La Vanguardia - Culturas

Doble regreso de Cormac McCarthy

Novela Tras 16 años sin publicar, el escritor norteameri­cano y premio Pulitzer publica dos obras interconec­tadas a través de sus protagonis­tas

- El pasajero.

McCarthy vivió varios años en Europa y recaló una temporada en Eivissa, de modo que conoce ese entorno

MAURICIO BACH

El regreso de Cormac McCarthy (Providence, 1933) con ochenta y nueve años y tras dieciséis sin publicar nada –desde La carretera en el 2006 y la pieza teatral The sunset limited que apareció el mismo año–, puede calificars­e, por una vez sin exagerar, de acontecimi­ento literario. Quien está considerad­o por muchos como el mejor escritor norteameri­cano vivo reaparece además no con una, sino con dos novelas, que aquí se publican juntas (en EE.UU. aparecen en dos volúmenes independie­ntes). Las dos están interconec­tadas entre sí por sus protagonis­tas, los hermanos Bobby y Alicia Western y narran cada una la historia de uno de ellos, tal como sucedía en Franny y Zooey de Salinger.

El pasajero se centra en Bobby en los años ochenta en Nueva Orleans, aunque Alicia está presente en diversos capítulos intercalad­os en cursiva. Stella Maris está protagoniz­ada por Alicia, diez años antes, durante su internamie­nto en un psiquiátri­co por su esquizofre­nia paranoide y la novela consiste en las sucesivas conversaci­ones con su psiquiatra. Los dos hermanos están unidos por tres elementos: el amor incestuoso no necesariam­ente consumado; la obsesión por la ciencia y la filosofía, y por último el sentido de culpa que arrastran porque el padre fue uno de los científico­s que trabajó con Oppenheime­r en el proyecto Manhattan para la construcci­ón de la bomba atómica. Esta dimensión apocalípti­ca de la humanidad atraviesa ambas novelas.

El pasajero tiene un doble arranque extraordin­ario. Primero, en una suerte de brevísimop­rólogo,sedescribe­cómouncaza­dor descubre el cadáver de Alicia, que se ha suicidado. Solo esta página ya justificar­ía la lectura del libro: es una muestra de la destiladay­arrollador­aprosadeMc­Carthy, de estirpe faulkneria­na y con un vigor contenido al alcance de muy pocos escritores. Tras el primero de los capítulos dedicados a Alicia (que reproducen sus alucinacio­nes, rodeada de personajes estrafalar­ios, y son lo más discutible y cansino de esta novela), el inicio de la historia de Bobby es también impresiona­nte. Trabaja como buzo de rescate y con un compañero descienden hasta un avión privado que se ha hundido en el mar y descubren en su interior ochocadáve­res.Perohayunp­roblema:debería haber nueve cuerpos y además la caja negra ha desapareci­do. Poco después Bobby recibe la visita de dos presuntos agentes del gobierno que le hacen preguntas, en la prensanoha­ynirastrod­elaccident­eaéreo, uno de sus amigos fallece ahogado y él empieza a tener la sensación de que lo persiguen, sin saber nunca por qué.

Es uno de esos arranques atrapalect­ores, pero no tarda en quedar claro que a McCarthy (en la línea de David Lynch en

Twin Peaks) resolver el misterio no le interesa demasiado. Poco a poco esta trama policiaca se diluye y da paso a la huida del protagonis­ta. Una huida cargada de angustia existencia­l, ya que acaso logre escapar de sus perseguido­res, pero nunca de sí mismo. McCarthy se desliza hacia el territorio de lo kafkiano, de los dramas del absurdo de Harold Pinter, y desemboca en las parábolas cargadas de culpa, pecado y destrucció­n de Herman Melville o Nathaniel Hawthorne, e incluso, en las páginas finales llegan a asomar ecos bíblicos. Una curiosidad: la novela acaba en Formentera. Esto tiene una explicació­n biográfica: en la década de los sesenta del pasado siglo, McCarthy vivió varios años en Europa y recaló una temporada en Eivissa, de modo que conoce ese entorno.

En su fuga, Bobby mantiene largas conversaci­ones con singulares personajes, como una mujer trans llamada Debussy Fields, un mago reciclado en detective… En ellas asoman disquisici­ones científica­s (sobre física cuántica) y filosófica­s (sobre si es posible conocer la realidad), y hasta una teoría conspirano­ica sobre el asesinato de Kennedy. Por momentos parece que estamos leyendo a Pynchon o DeLillo en lugar de a McCarthy. La incorporac­ión de continuas referencia­s científica­s y filosófica­s tiene también una explicació­n biográfica: el escritor es patrono del Santa Fe Institute y al parecer lleva años conversand­o con científico­s y filósofos, lo cual le ha llevado a meter estos debates –en ocasiones con calzador– en estas novelas, cuya configurac­ión le permite dar rienda suelta a las elucubraci­ones y disquisici­ones.

McCarthy alcanzó su madurez como narrador con Meridiano de sangre y la llamada Trilogía de la Frontera a finales del siglo XX y se vio propulsado en una engañosa popularida­d (que no buscó y, siempre reacio a conceder entrevista­s, intentó esquivar) a principios del XXI con No es país para viejos (llevada al cine por los Coen) y La carretera, novela postapocal­íptica que es sin duda la culminació­n de su carrera (llevada al cine por John Hillcoat). Apunto lo de engañosa popularida­d porque nunca ha sido un escritor fácil, como demuestran estas dos crípticas novelas.

Siguen en ellas presentes los elementos definitori­os de su literatura: la prosa adustayafi­lada,losdiálogo­ssinguiony­muchas veces sin acotación alguna para indicar quién habla, el gusto por los climas opresivos, el empeño en indagar en la culpa y el pecado, la violencia (aquí más soterrada, sustituida por la angustia)… Pero estas novelas basculan hacia la reflexión y la especulaci­ón –en ocasiones cayendo en la pura divagación– y el interés por explorar la dimensión metafísica del ser humano y las grandes preguntas por el sentido de la vida, temas que ya anunciaba la pieza teatral The sunset limited, meditación sobre la fe y el ateísmo. McCarthy apuesta muy alto y avanza en equilibrio sobre el alambre entre lo sublime y lo ridículo. Sin ser novelas redondas, El pasajero y Stella Maris contienen toneladas de gran literatura, servida por una prosa imbatible muy bien traducida al castellano por Luis Murillo Fort. Los dos hermanos Western huyen, uno físicament­e, la otra hacia la locura. Su destino es trágico y solo puede ser redimido por el amor, como deja claro el desolado y bellísimo final de |

Cormac McCarthy

El pasajero - Stella Maris / El passatger- Stella Maris PENGUIN RANDOM HOUSE/EDICIONS 62. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: LUIS MURILLO FORT/AL CATALÁN: LAURA SAGARRA. 624/

608 PÁGINAS. 24,90 EUROS. A LA VENTA EL 10 DE NOVIEMBRE

 ?? JIM SPELLMAN ?? La culminació­n de una carrera
McCarthy en noviembre del 2019 durante el estreno en cine de ‘The road’ (‘La carretera’), basada en su novela apocalípti­ca homónima
JIM SPELLMAN La culminació­n de una carrera McCarthy en noviembre del 2019 durante el estreno en cine de ‘The road’ (‘La carretera’), basada en su novela apocalípti­ca homónima
 ?? ARCHIVO ?? Kelly Macdonald y Josh Brolin en la película ‘Sin lugar para los débiles’ de Joel y Ethan Coen, basada en la novela de McCarthy ‘No es país para viejos’
ARCHIVO Kelly Macdonald y Josh Brolin en la película ‘Sin lugar para los débiles’ de Joel y Ethan Coen, basada en la novela de McCarthy ‘No es país para viejos’
 ?? ARCHIVO ?? Fotograma de la película ‘La carretera’ dirigida por John Hillcoat basada en la novela homónima de Cormac McCarthy
ARCHIVO Fotograma de la película ‘La carretera’ dirigida por John Hillcoat basada en la novela homónima de Cormac McCarthy

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