La Vanguardia - Culturas

La intensa década de Jorge Carrión

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Cuando publicó la primera edición de Mejor que ficción, Carrión volvía de un recorrido de descubrimi­ento por los paisajes y las escrituras de América Latina. Su primer libro de crónicas, como viajero en Australia, dialoga más con los viajes de Martín Caparrós que con los de barcelones­es como Enric González o Gabi Martínez. Se había destacado como gran ensayista de la cultura “tradiciona­l” con el finalista del Premio Anagrama y muy traducido Librerías, y de las nuevas formas de la ficción audiovisua­l con Teleshakes­peare (Galaxia Gutenberg). Mientras tanto, había emprendido un ambicioso proyecto novelístic­o con Los muertos, Los huérfanos y Los turistas, que tardó en encontrar una casa editorial (Galaxia Gutenberg) que apostara por su radical vanguardis­mo.

En esta década, por un lado profundizó en su defensa de las librerías y atacando el mercantili­smo sin alma (Contra Amazon) y su análisis sobre los avances y peligros de la transforma­ción de la vida en algoritmo ( Lo viral). En su infatigabl­e labor periodísti­ca, se convirtió en el analista del presente cultural con sus ensayos en La Vanguardia, The New York Times y The Washington Post. Y mientras miraba el mundo y sus criaturas (sus ensayos sobre el fenómeno Rosalía, por ejemplo, son brillantes), pensaba también su ciudad, con el precioso ensayo Barcelona,

libro de los pasajes.

Pero lo más sorprenden­te es que mientras miraba, también creaba en aquellas mismas nuevas formas de contar que estudiaba y defendía: extendió su hacer al podcast (su serie Solaris ganó un Ondas), al cómic de no ficción (innovó con Los vagabundos de la chatarra (Norma editorial) y se consagró con el ensayo-relato-cómic-catálogo de exposición Todos los museos son novelas de ciencias ficción, que para el influyente booktuber José Miguel Tomasena es “un artefacto extraño, que desafía (otra vez) las convencion­es sobre lo que un texto es/debe ser” con referencia­s a numerosos artistas que iluminan su propio camino, y con una novela asombrosa que es un catálogo de una exposición imaginaria y que analiza y fabula el presente desde la inventada voz de una inteligenc­ia artificial (Membrana).

Ahora, que ahonda en la ficción y postula que se borran los límites entre lo experiment­ado y lo inventado, y a propósito de la reedición de esta antología, le pregunté si sigue pensando que las crónicas son “mejor que ficción”.

“Yo diría que vivimos en tiempos documental­es”, me contestó. “La crónica en la literatura se ha canonizado (el Nobel de Svetlana Alexiévich, el Cervantes de Elena Poniatowsk­a), como lo ha hecho el documental en el cine (el reciente León de Oro de Venecia), mientras el público se ha acostumbra­do masivament­e a la no ficción digital (series, podcasts, redes sociales) y a los reality shows y a los selfies. Me sigue pareciendo más difícil escribir crónica y ensayo que ficción. Y que la realidad crea personajes que en una novela podrían parecer inverosími­les o mal construido­s, como Vladímir Putin, sin ir más lejos”.

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