¡Viva la libertad (de verdad), carajo!
El libro de Pierre Grimal, que reclama atención y esmero, vuelve a reivindicar que para interpretar el presente no hay nada como recurrir a los clásicos
Abres este ensayo, reeditado treinta y cinco años después de su primera publicación, y te imaginas en una clase del televisivo Merlí que popularizó una exitosa serie de TV3, con él diciéndote: “Para hablar de la libertad, menos Ayuso y Milei, y más Homero, Platón, Aristóteles y Cicerón”. La diferencia es que aquí el maestro es un ya desaparecido Pierre Grimal (París, 1912-1996) que con Los extravíos de la libertad (Gedisa, 2024) llevó a uno de sus puntos álgidos su erudición y su pasión por divulgar la herencia cultural de la Antigua Roma. Aunque, claro está, sin Grecia no se entendería Roma, tampoco en su obra.
De ahí, libros suyos de referencia como el Diccionario de mitología griega y romana (Paidós, 2010), que se avanzó muchos años a la divulgación que acabaría haciendo de los dioses de la antigüedad, como superventas, el actor Stephen Fry con sus Mythos (Anagrama, 2019), sus Héroes (Anagrama, 2020) o su reciente Troya (Anagrama, 2023).
También se avanzaría a personajes pop en el estudio de la Historia, como la catedrática británica Mary Beard, que actualiza en televisión y en obras como Emperador de Roma (Editorial Crítica, 2023) la pasión de Grimal por hacer compatible la rigurosa investigación académica con la divulgación de sus logros ante el conjunto de la sociedad.
Así, la obra de Pierre Grimal en general y Los extravíos de la libertad en particular confirman aquella máxima según la cual, para interpretar el presente, no hay nada como recurrir a los clásicos. Pero eso requiere un esfuerzo de interpretación, al que el autor nos acompaña, pero que no nos mastica. El texto, en este sentido, no es una lectura ligera, como tampoco lo es el camino que nos retrata a la libertad real no entendida como anarquía existencial ni como despreocupación egoísta respecto de todo y de todos.
¿Queremos saber qué es la libertad para acercarnos de verdad a ella en tiempos de tanta utilización torticera del término? Pues algo a cambio tendremos que poner. Esta necesidad de avanzar con atención y esmero a través del texto es análoga a la idea central del libro, que invita a no banalizar la libertad asumiéndola en clave de liberación de obligaciones anexas, ya que según el autor toda libertad no deja de acarrear limitaciones. Se deben asumir las unas, camino de la otra.
Y, puestos a desmontar con fundamento mitos sobre la libertad, Grimal nos hace arrancar el viaje a lo largo de la historia allí donde empezó la utilización de este vocablo, en la antigüedad. E igual como este erudito nos describe el lema “Libertad o muerte” de Espartaco como un dilema falaz, intuimos que etiquetaría igual eslóganes como el de Isabel Díaz Ayuso y su “Comunismo o libertad” y sus derivadas como “Madrid es libertad”. La cita de Bousset con la que abra el libro parece hecha a medida, en este sentido: “Cuando mediante el señuelo de la libertad se ha logrado seducir a las muchedumbres, estas son arrastradas a ciegas apenas oyen tan solo su nombre”.
Oímos su nombre y salivamos. Pero, ¿sabemos en realidad su significado? Con el destilado de los clásicos que nos hace Grimal, por ejemplo con su descripción a conciencia sobre la “desvergonzada impostura” de la libertad ateniense, nos invita a no reaccionar tan superficialmente ante eslóganes como el “¡Viva la libertad, carajo!”, del argentino Javier Milei. O por lo menos, nos reta a pensar antes de reaccionar frente a la perspectiva de ese oscuro objeto de deseo que es la libertad. Oscuro, por opaco en su esencia, a ojos de la mayoría.
⁄ El autor invita a no banalizar la libertad asumiéndola en clave de liberación de obligaciones anexas
Javier Milei se presentó a la presidencia de Argentina al grito de “¡Viva la libertad!”