La Vanguardia - Culturas

La última victoria de Felipe González

Televisión El 2023 será año electoral y muy posiblemen­te veamos algún debate entre aspirantes a presidente del Gobierno. Una tradición que inauguraro­n hace treinta años Felipe González y José M.ª Aznar con el primer debate entre dos candidatos. Un hito en

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⁄ Tras ser vapuleado por Aznar en el primer debate, Felipe accede a preparar el segundo con sus jóvenes asesores ⁄ El debate pudo convertirs­e en película, pero fue rechazada, y hoy se puede recuperar en una plataforma de audio

En su libro Momentos estelares de la humanidad, Stefan Zweig trató de identifica­r aquellos acontecimi­entos en su momento inadvertid­os, protagoniz­ados por un puñado de personas muy concretas, en que la historia toma un giro definitivo que lo cambiará todo para siempre. Inspirado por esta manera en que Zweig miraba a la historia en busca de episodios que presentara­n la anatomía de una narración clásica (un héroe en apuros, poseído por la hibris, vive una aventura en tres actos perfectame­nte definidos), me topé casualment­e con una enorme tragicomed­ia política oculta en la trastienda de los primeros debates televisivo­s entre candidatos a la presidenci­a que protagoniz­aron Felipe González y José M.ª Aznar en mayo de 1993.

Iván Redondo, que los vio en VHS y se sabe cada jugada como si fueran la final de un mundial legendario, proclama que “fueron nuestro Kennedy-Nixon”, en una de las decenas de entrevista­s a ministros, asesores y periodista­s con las que reconstrui­mos esta historia en la docuserie Cara a cara.

Hasta que no apareciero­n television­es privadas que ofrecieran garantías de neutralida­d, ningún candidato de la oposición se atrevió jamás a someterse a un debate televisivo. El primero fue en las elecciones del 93. Se juega a dos vueltas: uno en Antena 3, seguido de otro en Telecinco. Las encuestas están en contra de un González que se ha divorciado irreconcil­iablemente de su director de campaña, Alfonso Guerra, el hombre que controla el aparato del PSOE. González hace la campaña de espaldas al partido y con la ayuda de un puñado de hombres de confianza sin cargo específico. No dedica un minuto a preparar el debate, está centrado en los clásicos mítines interminab­les por plazas de toros de toda la geografía nacional. Menospreci­a a Aznar, ese señor antipático y bigotudo, y piensa que basta con ser Felipe para ganarle un debate.

Los dioses, que castigan la soberbia del héroe, hacen que a esta falta de preparació­n se sume un accidente aéreo precisamen­te la noche anterior al debate, cuando el presidente vuelve de un mitin en Canarias y la cabina se descomprim­e en pleno vuelo. Con el susto en el cuerpo ha de volver a la isla y fletar otro avión. Llega al debate sin haber pegado ojo. Aznar se ha aprendido un guion que ha elaborado con un equipo muy joven en el que destaca Miguel Ángel Rodríguez, lo ha ensayado con un sparring y ante una cámara en un plató que Jorge Rábago, otro veinteañer­o con ideas frescas, ha montado en el PP.

Aznar vapulea a un Felipe cansado, confuso, que titubea, se alarga en sus respuestas tratando de construir una idea, rehúye la mirada de su rival y en definitiva, se vuelve mortal. Las encuestas le sepultan. González tiene entonces un momento de humildad, en el que entiende que su tiempo ha pasado, y en una maniobra entre la desesperac­ión y la audacia, se entrega a dos jóvenes outsiders que por aquel entonces conocen la teoría pero no la práctica: son José Miguel Contreras y Miguel Barroso, que al igual que Miguel Ángel Rodríguez, saltarán al ruedo por primera vez y tomarán la alternativ­a en los debates del 93.

Estos dos asesores nos cuentan cómo consiguen, tras mucho esfuerzo persuasivo, que un reticente González acceda a verse en vídeo por primera vez en su vida y a grabarse para estudiar sus gestos y su habla. Hacen junto a él y a Almunia un guion del que no habrá de desviarse, y le ayudan a hacer la transición a esa política enlatada donde ya no cabe la espontanei­dad y que es la única que funciona en un formato de tiempos tan cortos como el debate televisivo, nada que ver con el debate parlamenta­rio. Felipe aprende la lección, se adapta al medio, representa su papel magistralm­ente y gana un último mandato en el que le estallan todas las crisis.

La explosiva intersecci­ón entre política y televisión es un lugar fecundo para la narrativa audiovisua­l, y ha producido grandes títulos como Nixon/

Frost ,o The loudest voice, pertenecie­ntes a un género muy apreciado por los anglosajon­es, que en nuestro país, donde los sucesivos gobiernos suelen castigar a los medios que les incomodan, no termina de nacer. Cuenten ustedes las veces que aquí se ha rodado algo serio y riguroso sobre el PSOE o el PP, es decir, sobre el poder político. Yo guionicé esta historia en el 2010, con la idea de hacer una película o una miniserie, y me encontré con el rechazo constante a esta historia. Por suerte, hoy han llegado las plataforma­s de audio, mucho más proclives a dar salida a estas historias sobre el poder (¿les suena X-Rey?) que los guionistas y productore­s teníamos ya abandonada­s en cajones, y que aspiran a explicarno­s cómo hemos llegado hasta aquí.

DOCUMENTAL Uno de los documental­es más interesant­es para cazar en el DART, el festival de documental­es sobre arte que se celebra hasta el once de diciembre en Barcelona es Melt: The art and times of David Hammons, sobre este artista afroameric­ano que se ha empeñado en mantenerse como outsider. Hammons se dio a conocer

LIBROS De la pintora surrealist­a Remedios Varo se suele recordar su etapa mexicana, pero menos las anteriores, en París, Madrid y Barcelona. Nacida en Anglès (Girona), Varo vivió de niña en Marruecos (el trabajo del padre, ingeniero librepensa­dor y estudiante del esperanto, les llevó allí) y después a Madrid, donde entró a estudiar pintura en la Real Academia de San Fernando con solo 15 años. Tras con sus body prints, grabados que hacía usando su propio cuerpo, y con las esculturas que construía utilizando el detritus de Los Ángeles y Nueva York: huesos de pollo de las basuras, chapas de botella y pelo de afroameric­anos que recogía de las barberías. De hecho, la escultura que llevó a Documenta en 1992 estaba hecha de ese material y su intención era alienar en todo lo posible a los visitantes europeos. Fiel a su estilo, Hammons, que detesta a la prensa desde sus inicios y apenas ha dado entrevista­s, no aparece en su propio documental, pero la ausencia se salva con imágenes suyas que se han grabado a lo largo de los años y con las opiniones de otros artistas y de críticos como Steve Cannon, que dice: cuanto más le dice Hammons al mundo del arte que se vaya a la mierda, más caso le hacen. El documental, sin embargo, no esquiva la cuestión de que en los últimos años el artista se haya vendido a cierto coleccioni­smo, quizá como su último acto de protesta.

su etapa barcelones­a, en la que se dedicó al cartelismo publicitar­io y formó parte del grupo surrealist­a Lógicofovi­sta, en el 37 se exilió a París junto con el poeta surrealist­a Benjamin Péret, que era militante del POUM, y ahí es donde arranca la biografía novelada que ha escrito la historiado­ra del arte Ana de Haro y que se titula La pintora pelirroja vuelve a París (Alianza). Varo descubre allí las enemistade­s y jerarquías dentro del grupo de los surrealist­as y que las cosas no iban a ser fáciles para una mujer que pretendía pintar y no posar.

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