Manantial que no cesa
Escrita a lo largo de 24 años, esta novela de Vicente Luis Mora se desarrolla dentro de una libertad absoluta. Por un lado es itinerante, y por el otro circular
⁄ La estructura en secciones permite que nos dejemos arrastrar por su fluidez o que nos detengamos ⁄ Como en algunos programas televisivos, en esta ‘fiesta literaria’ se pide también la participación del lector
Vicente Luis Mora, nacido en Córdoba en 1970, reside en Málaga y es profesor de Literatura en la Universidad de Sevilla. Poeta, narrador, ensayista y gestor cultural, fue director del Instituto Cervantes de Albuquerque (20072010) y del de Marrakech (2010-2014). Se explica que haya escrito: “Viajar estimula, despierta, de acuerdo, pero vivir en el extranjero un período largo abre la mente”; y que vea “los idiomas como transformadores de cultura”.
El nomadismo está en el centro en Circular 22, la obra que comento aquí: la errancia “es un tema hermoso, como pocos” y, nos recuerda, como apuntó Gilles Deleuze, que “las grandes figuras de la errancia marcan la historia del mundo, Ulises, don Quijote, el judío errante, Bouvard y Pécuchet, Bloom, Malone”. Circular 22 es la culminación de un proceso que cuenta con novelas como Fred Cabeza de Vaca (2017) o Centroeuropa (2020) –ambas reseñadas en este suplemento–, sin precedentes en nuestra narrativa. Mora reflexiona sobre su novela a lo largo del libro. Disfrazado de Monika Sobolewska, de la Universidad de Lòdzkia, su Introducción ,el Prefacio de los autores yel Epílogo crítico, junto al Prólogo de Javier Fernández, apoyan e iluminan estas reflexiones.
Escrita a lo largo de 24 años, se desarrolla dentro de una libertad absoluta. Se van sucediendo las teselas, llamadas incorrectamente párrafos, pues no son parte de un todo sino piezas independientes que se oponen a la clásica trama. Por un lado es una novela itinerante y por el otro circular, porque “la vida es redonda”. A los numerosos círculos que aparecen aquí se podrían añadir los nueve Círculos del Infierno, la mandala o, dentro de la sección “Metro (centro al viaje de la noche)” la Circle Line del metro de Londres o el largo poema Metropolitano, de Carlos Barral.
“Este libro es como Madrid, un círculo; porque es, como Madrid, ilimitado” y “nadie puede finalizar un círculo, lector. Sólo recorrerlo”. Junto a Madrid aparecen otras ciudades, entre ellas Nueva York, aunque los títulos de las teselas no siempre coinciden con el contenido. Aparecen frecuentemente referencias a las casas, las calles, el paseo, lo que vemos desde un coche o la perspectiva que nos ofrece la altura desde las azoteas y las terrazas. Vivimos la ciudad sin que se nos describa. Aparecen los hospitales, la basura, los pobres, los móviles, los museos que permiten adentrarnos en el mundo del arte. Y junto a este recorrido y a estas teselas, están los epígrafes: “Podríamos encontrar millones de citas que nos dicen que el vivir del hombre no es más que trazar círculos”.
Como en los programas televisivos Saber y ganar, Pasapalabra o La ruleta de la suerte, se pide la participación del lector en esta “fiesta literaria” en la que aparecen centenares de autores, entre ellos Borges, Octavio Paz, César Aira, Juan Goytisolo –con el que coincide en Marrakech–, Carmen Martín Gaite, el Madrid de Francisco Umbral, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa y compañeros de viaje como Joyce, Beckett o Italo Calvino y sus ciudades invisibles.
Circular 22 se ve animado por la presencia de poemas, algunos de ellos cercanos al rap con sus “rimas letales”, expresión del humor aquí siempre presente. Están los frecuentes diálogos, las narraciones, la lengua, con los coloquialismos o el mexicano de la tesela “Travesía Virgen de la Roca. Comisaría”. El lector no tiene que retroceder ante la extensión de la novela. El hecho de que sean teselas o secciones permite que nos dejemos arrastrar por su fluidez o que nos detengamos en cualquier momento, ajenos a la tensión de la trama. /