¿Una historia del arte sin hombres?
Tres ensayos recogen la actividad de las mujeres artistas a nivel global o en Catalunya, un conjunto de nombres desconocidos o consolidados que merecen un lugar en textos y crónicas
¿Una Santa cena pintada por una mujer? ¿Pero no representaban únicamente flores, retratos y bodegones, las mujeres artistas? Pues sí, Plautilla Nelli (1524-1588) pintó este momento del Evangelio a pesar de tener prohibido crear escenas religiosas a gran escala por su sexo. ¿Cómo pudo hacerlo entonces? Pues gracias a la sororidad de sus compañeras: Nelli fue una monja dominica llamada también porelartequecreóuntallerdepinturaen su convento. Allí pintó este lienzo de siete por dos metros y suplió su falta de acceso a los modelos masculinos con otras religiosas, hecho que se evidencia en los rostros de los apóstoles, en especial de San Juan. Ay, hasta dónde habría podido llegar si la hubieran dejado, como reconoció el propio Giorgio Vasari en su Las vidas de los artistas: “Habría hecho cosas maravillosas si, como hacen los hombres, hubiera podido estudiar y aprender a dibujar y a trabajar según modelos vivos”.
Katy Hessel, una de las críticas de arte más prestigiosas del Reino Unido, ha tenido el atrevimiento de escribir una Historia del arte sin hombres. ¿Se puede? Por supuesto que se puede. A partir de Hildegarda de Bingen (1098-1179), autora de unas complejas ilustraciones para las que tuvo que pedir permiso al propio Papa, abundan los nombres hasta hace poco silenciados y/u olvidados. Kessel elabora una completa y geográficamente abierta línea temporal que va desde 1500 hasta este 2022; su título ya tiene mordida, porque se inspira en la canónica Historia del arte que E.H. Gombrich publicó por primera vez en 1950 y que no incluía a ninguna mujer. Este amplio volumen incorpora semidesconocidas monjas renacentistas, atrevidas pintoras barrocas y lo más actual. Estupendo.
Uno de los capítulos de Katy Hessel se dedica al arte botánico, y es que la representación floral ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia del arte, como señala la investigadora Consol Oltra Esteve en las primeras líneas de Quan les dones havien de pintar flors. La autora traza un breve recorrido por el género para centrarse en el grupo de pintoras que a finales del siglo XIX en Barcelona eligieron las flores como motivo principal de sus obras. ¿Solo por una cuestión de gustos? Por supuesto que no, ya que en la Llotja no se les permitía acudir a clases con modelos desnudos, así que, concluye la autora, era la propia escuela oficial a que llevaba a las artistas al género de la naturaleza muerta, y dentro de este y por libre elección, el tema favorito eran las flores. El libro recrea el ambiente cultural que envolvía al Modernismo en Barcelona e incluye un amplio y cuidadosamente documentado catálogo de pintoras, con sus biografías y algunas de sus obras. Una recuperación muy necesaria.
Igualmente necesaria es la que aporta la historiadora del arte Elina Norandi en Cent dues artistes, el primer ensayo que recoge de forma exhaustiva a las artistas catalanas desde el siglo XIX a la actualidad. El volumen, de gran formato y cuidada edición, traza una genealogía que incluye todas las prácticas artísticas y reproduce más de un centenar de obras. Porque las mujeres sólo están o han estado ausentes en la consideración social, mayoritariamente masculina, no en elarte.