Ha nacido una estrella
Manuel Vicent teje una historia de amor, alegría y desengaño en torno a la cupletista valenciana Concha Piquer, con el ambiente artístico de la época de fondo.
⁄ La Piquer, con sus baúles a cuestas, se mueve por València, Nueva York, La Habana, México o París
Manuel Vicent nació en Vilavella, Castellón, en 1936. Narrador y periodista, colaboró en revistas como Hermano Lobo o Triunfo y es celebrado por sus colaboraciones en El País con artículos, crónicas de viajes y sus perfiles, enormemente atractivos. Autor de la biografía García Lorca (1969) y de Retratos (2005), entre sus novelas, con una Valencia siempre presente, cabe destacar Pascua y naranjas (1996), Tranvía a la Malvarrosa (1995), Son de mar (1999) o Ava, en la noche (2020) y, ahora, Retrato de una mujer moderna. Su libro de memorias Contra Paraíso (1993) es un regreso a su infancia en Vilavella, aunque la autobiografía está presente en toda su obra, como lo está su oficio de periodista.
En las décadas de los cincuenta y los sesenta Franco utilizó el folklore como expresión castiza de la raza. La copla se convirtió en una especie de himno nacional. Conchita Piquer, la heroína de Retrato de una mujer moderna, no fue franquista porque, nos dice, le bastaba con ser ella. Pero era enormemente popular. Personalmente, aunque sigo recordando muchas de sus canciones, detestaba los cuplés y los pasodobles y, cuando llegué a Londres, se me abrieron las puertas que me llevaban a los Beatles o a los Rolling Stones. Abrí la novela de Vicent con enorme recelo, pero pronto me dejé seducir por la compleja personalidad de la artista en lo que puede considerarse una biografía al servicio de la ficción, o viceversa: “Sólo había unos pocos lances de su vida, pero mi ignorancia la suplía mi imaginación”.
Escuchamos la voz del narrador desde la primera página. València, donde nació la Piquer, está siempre presente, como lo está la Montaña en Pereda. Recorremos los pueblos de la huerta, la playa de la Malvarrosa, divisamos la torre del Miguelete, nos acompaña la Virgen de los Desamparados y, nos dice la cupletista, “no tanto como la Virgen de los
Desamparados me siento una valenciana famosa”. La bioficción, como en Unamuno es la nivola, nos narra su agitada vida como cantante y sus desgraciados amores entre otros con quien será su agente el maestro Penella, los boxeadores Benny Leonard y Paulino Uzcudum, y el torero Antonio Márquez. Se explica que se hable a menudo de folletín, melodrama, drama o tragedia, en lo que es “una historia de amor, de desengaño, de dolor y de alegría”. Algo que subraya Vicent con la hipérbole y en el énfasis en la intensidad emocional.
Al perfil de la cupletista hay que añadir el ambiente artístico de la época. Los compositores, especialmente Quintero, León y Quiroga; escritores amigos suyos, muy especialmente Blasco Ibáñez; otros que la admiraron, como García Lorca, o la celebraron, como Bernard Shaw o Stefan Zweig. Y un jurado estuvo a punto de concederle el premio Príncipe de Asturias. Entre sus miembros estaba Manuel Vázquez Montalbán, con quien claramente Vicent se identifica.
La Piquer, con sus baúles a cuestas, se mueve por València, Nueva York, La Habana... También por México, o París, ciudades de las que se nos recrea la atmósfera, como se recrea con todo detalle la época, con la mafia neoyorquina y la ley seca, el golpe de estado del general Primo de Rivera, la Guerra Civil y la posguerra, con el siniestro entre siniestros Queipo de Llano, “los tópicos de una España agitanada, patilluda y con sudor de pana”.
Hay aspectos poco desarrollados, como Guanabacoa y el babalawo, popularizados en sendas canciones, o discutibles (sus comentarios sobre la canción italiana, por ejemplo), pero muchos de los límites y omisiones son voluntarios, con el fin de mantener la intensidad de la novela.