en 2020 y que a su vez surgió de una tribuna de prensa que empezaba con una situación tan particular como universal: a la autora la echaban del piso de la plaza de la Paja de Madrid en el que vivía con su hija y no podía afrontar ningún otro alquiler en la zona porque los precios de la vivienda hace mucho que dejaron el terreno de lo razonable.

Las tres protagonis­tas de La ciudad sí viven en la plaza de la Paja. Más o menos. Oliva encontró un piso de unos 50 metros

cuadrados cuando se separó del padre de su hija y en él se ha instalado un hombre grande, joven, que ocupa todo el espacio. Damaris no duerme en el barrio de la Latina pero sí pasa muchas más horas de las que le pagan trabajando como empleada doméstica y cuidadora en un piso, mucho más grande que el de su vecina Oliva. Por último, en la antigua portería duerme Houna mujer marroquí que escapó de la brutalidad de la recogida de la fresa.

Moreno narra con nervio y buen pulso un año (aproximada­mente) en la vida de estas mujeres y reparte con equidad el tiempo de juego entre las tres, pero no puede evitar dotar de mayor peso a Oliva, que está atrapada en una relación abusiva con ese hombre grande, Max. Seductor y volátil, Max somete a su pareja al ciclo completo del maltrato. Le hace sentir la mujer más deseada del mundo cuando está bien y temer por su vida y su dignidad cuando está mal, que es a menudo. Las páginas en las que asistimos a los mensajes de whatsapp de un novio controlado­r, igual que algunas en las que casi oímos los diálogos de Damaris con su hermana en Colombia, quizá también por whatsapp audio, hacen evidente que Moreno es una novelista de las que los críticos de antes decían que tenían “el oído de la calle”.

Comoautora­quellevado­sdécadasmo­viéndose con igual facilidad en el relato, la novela y la poesía, la autora ha bromeado estos días en sus entrevista­s que está deseando dejar de ser incluida en la lista de los “jóvenes autores” y pasar a ser considerad­aunaautora­ensumadure­z.Loes.

Lara Moreno

La ciudad

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ANA JIMÉNEZ La escritora Lara Moreno

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