A nadie le importa lo que tú piensas

AUTORAS Elena Quiroga fue quizá la más rara de la generación de las “chicas raras” de las que habló Carmen Martín Gaite y entre las que se suele incluir también a Ana María Matute, Carmen Kurtz y Carmen Laforet. La autora fue muy prolífica, leída y premiada en los años cincuenta y sesenta (premio Nadal en 1950, premio de la Crítica en 1960) y fue también la segunda mujer en ingresar en la RAE, es decir, estaba plenamente integrada en el establishment literario de su época. Ahora, sin embargo, su nombre apenas suena. La editorial Bamba, que nació como evolución de una revista literaria digital que se llama igual (el nombre viene de la expresión “caballito de bamba”, que se decía de las cosas de poco valor), ha reeditado Tristura, uno de los libros más logrados de Quiroga, un texto woolfiano en el que la autora traspasa a su personaje, Tadea, muchas de las experiencias de su infancia, que fue rara y triste. Hija número 16 de una familia aristocrática (su padre era el conde de San Martiño de Quiroga) de 17 hijos, la escritora se quedó huérfana de madre y se crió con una abuela y en un internado. El libro está recorrido de las amonestaciones que recibían las señoritas de su clase: “No se corre como si estuvieras loca”, “No se habla con el servicio”, “Otra vez las lagrimitas. Se guarda cada cual sus penas”, y la más letal de todas: “A nadie le importa lo que tú piensas”.*