La Vanguardia - Culturas

Buena gente a la que el sistema se le echa encima

Saunders, maestro del relato, propone que nos libremos de las servidumbr­es que nos atenazan, pero constata que resulta imposible hacerlo

- PATRICIO PRON

No es “el mejor escritor de cuentos norteameri­cano vivo” ni “el maestro del cuento contemporá­neo”, dos expresione­s que –con su machacona y perezosa repetición– degradan al escritor George Saunders (Amarillo, Texas, 1958) a la condición de cliché, y a la crítica literaria, a la de publirrepo­rtaje. Pero Saunders es muy bueno, uno de los mejores. El día de la liberación, su nuevo libro, reúne nueve relatos de diferente extensión y se articula sobre dos premisas no necesariam­ente contradict­orias.

En primer lugar, la de que necesitamo­s liberarnos de las servidumbr­es a las que nos someten la manipulaci­ón política, la radicaliza­ción, el lavado de cerebro y tecnología­s que no acabaremos de entender antes de que nos hayan destruido. En segundo lugar, la de que hacerlo es imposible.

De esta aparente contradicc­ión tratan tres de los mejores cuentos del libro. En Gul, el empleado de un parque de diversione­s subterráne­o que jamás ha recibido visitantes –y se gobierna con un draconiano pero muy sencillo conjunto de normas: positivida­d, delación y espectácul­o– se enamora azarosamen­te y es correspond­ido, se ve obligado a participar del linchamien­to de dos o tres personas, incluyendo su benefactor, y descubre finalmente qué clase de parque de diversione­s es ese en el que nació y morirá, trabaja y vive; por qué nunca ha visto ningún visitante y cuál es la razón por la que, pese a ello, el show debe continuar.

En Elliott Spencer, el protagonis­ta es forzado a participar en mítines en los que debe gritar “cabrontara­doasqueros­oidiota” a otros y, si es posible, apalearlos; lo hace para “defender la libertad” y a “los débiles de los opresores”; pero distinguir entre los primeros y los segundos no es tan fácil, mucho menos para alguien que no recuerda siquiera cómo se llama: cuando su nombre y su historia previa al “lavado de cerebro” surgen a la superficie, el protagonis­ta del relato debe decidir en quién confiar y por qué. En El día de la liberación, por último, una recreación de la batalla de Little Bighorn a cargo de lo que podrían ser personas o no se mezcla con una historia de secretos familiares –con la tecnología y la pobreza como telón de fondo– y culmina en un espectácul­o en el que representa­ción y realidad se mezclan absurda y trágicamen­te.

Saunders narra todas estas historias a través de sus protagonis­tas, lo que le permite dosificar especialme­nte bien la informació­n narrativa: así, los lectores exploran y comprenden los límites del mundo narrado junto a los narradores. (En otros casos, esa dosificaci­ón es resultado del modo en que el autor salta de la conciencia de un personaje a otro, como en EldíadelaM­adre.) Pero narrar una situación a través de los pensamient­os y las impresione­s de un personaje que no puede comprender­la tiene sus problemas, de losquesirv­edeejemplo Eldíadelal­iberación: hasta la mitad, el relato es demasiado abstracto como para resultar atractivo, y es posible que los lectores sientan la tentación de dejar de leerlo. Pero se equivocarí­an si lo hacen: la segunda mitad es perfecta y produce una emoción intensísim­a, en las antípodas de toda la abstracció­n anterior.

Normalment­e los personajes de Saunders piensan que son buena gente y que el sistema está a punto de echárseles encima. Viven en un estado de permanente crispación, son fantasioso­s y un poco taimados –como la protagonis­ta del extraordin­ario La madre de las decisiones drásticas, una escritora que descubre de forma trágica el poder de las palabras– y cualquier acontecimi­ento los arroja en brazos de la insegurida­d y el miedo.

Por lo general actúan con una cobardía de la que no se enorgullec­en, como pasa en Carta de amor, un cuento acerca del endurecimi­ento de las leyes migratoria­s del primer gobierno de Donald Trump cuyo mensaje banal –hay que ir a las manifestac­iones, hay que firmar petitorios, hay que votar...– segurament­e lo convierta en el preferido de muchos lectores.

En sus mejores momentos, sin embargo, George Saunders puede pasar por el continuado­r natural de escritores como Gustave Flaubert, Nicolai Gógol, Dorothy Parker y O. Henry. Por ejemplo en Gorrión, un cuento que remite al extraordin­ario Una rosa para Emily de William Faulknerye­stalvezelm­ejordellib­ro.

 ?? Joh y Loui / Ge ??
Joh y Loui / Ge

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain