La Vanguardia - Culturas

La memoria del deseo

Manuel Forcano presenta su colección de ‘selected poems’, una antología ideal para reencontra­rse con su escritura

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Suele considerar­se que el del deseo es el tema principal de los libros de Manuel Forcano (Barcelona, 1968), desde el lejano Les mans descalces (1992) hasta el más reciente, A tocar (2020). Y sí, en efecto, el deseo es un concepto omnipresen­te en los versos del autor, y su acción, su insoslayab­le llamamient­o (“Ningú no pot res contra el desig”), un fértil motivo de recreación literaria: “El que diu el meu desig / es fa carn en el que escric”.

Los dos versos que acabo de citar, del poema A tocar, me parecen el mejor resumen de la exploració­n lírica del barcelonés. Aunque, en puridad, si de lo que se trata es de hilar fino, el asunto primordial de su poesía es el de la evocación del deseo. La memoria adquiere toda suerte de formas, de colores. Se despliega en un inagotable inventario de ciudades, mayormente orientales (Estambul, Bagdad, Tel Aviv, El Cairo, Beirut, Argel, Nicosia). Y, sobre todo, halla magníficos pretextos para su articulaci­ón. El sujeto y el objeto del deseo se confunden una y otra vez. A menudo su ley (la del deseo) subvierte los términos, y los vercano sos dan cuenta de ello: “Has besat com fruita que mossegava boques” (verso que leemos en dos ocasiones) o “l’amor és un port / que arriba per fi a un vaixell”. Dos versos de la poesía Al cafè Sàhel d’Alep nos dan esta sencilla y honda formulació­n:

“No és només superfície, / la carícia”.

El propio poeta ha construido ahora este libro de poemas escogidos, una antología ideal, siguiendo una idea interesant­e –basada en la tradición angloameri­cana de los Selected poems– que la colección de poesía de Proa ha empezado a promover. Reencontra­mos su escritura limpia, sin aderezos retóricos, y la construcci­ón del poema entorno a una imagen seminal, inequívoca. Muchas veces los mimbres son elementale­s: agua, vino, trigo, fruta, miel. Las manos chorreante­s de aceite de unos mecánicos o los huesos de unas aceitunas abandonado­s en un plato provocan una reflexión sobre el deseo. Se evocan escenas en que prendió, inapelable, el deseo de los cuerpos: Foraplica severament­e, con un acento propio, la lección de Cavafis. Lo enciende también la voz de un vendedor de pescado que “recolzava les mans brunes al gel”.

Y no solo se sitúa en la familia poética del clásico griego. Forcano recuerda también a poetas como Eugénio de Andrade o Sandro Penna. Como el clásico griego, incorpora a figuras históricas en sus versos y les presta voz. Del segundo parece heredar la luz de las imágenes y una profundida­d dicha con levedad. Del tercero toma el orgullo homosexual.

Siempre he admirado la calidad de las metáforas y las imágenes del poeta barcelonés: el humo de dos amantes (fumadores) que se junta en el techo de un café. Los recuerdos que tratan de“arramadar-se [agruparse] en un poema”. En ocasiones, la dicción parece querer emular la lírica andalusí: “Com les espases dins les beines / caben les boques exactes / en els besos”.

Poesía, en definitiva, que acompaña.

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