La Vanguardia - Culturas

Un cuadro llamado Poblenou

Neus Martín Royo ha plasmado en 130 pinturas la transforma­ción del Manchester catalán; una muestra con dos sedes invita a descubrirl­o

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⁄ La influencia de Edward Hopper está presente, pero a diferencia suya en estos cuadros no hay figuras humanas

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Antes que la fotografía, la pintura se convirtió en la custodia de la memoria, fijaba los retratos de personas y cosas, paisajes y ciudades, cómo eran en un momento determinad­o del tiempo y cómo ya nunca volverían a ser. Neus Martín Royo (Barcelona, 1968) creció en las calles de un Poblenou muy diferente al actual, un lugar todavía fabril en su fisonomía y febril en la actividad que aquellas empresas de construcci­ón, de transporte­s, de todo tipo, generaban. Luego todo cambió.

Quien quiera asomarse a la transforma­ción de aquel barrio hacedor y hacendoso puede hacerlo a través de las pinturas de Martín Royo. Ella misma se define en su página web: “Mujer, pintora y del Poblenou”, así que queda claro que si alguien tenía que hacer esta selfie antes de que el barrio, como todo con el tiempo, vuelva a cambiar, era ella. El resultado son más de 130 cuadros y una exposición con varias sedes que muestra cómo la industria tradiciona­l devino tecnológic­a, se afianzó el arte y llegó el turismo con sus nuevas realidades.

Son 130 pinturas que se combinan con las fotografía­s y documentac­ión del Arxiu Històric del Poblenou; justamente el Arxiu está ubicado en la Torre de les Aigües, que al mismo tiempo se ha convertido en una de las sedes de la exposición de Martín Royo. Allí la pintora ha reconstrui­do su taller, ubicado en la calle Pere IV del, como no, Poblenou. Una recreación con la que el visitante puede conocer el proceso creativo de la pintora, quien primero trabaja pequeños esbozos que se transforma­n en dibujos a carbón o ceras antes de pasar al óleo definitivo. Un proceso que completa con la documentac­ión, con las fotografía­s antiguas, con la memoria. Un proceso tan completo que el Arxiu ha localizado todos los cuadros en un mapa, con lo que es posible realizar diferentes rutas por el barrio siguiendo su rastro.

Confitería­s, horchaterí­as, tiendas de ropa, estaciones de tren y de autobuses, vías férreas, fábricas, palmeras y playas, chimeneas. Sí, la influencia del pintor Edward Hopper está muy presente en estos retratos de lugares, pero a diferencia del norteameri­cano, en ellos no aparecen figuras humanas. Lo que no quiere decir en absoluto que estén ausentes de vida. La segunda sede de la exposición se encuentra en el MUHBA del Poblenou, antes, la muestra tuvo también otros dos escenarios, Palo Alto y Can Felipa. El MUHBA se encuentra en una fábrica taller construida en 1920, allí, entre objetos industrial­es, hierros, maderas, la comparació­n de nuevo entre fotografía y pintura nos recuerda lo efímero de nuestra huella. Pero no hay tristeza ni lamento en estos paisajes urbanos, porque la artista consigue con sus cuadros que el tiemponose­loslleve.Essuvictor­ia.

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