Cervantes y don Juan de Austria
Basada en una providencia de Felipe II donde se manda prender al autor del ‘Quijote’
⁄ “O me iba de España o me cortaban la mano derecha. Todo por un duelo, una travesura de taberna, una tontería”
Hay muchas maneras de enfrentarse a esa gran opacidad que es el pasado cuando pretendemos escribir una novela histórica y a cuya resolución dos escritores como Stendhal y Flaubert dejaron la puerta abierta en una discusión que se quiere interminable: la de la obra documentada hasta el extremo, tal Salambô, y aquella producto casi por entero de la ficción, tal La Cartuja de Parma, ciudad que Stendhal apenas conocía y que, sin embargo, produce en el lector una familiaridad con el entorno descrito más verosímil que la realidad.
En Blanca Bravo (Barcelona, 1972), la adscripción a la tendencia stendhaliana es evidente: en La otra vida, por ejemplo, desarrolla un thriller sito en 1582 en Alba de Tormes, donde después de muerta, desaparecen gran parte de los manuscritos de Teresa de Jesús y el custodio aparece asesinado. Se le encomienda, entonces, a Rodrigo Hurtado de Mendoza, ahijado de Diego Hurtado, que esclarezca el caso. En esta novela, cuando es pertinente, la documentación se alía a la ficción pero nunca amenaza el buen desarrollo de la trama.
Sucede igual con esta su segunda novela, donde recrea a un joven Miguel de Cervantes al modo de un capitán Contreras pero con el alma crítica de un Lazarillo: “Huí a toda prisa a Roma hace sólo unos meses. O me iba de España o me cortaban la mano derecha. Todo por un duelo, una travesura de taberna, una tontería de bocas que se calientan a discutir...”. Basada en una providencia de Felipe II, fechada en 1569, donde se manda prender a un tal Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, lo que explica que se le encuentre en Roma, donde leyó a Ludovico Ariosto y a León Hebreo, es decir, el modelo del caballero medieval y el famoso tratado de amor neoplatónico, modelos entreverados de la posterior figura de Alonso Quijano, la novela mezcla hábilmente el rigor documental con la ficción más consecuente con esas premisas de las que se conocen pocos datos, que aprovecha Blanca Bravo para idear una trama donde está implicado Juan de Austria. En este sentido la autora da vida, por parte del joven Miguel de Cervantes que en la segunda parte de Don Quijote y por boca de este confiesa “que se le iban los ojos tras la farándula”.