Cuando los jóvenes huían del gris
Eduard Márquez reconstruye los efectos de Mayo del 68 sobre la sociedad catalana: las luchas antifranquistas, obreristas, catalanistas y la nueva cultura
Es un proyecto muy ambicioso y literariamente comprometido, entre el documento y la narración
Hace unas semanas, a propósito de otro libro sobre los años sesenta que ha de salir, un amigo que los vivió (y que no aparece en la lista de informadores de 1969 de Eduard Márquez) me decía que los años sesenta, aquí, no comportaron la revolución juvenil, cultural, ni sexual. “Enfants terribles d’estar per casa –me escribía–, gratin cultural dontancredista, classes mitjanes traient el cap de les galledes d’escombraries de la història, burgesia analfabeta, fills de papà pseudorevolucionaris...”. Es una visión que contrasta con la fascinación que los sesenta ejercen sobre muchos de los que nacimos en aquellos años. ¿A qué responde esa fascinación? ¿A no haber podido vivir un momento que nos llega iluminado por la ilusión de la épica? ¿Existe un vínculo biográfico? Muchos, hijos de familias despolitizadas, miramos con admiración a los hermanos mayores que, en lugar de quedarse en casa tranquilamente, se comprometían entrando en una célula comunista o repartiendo propaganda clandestina en la puerta de las fábricas. Los años setenta están también muy mitificados –¡mucho!– pero terminan con el fiasco de la transición, mientras que los sesenta van de subida y culminan con la desintegración del franquismo.
1969 de Eduard Márquez es un extensísimo relato sobre la generación del 68. Arranca con el asalto al rectorado de la Universitat de Barcelona, el 17 de enero de 1969, cuando un grupo de jóvenes lanzaron el busto de Franco por la ventana, y con la declaración del estado de excepción. Y va siguiendo los acontecimientos, a lo largo de todo un año, con la estrategia de la novela de no ficción. Márquez ha entrevistado a decenas de protagonistas de aquel año y transcribe sus declaraciones. Paralelamente introduce documentos oficiales, informes de la policía, comunicados internos de partidos y sindicatos, noticias de prensa. Entre unos y otros se establece un juego: la realidad oficial y el recuerdo, filtrado por cincuenta años de distancia.
La idea es ofrecer un fresco de aquel momento, con voces superpuestas que el lector tiene que adivinar a quién corresponden porque, a diferencia de lo que pasaría en un documental televisivo o en una película, los informadores no aparecen con su nombre. Podemos pensar: este fotógrafo que corre detrás de los manifestantes es Pilar Aymerich, este personaje es seguro Pau Riba, porque afirma ser grafista de Discos Concèntric y estuvo en Formentera, los del atraco son militantes del MIL... Pero no se dice y quizás no es importante. A Márquez le interesa mostrar la inquietud del momento. Mostrar el mismo runrún entre catalanistas, comunistas, sindicalistas, y también falangistas que renegaban del Movimiento. Los entrevistados hablan de la familia (y a menudo de los conflictos con los padres), de las experiencias escolares, de la iniciación en la lucha antifranquista. Y de las consecuencias de sus actividades cuando terminaban en la comisaria de la Laietana o en la cárcel Modelo.
Es un proyecto muy ambicioso y literariamente comprometido, que recuerda otros libros clásicos basados en el juego entre documento y narración: Ocho meses y un día en el Gobierno Civil de Barcelona. Confesiones y testimonios (1932), de Paco Madrid, o Pedra de toc (1971), de Maria Aurèlia Capmany. Creo que la exhaustividad, el objetivismo y la voluntad panorámica le juegan en contra, porque aunque el libro se lee bien, en ningún momento se llega a dibujar una tensión que tire del argumento. Si has leído L’home que va estimar Natàlia Vidal (2003) de Julià de Jòdar, si has visto Veinte años no es nada (2004) de Joaquim Jordà, hechas en falta una visión más personal y másmalauva.