La Vanguardia - Culturas

El fin del ‘Homo plasticus’

A mediados del siglo XX la población de los países desarrolla­dos entró en una espiral de consumo sin fin gracias a la ‘petromoder­nidad’; una exposición ahora plantea sus excesos

-

ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN

La populariza­ción del plástico en la segunda mitad del siglo XX llenó la vida de las personas de cosas que necesitaba­n y de otras muchas que no necesitaba­n. O que no sabían que necesitaba­n hasta que las tuvieron.

También las llenó de objetos inservible­s y de microplást­icos, acumulados en el medio ambiente, en los desechos de las ciudades, en los mares, en la carne de los animales que luego ingerimos.

Una historia, parafrasea­ndo el título de la novela de Amos Oz, de amor y oscuridad, y es en esta fase oscura en la que nos encontramo­s ahora. ¿Qué hacemos con los restos de aquellos años de luz y de color? ¿Qué hacemos con los restos de ahora? ¿Podemos sustituir tanta maravilla con otros materiales o es el momento de plantearse una vuelta atrás real en lo referente al consumo?

A principios de la Segunda Guerra Mundial, dos químicos británicos, Victor Yarsley y Edward Couzens, pioneros en el desarrollo de los plásticos, publicaron un librito titulado Plastics, en el que expresaban su confianza en el material que, creían, iba a reformular el mundo, como efectivame­nte sucedió, aunque a un coste que ellos no imaginaron. “Pensemos en un habitante de la Era del Plástico. Este Hombre de Plástico entrará en un mundo de color y superficie­s resplandec­ientes.

Crecerá rodeado de juguetes irrompible­s, esquinas redondeada­s, paredes a prueba de golpes. No habrá bordes afilados o superficie astillada, con podredumbr­e o descomposi­ción. La ropa repelerá la suciedad y las arrugas. Viajará en coches ligeros, barcos y aviones, se divertirá con películas hechas de plástico, escuchará radios con carcasa de plástico. Llevará gafas de plástico para corregir problemas de visión y dentaduras postizas de plástico para reemplazar los dientes perdidos, y, cuando llegue la muerte, será enterrado en un ataúd sellado higiénicam­ente hecho de plástico”. La realidad no llegó a tanto, pero casi, y condiciona el presente.

La exposición Plastic: remaking our world, organizada por los museos Victoria and Albert y Vitra Design, no ofrece respuestas fáciles a estas preguntas, pero analiza las opciones y ofrece muchas claves del pasado reciente. Por ejemplo, cómo se introdujer­on los objetos desechable­s, bolsas, cubiertos, vasos de usar y tirar, a los que la población era inicialmen­te reacia. Igual que se enseñó/dirigió a la sociedad a utilizarlo­s, también se puede realizar el proceso contrario, explica la investigad­ora Susan Freinkel en uno de los textos del catálogo. Freinkel es autora de Plástico. Un idilio tóxico (Tusquets), para quien quiera saber más sobre cómo hemos llegado hasta aquí.

Yllegamosc­omosiempre­noporuna

sola causa, sino una conjunción de factores, algunos de los cuales tienen nombres como colonialis­mo o democratiz­ación. Enelprinci­pio,estabanEur­opayAméric­a del Norte, cuyos habitantes vieron cómo sus vidas cambiaban rápidament­e en el siglo XIX, primero con el comercio y la llegada de artículos y materiales de las colonias, y de esclavos a estas para aumentar la producción. El otro factor fue una revolución industrial que no solo creaba obreros, sino también administra­tivos, puestos de trabajo en el campo para alimentarl­os y en las ciudades para servirles. Una naciente y rápidament­e próspera clase media compró casas y empezó a llenarlas con vajillas, muebles, cosas, tantas que en las últimas décadas del XIX la escasez de algunos de estos materiales, como el marfil o el carey, por las matanzas de elefantes y tortugas, hizo subir sus precios y por tanto los volvió menos accesibles.

La extensión a amplias capas sociales de estos bienes, basados en la explotació­n de unos recursos naturales que ya se empezó a ver que eran finitos, llevó a la siguiente fase: ¿se podría hacer lo mismo con materiales­e imitaran a los naturales? Un ejemplo: The New York Times publicó a principios de la década de 1860 un anuncio con una recompensa de 10.000 dólares en oro a quien inventara un nuevo material para las bolas de billar, como explica en un ensayo breve para la exposición Mark Miodownik, científico y autor de Líquidos. Sustancias deliciosas y peligrosas que fluyen por nuestras vidas (Crítica )y Cosas (y) materiales (Turner). En realidad, los experiment­os ya habían empezado décadas antes, la respuesta estaba en la unión de dos palabras griegas: poly, que significa muchos, y mer, unidades o segmentos. La carrera por los polímeros había empezado, pero la era del plástico no llegó hasta que un científico belga, Leo Baekeland, anunció en 1909 el descubrimi­ento de la baquelita, un plástico llamado así en su honor, barato y versátil y que, a diferencia de otros, como el celuloide, que abrió las puertas al cine, no es inflamable. Ahora sí íbamos a rehacer nuestro mundo. Pero aún tardaría.

Susan Freinkel explica una leyenda urbana que, como todas las leyendas, tiene su parte de realidad. El celuloide, la baquelita y otros plásticos se abrían camino, pero lentamente, porque sus creadores eran científico­s, no hombres de empresa. Hasta que supuestame­nte John D. Rockefelle­r, viendo las llamas azules que brotaban de las chimeneas de sus refinerías, preguntó qué era lo que ardía. “Desechos del proceso de refinación que no sirven para nada”, le contestaro­n. “Pues busquemos

“El plástico no creó el estilo de vida desechable, había grandes fuerzas económicas y sociales tirando en esa dirección”, Susan Freinkel

Los consumidor­es, salidos de la escasez de una guerra mundial, se resistiero­n al principio a los artículos pensados para usar y tirar

algo que hacer con ellos. No creo en desperdici­ar nada”, contestó el magnate. Resulta cruelmente paradójico que fuera precisamen­te la idea de aprovechar­lo todo la que diera paso a su antítesis por excelencia: los productos de usar y tirar. Llegaba la petromoder­nidad.

Ahora, los científico­s buscaban “mejorar la naturaleza”. Y en esta mejora se consiguier­on éxitos indudables, como el nailon. A diferencia de lo que vendría después, aquí no se creó una necesidad, sino que existía realmente; las mujeres solo podían elegir para sus medias la costosísim­a seda o el rayón, poco atractivo. Pero sí sucedió un anticipo de las futuras campañas para otros artículos menos necesarios: la empresa productora tardó un año en lanzar las medias de nailon, y tras unos pocos días, volvió a cancelar las ventas; en su lugar, se anunció el día del Nailon, el 16 de mayo de 1940: cuatro millones de pares se agotaron en dos días.

El mundo empezó a mirar con otros ojos este consumo cuando en los años sesenta apareciero­n las primeras señales de sus estragos

El final de la Segunda Guerra Mundial marcó la entrada del plástico en los hogares gracias a los precios, pero también a las fuertes campañas publicitar­ias. “La Navidad es más divertida en nuestra casa con juguetes hechos de Styron”, decía uno de losanuncio­sdeDowChem­icalpromoc­ionando su poliestire­no. En 1947, la revista House Beautiful publicó un reportaje de 50 páginas titulado Plásticos: un camino hacia una vida mejor y más libre de preocupaci­ones. Y era en parte cierto, desde los muebles de fórmica a los Legos, hasta sus aplicacion­es en medicina, especialme­nte en cirugía y traumatolo­gía, en los medios de transporte, en seguridad. No, si el plástico trajo muchas cosas buenas, pero en la parte oscura, la producción se incrementó en la primera década tras la guerra en un 500 por ciento. La producción masiva de bienes asequibles democratiz­ó su disfrute en todo el mundo; como habían profetizad­o Yarsley y Couzens, había llegado la Edad del Plástico. A cambio, se creó una cultura de consumo sin fin basado en el binomio plástico-petróleo, con campañas como las que introdujer­on en los comercios las bolsas de plástico en los 70 y los cubiertos o vasos de un uso, que debieron superar la resistenci­a de la gente que había vivido la guerra y estaba acostumbra­da a reutilizar. Aún hoy se tiran cada año 40.000 millones de cubiertos.

Susan Freinkel deja claro que “el plástico no creó el estilo de vida desechable. Había muchas y grandes fuerzas sociales y económicas que empujaron a los consumidor­es en esa dirección”. La venda empezó a caer a finales de los 60, cuando se conocieron los estragos causados por los desechos plásticos en el medio ambiente, pero en 1979 se producía ya más plástico que acero. Hoy, una ballena azul puede ingerir hasta diez millones de microplást­icos al día accidental­mente. Es necesario analizar cómo hemos llegado a ser tan dependient­es de estos materiales y revaluar dónde su uso es esencial y dónde pueser reemplazad­o, concluye la muestra. Si no ponemos fin al Hombre de Plástico, el plásticoac­abaráconel­hombre.

Plastic: Remaking our world

VICTORIA AND ALBERT MUSEUM. DUNDEE. GRAN BRETAÑA. WWW. VAM.AC.UK/DUNDEE. HASTA EL 5 DE FEBRERO DEL 2023

 ?? GETTY. ?? La ciudad china de Yiwu es el mayor mercado mundial de productos de convenienc­ia y una muestra de cómo el abuso del plástico ha creado una cultura de consumo insostenib­le
GETTY. La ciudad china de Yiwu es el mayor mercado mundial de productos de convenienc­ia y una muestra de cómo el abuso del plástico ha creado una cultura de consumo insostenib­le
 ?? ??
 ?? ?? PETER STACKPOLE: ‘THROWAWAY LIVING’ (VIDA DESECHABLE), 1955. Esta fotografía sirvió para ilustrar un reportaje en la revista ‘Life’ sobre el uso de artículos desechable­s como una forma de reducir las tareas del hogar
PETER STACKPOLE: ‘THROWAWAY LIVING’ (VIDA DESECHABLE), 1955. Esta fotografía sirvió para ilustrar un reportaje en la revista ‘Life’ sobre el uso de artículos desechable­s como una forma de reducir las tareas del hogar
 ?? ?? TELÉFONO ‘FRANKFURT’ o ‘BAUHAUS’, 1929, BAQUELITA Richard Schadewell y Marcel Breuer diseñaron este aparato de marcación rotatoria que se hizo enormement­e popular
TELÉFONO ‘FRANKFURT’ o ‘BAUHAUS’, 1929, BAQUELITA Richard Schadewell y Marcel Breuer diseñaron este aparato de marcación rotatoria que se hizo enormement­e popular
 ?? ?? ANUNCIO DE CELOFÁN, 1956. La publicidad de este envoltorio, en este caso de Du Pont, enfatizaba sus beneficios: higiene, frescura y protección.
ANUNCIO DE CELOFÁN, 1956. La publicidad de este envoltorio, en este caso de Du Pont, enfatizaba sus beneficios: higiene, frescura y protección.
 ?? ??
 ?? MUSEUM OF DESIGN IN PLASTICS ?? BANDEJA DE PÍCNIC ‘PLACK’, 1977, POLIESTIRE­NO. Diseñada por Jean-Pierre Vitrac, se compone de plato, taza y cubiertos de usar y tirar, separables y apilables
MUSEUM OF DESIGN IN PLASTICS BANDEJA DE PÍCNIC ‘PLACK’, 1977, POLIESTIRE­NO. Diseñada por Jean-Pierre Vitrac, se compone de plato, taza y cubiertos de usar y tirar, separables y apilables
 ?? MUSEUM OF DESIGN IN PLASTICS ?? BOTELLAS ‘HAX’ y ‘FLIP’, 1950-70, POLIETILEN­O. En 1954 se creó una botella como un limón con tanto éxito que pronto se hicieron más con otras formas
MUSEUM OF DESIGN IN PLASTICS BOTELLAS ‘HAX’ y ‘FLIP’, 1950-70, POLIETILEN­O. En 1954 se creó una botella como un limón con tanto éxito que pronto se hicieron más con otras formas
 ?? DESIGN MUSEUM, HELSINKI ?? SILLA ‘PALLO’, 1963, POLIÉSTER REFORZADO. Creado por Eero Aarnio para Asko, este sillón giratorio fue uno de los iconos de los 60
DESIGN MUSEUM, HELSINKI SILLA ‘PALLO’, 1963, POLIÉSTER REFORZADO. Creado por Eero Aarnio para Asko, este sillón giratorio fue uno de los iconos de los 60
 ?? ?? THE OCEAN CLEANUP: LIMPIEZA, 2021 Miembros de este grupo no gubernamen­tal extraen plásticos mediante redes en el océano
THE OCEAN CLEANUP: LIMPIEZA, 2021 Miembros de este grupo no gubernamen­tal extraen plásticos mediante redes en el océano

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain