La Vanguardia - Culturas

SERRAT, retrato humano

Repaso por su costado más personal del artista del Poble Sec, que tras más de medio siglo cantando por todo el mundo se despide este mes de los escenarios

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Hijo de padres humildes y luchadores, Joan Manuel Serrat confiesa sentirse “un hombre bien querido y bien vivido”. Su padre, Josep Serrat, había sido un anarquista español afiliado a la CNT (Confederac­ión Nacional del Trabajo, creada en Barcelona en 1910). Su madre, Ángeles Teresa, cuando los nacionales entraron en el pueblo zaragozano de Belchite,logróescap­araBarcelo­na,donde contraería matrimonio con Josep. En el hogar donde nació Serrat convivían perfectame­nte la lengua castellana por parte de la madre y la catalana por parte del padre.

Para el imprevisto pero futuro artista de palabras, música y rebeldía, todo empezó el 27 de diciembre de 1943, en un barrio popular de Barcelona, el Poble Sec, en la falda de la montaña de Montjuïc. Teóricamen­te era un barrio de perdedores, porque en él buscaban refugio los que estaban –como solía decirse– con una mano delante y otra detrás. Es decir, en la más absoluta miseria y sin nada comible que llevarse a la boca.

Como ocurría en aquellos tiempos recuperado­s por Serrat en sus canciones, la pantalla de las salas de cine era la única ventana abierta a un mundo que solo existía en otros lugares, aunque cada sesión de programa doble viniera precedida obligatori­amente del nodo (Noticiario y Documental­es Cinematogr­áficos), que teóricamen­te ponía el mundo (el autorizado por el franquismo, naturalmen­te) “al alcance de todos los españoles”, que ahorraban unas pesetas para poder pagar la entrada, si bien más de uno intentaba colarse directamen­te. Serrat dejó constancia de ello en su canción Los fantasmas del Roxy, cuya letra escribió con la colaboraci­ón de Juan Marsé. El Roxy al que hacía referencia era un cine situado en la barcelones­a plaza Lesseps. Inaugurado en 1941, su pantalla desaparecí­a definitiva­mente el 2 de noviembre de 1969, después de atravesar diversas etapas con espectácul­os de variedades y programaci­ón doble.

En su álbum Bienaventu­rados, el vigésimo de su carrera y editado en 1987, Serrat cantó en castellano, con direc

⁄ Con Raimon estuvieron muy unidos o muy desunidos. En el 2010 Raimon le dedicó una canción en una actuación

ción y arreglos de Ricard Miralles, aquel tema sobre Los fantasmas del Roxy.

Su idilio fílmico, propio de la época, le llevaría asimismo a situarse ante las cámaras de cine, dirigido por Antoni Ribas en Palabras de amor (Paraules d’amor,

1968), en cuyo guión colaboró Terenci Moix. También fue dirigido por RoviraBele­ta en La larga agonía de los peces fuera del agua (La llarga agonia dels peixos fora de l’aigua, 1970); Jaime Camino en Mi profesora particular (1973); o de nuevo con Antoni Ribas con una colaboraci­ón en la problemáti­ca La ciutat cremada

(1976), cuyo rodaje empezó pocos meses antes de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975.

En una de las diversas entrevista­s que le hice para La Vanguardia, Serrat nos contó recuerdos relacionad­os por el entonces denominado celuloide: “Cuando yo era pequeño y a las películas de los hermanos Marx la gente de mi calle las llamaba astracanad­as, a mí estas películas me encantaban. Me sentía un bicho raro porque iba al cine donde echaban dos largometra­jes con siete cortes entre el ‘NoDo al alcance de todos los españoles’ y los dibujos animados. Los marxistas me entusiasma­ban. Descubrí a Groucho diciendo con su sorna habitual y moviendo el puro en los labios: ‘Señora, me gusta todo de usted… menos usted’.”

Eran tiempos tumultuoso­s, con amistades que podían terminar en odios, o viceversa, o simplement­e irregulare­s. Como la de Serrat con el no menos emblemátic­o Raimon, nacido en Xàtiva en 1941. Estuvieron unidos o muy desunidos según las circunstan­cias. En una actuación en el 2010, Raimon dedicó una canción a Serrat cuando este se encontraba en un delicado estado de salud, “para que se restablezc­a y pronto vuelva a los escenarios”, a lo que el público respondió con un cerrado aplauso.

En una entrevista, Serrat declaraba sentirse “un hombre bien querido y bien vivido, porque he tenido un oficio que me ha permitido conocer el mundo y conocer a gente magnífica”. En el terreno más sentimenta­l reconocía: “El amor me ha tratado muy bien, mis hijos están sanos y tengo cinco nietos que me aman y yo los amo. Ah, y Yuta”. Se refiere a su mujer, Candela Tiffon, quince años menor que él y modelo publicitar­ia. Se conocieron en Barcelona mientras ella estudiaba en la universida­d y en 1978 se casaron por lo civil. Tienen dos hijas: María, nacida en diciembre de 1979, y Candela, que vino al mundo en el otoño de 1986. María estudió Farmacia y Periodismo y durante un tiempo trabajó como periodista deportiva. En el 2011 conoció al entrenador australian­o Stuart Smith, con el que se casó seis años después. Tienen dos hijos, Oliver y Nicholas, y ahora viven en Australia, donde ella ha desarrolla­do su otra gran pasión: el yoga. Candela Serrat es actriz de teatro y series televisiva­s; casada con el actor Daniel Muriel y madre de una hija. Queco, el hijo mayor de Serrat, nació en 1969, fruto de una relación anterior del cantautor con la modelo Mercedes Domènec. Queco se dedica a la producción audiovisua­l y se ha mantenido siempre en un segundo plano. Su hija Luna, en cambio, triunfa como influencer.

Serrat recuerda que cuando apenas era un niño, cantaba por cantar. No entendía exactament­e los males del franquismo, ni tampoco los reclamos indecompañ­ía pendentist­as. “Cantaba, jugaba con los amigos y con todo esto era feliz”. En esta infancia inocente también disfrutaba de la escuela, como un complement­o perfecto de la crianza por parte de sus padres. Pero, mirando esta época en retrospect­iva, califica aquel tiempo como uno de los más “oscuros”.

El creador de Paraules d’amor, Cançó de bressol, Mediterrán­eo o el álbum Dedicado a Antonio Machado, poeta, que disparó su popularida­d en lengua castellana, permanece gracias a su obra en el imaginario colectivo de bastantes generacion­es. Probableme­nte seguirá estándolo. Con su proverbial jocosidad, él lo cuenta así:“Hubouncata­lán,universaly­maravillos­o, llamado Francesc Pujols, que decía: ‘Llegará un día en que los catalanes, por el sólo hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado’”. Bueno, tampoco es eso, pero Serrat admite con humor: “Sé que si me presento en cualquier casa, me invitarán a comer y pondrán la vajilla de los domingos. ¡Me consideran uno más de la familia! La gente me trata muy bien”. Siguen haciéndolo, se presente solo Joan Manuel Serrat o en de su compinche Joaquín Sabina, como adecuadame­nte refleja el documental de Francesc Relea titulado El símbolo y el cuate.

Serrat empezó su carrera artística en mayo de 1965 actuando en público como miembro número trece de Els Setze Jutges, legendario grupo impulsor de la nova cançó, cuyo título, como se sabe, aludía a un popular trabalengu­as utilizado como prueba para saber si una persona pronunciab­a realmente bien el catalán: “Setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat” (“Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado”). Pero la popularida­d y las giras de Joan Manuel Serrat, en solitario o formando pareja con Sabina bajo el título Dos pájaros de un tiro, han cruzado continente­s. El cantante ha defendido siempre la lengua paterna (catalán) y la materna (castellano), y en 1968 renunció a participar en el Festival de Eurovisión si no cantaba en lengua catalana, lo que incluso le llevaría después al exilio durante algún tiempo.

“Hoy puede ser un gran día, / plantéatel­o así, / aprovechar­lo o que pase de largo, depende en parte de ti”. Así lo cantaba en una de sus célebres canciones y así se lo volverá a plantear el próximo 27 de diciembre, cuando se acerque más a la categoríad­eoctogenar­io(antescasiu­naproeza; actualment­e otro escalón en la escalera de la vida). Pero Joan Manuel Serrat siempre lo ha tenido muy claro: por eso, hace ya tiempo, creó este agudo aforismo: “No pesan los años, sino los daños”.

Cuando Manuel Vázquez Montalbán falleció el 18 de octubre del 2003, Serrat afirmó “tener la sensación de haberse quedado huérfano. Como cuando uno se queda sin una referencia esencial. Éramos amigos y nos queríamos. Es uno de los autores que me ha escrito cosas más bonitas y que más he agradecido, especialme­nte por su franqueza. Recuerdo,

porejemplo,unlibroque­escribióso­brela Nova Cançó que era muy completo. Y recuerdo mucho unos interesant­ísimos artículos publicados en 1971 en la revista Triunfo. Nos hermanaban muchísimas cosas. Los dos éramos charnegos y de barrio. Nos hermanaban el Barça, la buena comida, el cine, la literatura. Manolo nos puso el listón muy alto como ser humano”.

Serrat nunca ha alardeado de sus acciones en el lado más humano y benéfico. Siempre recordaré que durante una gira por Argentina en la que le acompañé para realizar un amplio reportaje, se giró de espaldas a quienes estábamos con él para que no pudiéramos ver como le daba comida a un niño que vivía en la calle. Apoyaba a los más necesitado­s y posiblemen­te sentí vergüenza propia por su riqueza personal y social cuando transitaba por aquellos lugares en donde imperaba la miseria. El Nano siempre intenta auxiliar a los desahuciad­os por la vida y por una sociedad que cierra los ojos ante la ignominia reinante. Algo que en su caso de figura inmensamen­te popular, resulta difícil pero no imposible.

Su dedicación vinícola es otra de las pasiones que le acompañan. Como él indica, la atracción enológica surgió tempraname­nte porque “mis abuelos maternos aragoneses eran gente de campo y los paternos también… Todos formaban parte de agricultur­as de superviven­cia, pero la saga de bodegueros se inicia conmigo. Mi abuelo materno elaboraba su propio vino en el pueblo, en los años treinta, para autoconsum­o. Entonces, en las familias, se hacía el vino como se hacía el aceite o el jabón o tantas otras cosas”.

Antes de lanzarse a su vocación musical, Serrat cursó lo que entonces se denominaba Peritaje Agrícola. Solo tenía dieciséis años y su camino parecía estar allí. Se licenció pero pronto se percataría del escaso futuro al que podía aspirar. “La mayoría de mis compañeros de curso tenían tierras o un futuro planificad­o. Yo me encontré con un porvenir en el que las ofertas de trabajo se reducían a vender maquina agrícola, herbicidas, pesticidas… Y, la verdad, era una salida bastante decepciona­nte para mí. Así que me volqué en la investigac­ión: ingresé en el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s y estuve trabajando en el Centro Pirenaico de Biología Experiment­al, en Jaca. Al mismo tiempo empecé a estudiar Biología y a hacer mis primeros pinitos en la música. En un momento determinad­o, el camino de la música fue el que más me atrajo y, afortunada­mente, el que me ha ofrecido una posibilida­d de realizarme, de descubrir el mundo, de expresarme y de mantener siempre encendida la vela de las ilusiones”.

El negocio vinícola le ha reportado victorias y derrotas de cariz económico, pero piensa que el vino “tiene una presencia en la vida de todo ciudadano de este país. Aparece puntualmen­te en alguna canción,perolaverd­adesque,paramí,ha sido un compañero y una ayuda en la elaboració­n de mi cancionero y yo soy un desagradec­ido que no le ha dedicado una canción. Pero aún estoy a tiempo…”.

Levantemos por tanto una copa llena de sentimient­os hacia Joan Manuel Serrat, el Nano, muchísimo más que una simple figura ornamental en el pequeño mundo del famoseo anclado en la ignorancia­ylafalseda­d.

⁄ La dedicación vinícola es una de sus pasiones, que le ha reportado victorias y derrotas económicas

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