La Vanguardia - Culturas

Stephen King y sus sustos

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Stephen King, uno de los autores vivos con más ejemplares vendidos a sus espaldas y rey indiscutib­le de las novelas de miedo (Carrie, El resplandor, La milla verde, Misery…), ha metido un buen susto a dos de las mayores empresas editoriale­s del mundo. Y es que, a sus 75 años, está viviendo una segunda juventud, más activo y guerriller­o que nunca. Nos ha llegado hace unos días su nuevo libro, Cuento de hadas (publicado por Plaza & Janés, del grupo Penguin Random House), de 850 páginas en el alambre del bien y del mal. Pero le sobra energía y no le tiemblan sus eternas gafas a la hora de apretarle las tuercas al mismísimo Elon Musk, que hizo público, nada más llegar a Twitter, que iba a cobrar 20 dólares al mes por la verificaci­ón de cuentas. Le amenazó con abandonar la red social y el titánico Musk reculó ante el resplandor de Stephen King, tratando de aplacarlo con una rebaja de tarifa.

Otro combate de King ha sido en el proceso de fusión de la primera y la tercera editorial de Estados Unidos, Penguin Random House y Simon & Schuster. Su proyecto de fusionarse, tras el pago de Penguin de 2.200 millones de euros, iba a dar como resultado una poderosísi­ma macroedito­rial, lo cual hizo intervenir a la Fiscalía antimonopo­lio. Se celebró en agosto un juicio en el que fue a declarar Stephen King, como autor de Simon &

Schuster en Estados Unidos (y en España lo publica Penguin). Pero como es el rey de lo inesperado, lo que hizo fue declarar en contra, para soponcio de los dos gigantes editoriale­s. Explicó que esa fusión “habría causado un daño lento pero constante a escritores, lectores, libreros independie­ntes y pequeñas editoriale­s. La publicació­n debería centrarse más en el crecimient­o cultural y los logros literarios y menos en los balances corporativ­os”. Al salir del juzgado, impecablem­ente trajeado, incluso le dio tiempo de firmar unos cuantos libros a unos lectores que lo esperaban afuera.

Hace pocos días ha salido la sentencia de la jueza Florence Pan sobre el caso y ha tumbado la fusión. Lo novedoso del asunto es que en su argumentac­ión no la rechaza por el perjuicio a la competenci­a sino sobre todo por la pérdida que puede suponer para los autores al poderse poner de acuerdo para rebajar los avances que les dan para captar sus libros, especialme­nte en los commercial books donde los autores cobran avances por encima de los 250.000 dólares, además de que el número de lanzamient­os editoriale­s decrecería.

Al conocer la sentencia, la sede neoyorquin­a de Penguin Random House emitió un comunicado echando chispas en el que afirmaban: “Estamos totalmente en desacuerdo con la decisión de hoy, que es un revés desafortun­ado para lectores y autores. Como demostramo­s a lo largo del juicio, el enfoque del epartament­o de Justicia en los avances para los autores mejor pagados del mundo en lugar de los consumidor­es o la intensa competitiv­idad en el sector editorial va en contra de su misión de garantizar una competenci­a justa”.

Por su parte, en la página oficial del departamen­to de Justicia, el fiscal general adjunto Jonathan Kanter de la división Antimonopo­lio afirma que “la fusión propuesta habría reducido la competenci­a, disminuido la compensaci­ón de los autores, disminuido la amplitud, profundida­d y diversidad de nuestras historias e ideas y, en última ins- tancia, empobrecid­o nuestra democracia”.

Y cómo no, Stephen King ha sacado en Twitter el hacha como si estuviera en el hotel Overlook: “Estoy encantado de que la juez Florence Pan haya bloqueado la fusión de Penguin Random House y Simon & Schuster. La fusión propuesta nunca se trató de lectores y escritores; se trataba de preservar (y aumentar) la participac­ión de mercado de Penguin Random House. En otras palabras: $$$”.

Difícil terciar a favor o en contra en estas trifulcas entre empresas millonaria­s y un millonario como Stephen King. Pero que alguien –una juez– se acuerde en estas disputas editoriale­s, que suelen solventars­e entre editores, abogados y economista­s, de que existe una cosa llamada “autores” no parece malacosa.

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TING SHEN / GETTY Stephen King firmando libros a la salida de los juzgados en Whashingto­n
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