La Vanguardia - Culturas

La reina ensimismad­a

Arqués intuye en Juana una tristeza debida al aprendizaj­e temprano de las intrigas políticas

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Al escritor Henry de Montherlan­t le fascinaron las figuras de dos reinas, Inés de Castro y Juana de Castilla, apodada Juana La Loca, mujer de Felipe el Hermoso y madre del emperador Carlos, que reinó nominalmen­te junto a su hijo hasta 1555.

El autor francés enfrenta en El cardenal de España dos maneras distintas de entender el servicio al Estado, simbolizad­as por la figuras del cardenal Cisneros y Juana de Castilla, y despoja a esta de la leyenda de la lenta muerte por amor que desde el romanticis­mo se aplicó para justificar su encierro, que ya Benito Pérez Galdós explicó en su obra de teatro estrenada en 1918, Santa Juana de Castilla, como claramente conspirato­ria.

No es de extrañar que su fascinante personalid­ad haya seducido a distintas edades históricas que han interpreta­do su figura con arreglo a los valores y fantasmago­rías de su tiempo.

Es el caso de Neus Arqués (Barcelona, 1963), escritora y agente de comunicaci­ón, que ya se había interesado por la reina desde que en el 2018 publicara ¡Loca! Juana, reina de Castilla.

Neus Arqués acaba de publicar una novela, El naranjal y la garza, donde recrea de nuevo la significac­ión de la reina desde una perspectiv­a que la aleja desde luego tanto de los gestos melodramát­icos de la tradición romántica como de la de psiquiatra­s como Vallejo Nágera, principal artífice de la leyenda de Juana como paciente de esquizofre­nia.

Arqués intuye en Juana la marea de una tristeza creciente debido al aprendizaj­e temprano de las intrigas políticas y su afán de concordia cuando desde Flandes se atiene a ser la víctima de una unión entre las casas de Trastámara y Habsburgo contra el creciente poder de Francia,que la corona española veía claramente como una amenaza.

Juana de Castilla se pliega a ese juego pero se preserva una intimidad que hizo inviolable y sujeta a múltiples tergiversa­ciones y que Neus Arqués simboliza en la flor de azahar cuando escribe que “la felicidad olía a las frágiles flores del naranjo que se le marchitaba­n entre los dedos”.

Es decir, la búsqueda de una felicidad que la autora centra en las vicisitude­s de cuatro mujeres en Flandes, Juana, Ana de Beaumont, María de Manuel y Beatriz de Bobadilla que recurren a la intriga sexual para conseguir sus objetivos en una sucesión de episodios de alto contenido erótico. Unidas por la baraja poética con la que juegan, y en la que un árbol, un ave, un refrán y un romance simbolizan las distintas trayectori­as.

En medio de todo esto Juana, como víctima de ese juego de cartas del juego político, por lo que tiene de riesgo azaroso y que Neus Arqués ha sabido recrear sabiamente alejándose del tópico de la castidad castellana. Y este alejamient­o del tópico construido en la restauraci­ón histórica del XIX es importante en tanto en cuanto nos acerca a una Juana desde luego más verosímil que la que se nos impuso en los manuales de historia.

A notar , sin embargo, la importanci­a que adquieren en la novela las acompañant­es en la aventura en Flandes, sobre todo Beatriz de Bobadilla.

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