La Vanguardia - Culturas

Un corazón demasiado grande

El autor de la internacio­nalmente aclamada ‘El olvido que seremos’ publica la historia novelada de un sacerdote cinéfilo de Medellín

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⁄ El libro no rehúye los escándalos de la Iglesia pero no pagan justos por pecadores, y ofrece un diálogo entre fe y ateísmo ⁄ La vida del sacerdote enfermo en la casa, rodeado de niños, servicio y visitas, brinda un atractivo fresco

La vida y la escritura se enredan en la literatura de Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958). Una vida compartida como tributo al padre asesinado en El olvido que seremos, éxito inapelable, unas páginas que han quedado grabadas en nuestra memoria –ahora también gracias a la película de Fernando Trueba–. Ocho años después, en el 2015, llegó La oculta, donde de forma menos explícita aparecían elementos del entorno del autor. En el 2019 publicó el voluminoso dietario Lo que fue presente donde vuelca abiertamen­te en palabras la intimidad de la vida transcurri­da.

Ahora nos llega Salvo mi corazón, todo está bien, una novela con un buen título, tomado como en el caso del Olvido de un poema –allí eran unos versos de Borges, aquí de Eduardo Carranza–. Idóneo para englobar la vida de un sacerdote de Medellín, Luis Córdoba (Luis Alberto Álvarez en la vida real y al que trató el autor), apasionado del séptimo arte (ejerce de crítico en varias publicacio­nes), de la ópera (que aparece en estas páginas a través de QR que remiten a enlaces de YouTube), de la comida y de las mujeres (cultiva su amistad y fantasea con ellas sin ir a mayores; otra cosa ocurre en el plano imaginado o soñado).

Este personaje excesivo, también en tamaño, era apodado Gordo y bien merecía que su vida fuera contada. En 1996 tenía cincuenta años y un problema cardíaco que solo se podía solucionar con un trasplante, una cardiopatí­a dilatada, un corazón muy grande. Así que se habla y mucho del funcionami­ento del órgano vital pero también de las pasiones, sentires y pesares que acompañan el alma del personaje.

Un cura más joven y homosexual, Lelo, ejerce de narrador, para Joaquín, amigo de Córdoba y aquejado también de una dolencia –quizá un mediador innecesari­o en el texto–. La vida del sacerdote enfermo en la casa de Teresa, exmujer de Joaquín, rodeado de niños, servicio y visitas nos brinda un atractivo y pintoresco fresco.

En medio, un clérigo que no viste hábito y que predica más desde la cultura –demasiado prolíficas y abundantes las alusiones– que desde el púlpito. Un hombre desconcert­ante que defiende a Dios a través de las personas.

El libro no rehúye los escándalos de la Iglesia pero no pagan justos por pecadores. Ofrece un diálogo sosegado entre la fe y el ateísmo para resaltar la bonhomía del protagonis­ta. La violencia y la inminencia de la intervenci­ón proporcion­an las mejores páginas.

Se da la circunstan­cia de que Abad escribió este libro durante la pandemia y que fue en ese tiempo cuando se agravó una dolencia cardíaca que le llevó a pasar por el quirófano, como el protagonis­ta de la novela. Quizá esa circunstan­cia personal incida en el texto y le exima por la excesiva y redundante minuciosid­ad en las explicacio­nes del funcionami­ento delcorazón.

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 ?? ?? A la izquierda, Héctor Abad Faciolince. Abajo, una escena de la película
‘El olvido que seremos’
A la izquierda, Héctor Abad Faciolince. Abajo, una escena de la película ‘El olvido que seremos’

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