Unos ciudadanos solos y sin patria
Sergio del Molino nos acerca al poco conocido episodio de los alemanes procedentes de Camerún que se instalaron en Zaragoza durante la Primera Guerra Mundial
Los alemanes es una novela de Sergio del Molino (Madrid, 1979) sólidamente construida sobre una información que el autor ya había manejado en algunos trabajos periodísticos previos y en Soldados en el jardín de la paz, un libro reportaje publicado hace quince años. El punto de partido es un hecho histórico: 627 alemanes llegaron a Cádiz procedentes de Camerún, donde su poder colonial se extinguía con la llegada de las fuerzas aliadas. Corría el año 1916 y esos ciudadanos bien posicionados por su actividad comercial pasaron a la vecina Guinea, de dominio español y posición neutral, que los acogió y envió a la península Ibérica. Más de la mitad se instalaron en Zaragoza.
El desarrollo de la narración, que parte de ese contexto, se sustenta en el devenir de una familia en particular, los descendientes de Hans Schuster, origen del que sería un próspero negocio de fabricación de salchichas. Conoceremos su historia y genealogía a través de la cuarta generación que en las páginas iniciales del volumen se reúne para dar sepultura a Gabi, el mayor de tres hermanos. Eva, abogada y metida en política, orquesta el acto –la madre ha muerto, el padre ha perdido la cabeza, está en casa cuidado por una mujer rumana– y Fede acude desde Ratisbona, donde vive y da clases en la universidad. Ninguno de los tres hermanos se ha casado ni tiene descendencia. Son el último eslabón de los Schuster llegados de África.
Del Molino, que ha demostrado sus dotes para exponer con fundamento realidades compartidas (La España vacía o La piel ) y algunas también muy personales como la inolvidable La hora violeta,ha optado por alternar los testimonios de los protagonistas –los dos hermanos vivos, Berta, amiga de Gabi, y Ziv, un descendiente sefardita que trabaja para los servicios israelíes–. Consigue así una estructura dinámica en la que capítulo a capítulo se van desvelando los perfiles psicológicos de los protagonistas y en la que pasado y presente se entrelazan. El chantaje que Ziv Azolay y su socio –acaban de comprar el equipo de fútbol de la ciudad y aspiran a construir un gran complejo urbanístico– ejercen sobre la política Eva Schuster destapa lo que callaron los antepasados y las complicidades y apoyos a dirigentes nazis. Se plantea el dilema de las herencias recibidas y aumenta la acción y el suspense.
Cómo asumen los hijos ese legado y cómo ha impregnado la dinámica familiar constituye uno de los ejes de esta novela. Gabi se enfrentó en vida al padre, fue un cantante alternativo y provocador del que sabemos por Berta, su amiga de juventud. Fede puso tierra de por medio y se refugió en el mundo de las ideas –Hana Arendt como bandera–, y Eva debate sobre la culpa y la responsabilidad.
La madre aparece retratada como una figura que se difuminó en una casa donde los gritos estremecían y donde un piano y la música de Schubert actuaban de bálsamo.
Peroestaspáginashablantambiéndel desarraigo y de la búsqueda de hábitos y rituales para construir una comunidad y sentirse parte de ella. Los alemanes de Camerún –habría sido un título más preciso– aprendían una lengua encorsetada en su escuela, enterraban a sus muertos en un cementerio especial donde se reunían todas las semanas y recordaban o no –el abuelo de Berta tiene una historia increíble– sus servicios a la anhelada patria que se convirtió en un espejismo.
El desenlace tiene mucho de reflexión filosófica –abundan en estas páginas las disquisiciones, referencias culturales y etimologías–. Del Molino hace que veamos la historia desde diferentes ángulos y niveles y nos invita a que cada cual maneje razón y emoción en solitario, como los protagonistas de esta historia.
⁄ Hace que veamos la historia desde diferentes ángulos y nos invita a que cada cual maneje razón y emoción en solitario
El escritor madrileño Sergio del Molino