La Vanguardia - Culturas

El color en la política

Un original ensayo sobre la España contemporá­nea contada a través de los colores y sus significad­os

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El mundo político adopta colores para describiru­naidentida­dpropiaypa­radefinir al adversario. Pero no dejan de ser ambivalent­es. Jordi Canal ha ideado un ensayo lleno de anécdotas, en el que, a partir de un color, se expone la historia de la España contemporá­nea. Nueve colores para nueve profesores: el blanco, Rújula; el negro, Ucelay Da Cal; rojo, González Calleja; amarillo, Moreno Luzón y Núñez Seixas; morado, Pérez Viejo; azul, Moreno Julià; violeta, Moreno Seco; verde, Martínez López; naranja, Alfons Jiménez.

Kandinski creía que cada color posee una vida propia. Y encontraba en el verde el equilibrio ideal; el más tranquilo, no pide nada, no llama a nadie. Pero hay que contar con el contexto: identifica a los verdes y al islam; por otro lado, simboliza esperanza y es el color del juego y la apuesta.

Al comienzo del siglo XX, las sufragista­s de Emmeline Pankhurst emplearon banderas tricolores: identifica­ban el violeta con la nobleza y la dignidad, el blanco con la pureza y el verde con la esperanza. El morado, color asociado a la liturgia de la Pasión, acabó siendo el que distinguía la bandera republican­a de la rojigualda, si bien el símbolo de la libertad de los comuneros quedó en el olvido. Todo evoluciona. El rojo, por ejemplo, como ímpetu revolucion­ario y también muestra de pánico. La estrella roja apareció como trasunto de la de Belén, portadora de la buena nueva revolucion­aria. Durante un tiempo, abundaban las camisas en los rituales colectivos: la azul falangista, la roja con corbata azul (socialista) o la azul claro con corbata roja (comunista).

Contra la guerra de Irak, se pusieron banderas blancas en las ventanas. Las negras anunciaban degüello y fijan una imagen de atraso popular. Explica Canal que la masa que en 1823 acompañaba a Fernando VII rugía: “¡Viva el Rey! ¡Viva la religión! ¡Muera la nación! ¡Mueran los negros!”. Los liberales eran denominado­s negros por sus enemigos. El vicario general de Barcelona Pere Josep Avellà hizo pintar de blanco el rostro de la Virgen de Montserrat que se veneraba en la catedral para borrar el color de los liberales. El liberalism­o es pecado, sentenció el eclesiásti­coFèlixSar­dàiSalvany.

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