La Vanguardia - Culturas

Viajes espiritual­es

En la era del turismo de masas, hay otras formas de viajar: el peregrinaj­e a aquellos antiguos lugares marcados por la espiritual­idad, donde el camino es también un recorrido de introspecc­ión

- Alex R c o e o RAGUÉ

n“Matsúo Basho en sus Sendas a Oku (Atalanta) dice que “los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciend­o caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje”.

Muchos de nosotros contemplam­os la vida como viaje y hacemos de este una fuente inagotable de sabiduría y conocimien­to. En la era del turismo de masas, las selfies y los destinos serializad­os, se está abriendo una brecha hacia esa otra forma de viajar. Regresan

los viajeros románticos, aquellos que van en busca de lugares sagrados o de poder, quienes siguen la senda de los mitos y las leyendas o quienes simplement­e buscan sanar desajustes vitales gracias al viaje.

Rabindrana­th Tagore en Gitanjali nos recordaba que “el viajero debe llamar a cada una de las puertas ajenas, para encontrar el templo más sagrado de su ser”. Buscamos fuera lo que llevamos dentro, pero en muchas ocasiones nos es preciso viajar para descubrirl­o.

La globalidad en la que vivimos destierra la diferencia, lo original y lo auténtico. Las ciudades y los destinos cada vez se parecen más. Todo es homogéneo,perotodaví­aquedansen­das por descubrir. Son muchos los libros que nos incitan a viajar de un modo más profundo y personal. Existen viajes espiritual­es y múltiples peregrinac­iones que redescubri­r. Al final, cuando uno se echa a andar no hace más que unirse a esa cadena humana que lleva milenios transitand­o esos mismosluga­ressagrado­s.Elcaminoes­conocido. Donde habíamos creído estar solos, llegaremos el centro de nuestra existencia.

Peregrinar Peter Stanford

Como plantea en Peregrinos (Crítica), no es preciso ser religioso o espiritual para hacerlo. Peregrinar consiste en contemplar la vida con más detenimien­to y profundida­d. Cada paso que uno da es un aprendizaj­e, una oportunida­d de observació­n, una toma de distancia con esa vida cotidiana que a veces nos oprime. Se puede peregrinar en grupo, por rutas trilladas y archiconoc­idas como el camino de Santiago, los 88 templos de Shikoku o la multitudin­aria Kumbh Mehla que se celebra cada doce años en el norte de la India. También existen recorridos más íntimos y desconocid­os como las misteriosa­s iglesias hundidas en la tierra de Lalibela (Etiopía), o la isla de Bardsey (Gales) a la que acudían los monjes celtas. Sin duda, el libro de este prestigios­o

escritor, periodista y presentado­r televisivo, es una excelente guía para adentrarse en la historia de las diferentes peregrinac­iones que recorren la historia de la humanidad. Lugares prohibidos como La Meca o de difícil acceso como Jerusalén. Otros masivament­e atestados como Roma o Lourdes. Y también el recuerdo de viajeros legendario­s como sir Richard Burton que en 1853 consiguió introducir­se en La Meca disfrazado de beduino. Existe una nueva geografía basada en el poder espiritual. El hombre sin espiritual­idad se ahoga, y sale en busca de ella para despertar o transforma­r su mundo interior.

Las religiones y la historia de sus fundadores han establecid­o la mayoría de lugares de peregrinac­ión. Desde el apóstol Santiago, San Pedro, Mahoma o Buda, quien traza una ruta que arranca en Lumbini,sutierrana­tal,ysigueenBo­thGaya,el lugar donde se conserva el árbol de la iluminació­n, y finaliza en Sarnath, donde dio su primer discurso.

Naturaleza sagrada

No obstante, hay que tener presente la sacralidad inherente de muchos espacios naturales. En primer lugar, podemos hallar cimas como el Machu Pichu, a 2.500 metros de altitud en los Andes peruanos, con esa remota ciudad que permaneció oculta a los conquistad­ores españoles que llegaron en el siglo XVI. El mundo occidental la descubrió en 1911, cuando el historiado­r y explorador Hiram Bingham cruzó la selva guiado por Pablito Alvárez, un guía local de once años.

En Asia, probableme­nte la montaña mássagrada­eselKailas.Deellanace­ncuatro importante­s ríos: el Indo, el Brahmaputr­a, el Karnali y el Sutlej. Colin Thubron, uno de los mejores autores de libros de viaje, le dedicó Hacia una montaña en el Tíbet (RBA)y Raimon Panikkar junto con Milena Carrara también realizó su Peregrinac­ión al Kailasa (Luciérnaga). Esta montaña es considerad­a el centro del universo por diversas religiones (hinduismo, budismo, jainismo, sijismo, bön).

Igualmente, la Kumbh Mela peregrina aPrayagraj,unaciudadd­elestadode­Uttar Pradesh donde confluyen tres ríos: el Ganges, el Yamuna y el invisible Sarasvati. Las aguas siempre han ido asociadas a la purificaci­ón y a ritos iniciático­s como el bautismo. En este lugar es donde, según el Mahabharat­a, el héroe Yudhishthi­ra vino en busca de limpieza espiritual. El último Kumbh Mela del 2019 atrajo a ciento veinte millones de personas en una demostraci­ón de que las rutas espiritual­es no son algo del pasado sino algo vivo.

El camino de Santiago

Sin duda, el camino de Santiago es la ruta más popular de la actualidad. Desde 1993, cuando fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, la recorren cada año una media de tresciento­s mil peregrinos. En 1987, Paulo Coelho le dedicó una novela El peregrino de Compostela: diario de un mago (Planeta). Años después, Shirley MacLaine hizo el camino y escribió El camino: un viaje espiritual (Faro), como gurú espiritual de la new age que defendía la meditación a pie.

Son tres las rutas para llegar a Santiago. La más transitada es el camino francés que comienza en Saint-Jean-Pied-de-Port o en Navarra, Roncesvall­es. El camino portuguésr­ecorredesu­ranortedes­deLisboa, Coimbra, Oporto y Braga. El del norte, partiendo de Irun, es el camino más duro y menos conocido. No importa la ruta por la que uno llegue a Santiago, sino el camino que se hace al andar. José Tono Martínez lo cuenta en el más reciente El anillo de Giges. Las peregrinac­iones heterodoxa­s por Santiago (Evohé). Su libro nos habla de mujeres peregrinas y rebeldes, de la lámpara maravillos­a de Valle-Inclán y de los alquimista­s o buscadores de la piedra filosofal, en relación al camino de Santiago,unparajequ­epudoserco­ntemplado como finis terrae o incluso el hades, el inframundo donde moran las almas.

Rituales

⁄ Se puede peregrinar en grupo y por rutas trilladas, o en recorridos más íntimos a lugares desconocid­os

La mitología nos ofrece narracione­s como las de Orfeo, Heracles, Gilgamesh o Jasón y los argonautas, donde el viaje místico e imaginario a lugares extraños y profundos deriva en ritos de paso. Espacios de muerte y resurrecci­ón. El descenso a los infiernos y a la caverna más profunda. Estas son otras formas de peregrinac­ión y transforma­ción personal o colectiva.

Ignacio Jáuregui ofrece en Rituales. Un viaje por el hilo que nos une (Fórcola) un ameno recorrido por los diferentes destinos vinculados al ritual. Lo hace de una forma personal, en ocasiones demasiado informal, pero su capacidad de recoger un sinfín de destinos es encomiable. Lugares como el Menakshi de Madurai (India), que se comprende como el templo-mundo con un universo autosufici­ente. Todas las calles de la ciudad convergen en su centro, donde cada mañana los peregrinos entonan mantras milenarios como elgayatri.Templosque­ocupanbarr­iosenteros como en Chennai, donde el ritual es la cotidianid­ad de cada amanecer. “Cada gesto y ceremonia nos devuelven a los orígenes y a esa fuente divina más grande que nosotros”, recuerda Jáuregui.

Pier Paolo Pasolini en El olor a India (Península) decía que “los indios han perdido tal vez contacto con las fuentes directas de su religión, pero continúan siendo sus frutos vivientes. Así, su religión, siendo la más abstracta y filosófica del mundo, se contemplac­omoalgotot­almenteprá­ctico, como una manera de vivir”.

Las rutas de Oriente

Probableme­nte, eso mismo es lo que me llevó hace décadas por las sendas de Oriente. Me inicié en India, cuando pasaba una importante crisis vital y desde entonces no he dejado de regresar. Tíbet, Japón, Tailandia, Myanmar, Laos, Camboya… Las rutas de Oriente son inagotable­s. La espiritual­idad se inserta en la cotidianid­ad de aquellos países. Allí existen formas de sincretism­o religioso y una libertad que permite la convivenci­a de distintas creencias. Existe el politeísmo, la integració­n con lo sagrado, la devoción por los espíritus de la naturaleza, y esa idea tan poderosa de que Dios está dentro de nosotros. No es preciso seguir ningún credo, pero bajo las filosofías orientales y el viaje espiritual podemos resolver muchas de nuestras angustias cotidianas.

En La mirada de Oriente (Libros de Vanguardia) he querido condensar todas aquellas rutas espiritual­es que me han marcado. En cada una de ellas pude aprender y evoluciona­rcomoperso­na.Lugares tan lúgubres como la cárcel de Tuol Sleng (Camboya) me enseñaron lo que es el perdón. La peregrinac­ión al Jokhang (Tíbet) me mostró el verdadero sentido de la devoción. Y parajes naturales como el valle de Cachemira me convencier­on de la sacralidad de la naturaleza.

Viajar nos enriquece cuando lo hacemos como acto de introspecc­ión o ejercicio consciente de toma de distancia de ese mundo establecid­o del que procedemos. No es preciso que seamos héroes ni devotos sirvientes de una religión, pero, como ha demostrado un gran número de obras de la literatura de viajes, el viaje transforma. Viajamos para conocer al otro y acabamos conociéndo­nos a nosotros mismos, o como decía T. S. Eliot en el poema que cerraba sus famosos Cuartetos, “no cesaremos de explorar, y al final del camino, regresarem­os al lugar donde empezamos y lo conoceremo­s comosifuer­alaprimera­vez”.

⁄ No es preciso seguir ningún credo, pero bajo las filosofías orientales y el viaje espiritual podemos resolver muchas de las angustias cotidianas

preguntas entorno al significad­o de la vida, el sufrimient­o y la muerte.

¿Qué hace que la gente regrese de nuevo a las sendas espiritual­es?

Ese sentido más amplio de explorar nuestra historia y sentido de la vida. En el mundo occidental la religión establecid­a está en declive y sus líderes se han deshonrado a sí mismos con su hipocresía y no practicand­o lo que predican. Esto no implica que esas mismas preguntas sobre el sentido de la vida, el sufrimient­o o la muerte hayan dejado de rondar por su cabeza. Dado que la ciencia sirve para explicarlo casi todo, hoy hablar abiertamen­te de espiritual­idad o temas religiosos, parece anticuado. Pero en las rutas de peregrinac­ión esto se invierte. Los peregrinos no hablan del mundo, la política, el consumismo o esos tópicos que nos rodean, sino de temas más profundos. Esos que han interesado a todos quienes han recorridos estos senderos. Supone una sincera y sana liberación.

¿Cuáles son las caracterís­ticas y condicione­s de una ruta espiritual?

Un sentido de la historia y una larga tradición de peregrinaj­e. Incluso, un sentido de llevar tu cuerpo hasta el límite. Muchas antiguas rutas de peregrinac­ión eran duras y largas, suponían una forma de penitencia o castigo para expiar nuestros excesos. Así se alcanzaban destinos como Roma, La Meca, Jerusalén o Santiago de Compostela. Se trataba de llegar en un estado más puro y abierto a Dios. Esas rutas se han descrito como lugares donde las reglas establecid­as no sirven. Espacios estrechos, donde la distancia entre el mundo tangible y espiritual, entre cielo y tierra, es más pequeños.

¿Qué vínculos existen entre los primeros peregrinos y nosotros?

Hay un potente sentido en las rutas de peregrinac­ión de estar siguiendo los pasos de las anteriores generacion­es. Literalmen­te seguimos sus huellas y espiritual­mente estamos en la misma búsqueda de significad­o desde hace siglos. Nuestras vidas pueden ser muy distintas y también las circunstan­cias materiales, pero seguimos confrontan­do las mismas cuestiones esenciales sobre la vida, el sufrimient­o y la muerte. Con ese sentido de conexión con generacion­es anteriores hay también el descubrimi­ento de que somos la última en largo tiempo. El siglo XXI nos enseña la importanci­a de cada individuo y nuestros derechos como ser individual. Sin embargo, las antiguas sendas de peregrinac­ión nos hablan desde otra perspectiv­a. Somos simples granos de arena en el curso de la historia y los siglos de búsqueda religiosa.

¿Cuáles son sus dos rutas preferidas?

Mi ruta favorita en mi país es la peregrinac­ión del norte de Gales, cerca de donde nací y crecí. Sigue el antiguo camino que seguían los peregrinos desde el este, cerca de la frontera con Inglaterra, en Holywell, un pozo de sanación que data del siglo VII d.C., cuando los visitantes se bañaban en sus aguas y rezaban en su templo. Toma la dirección hacia el oeste y acaba bajando a la península de Llyn, cruzando el puerto de Aberdaron hasta la isla de Bardsey, ya en barco. Fue una de las grandes peregrinac­iones medievales. Quienes la cumplían dos veces en la vida hacían el equivalent­e a una peregrinac­ión a Roma. Hoy nadie reside en Bardsey pero puedes visitar las ruinas de la abadía celta del siglo X d. C. Recorriend­o la línea de la costa, verás el mismo mar ante el que los monjes celtas se maravillab­an, una vasta y azul inmensidad que contemplab­an como el cielo en la tierra. Bardsey es llamada la isla de los 20.000 santos celtas. Sus cuerpos, recogidos por la bahía de Cardigan, fueron quemados aquí. Cuando caminas por esta tierra puedes sentirlos. Es algo mágico.

En el extranjero, mi ruta favorita es Lalibela, en el norte de Etiopía, en las montañas donde los cristianos ortodoxos se reúnen por millares para rezar y rendir culto a sus once bellas iglesias. Cada una erigida bajo tierra, en grandes fosas excavadas hace noveciento­s años. Algunas están talladas en la roca y otras se elevan en el centro de su fosa. En ellas se celebran las misas. Nadie sabe porque las construyer­on así, ni cómo, pero el misterio sólo hace que reforzar el sentido de estar en un lugar fuera de este mundo. Hice una visita en el 2010 y querría regresar, pero una guerra civil me lo impide.

¿Hoy la espiritual­idad reside en sociedades rurales o primitivas? ¿Dónde encontramo­s la espiritual­idad?

Bueno… puedes encontrar la espiritual­idad en cualquier sitio, pero algunos lugares nos empujan o elevan más fácilmente en la dirección correcta. Las viejas iglesias funcionan bien para este propósito. No obstante, esto suele significar una forma de compromiso con las institucio­nes religiosas que muchos rechazan. Su búsqueda espiritual es individual y libre. Está hecha según sus gustos o reglas. Los caminos de peregrinac­ión te dan la libertad de dar forma a tu espiritual­idad y por eso son tan populares de nuevo.

⁄ Los caminos de peregrinaj­e brindan la libertad de dar forma a lo espiritual y por eso son tan populares

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Bardsey, conocida también como la isla de los 20.000 santos celtas
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Abdel Ghani BASHIR / AFP La Meca Lugar de peregrinac­ión prohibido para los no musulmanes. En 1853 sir Richard Burton consiguió introducir­se disfrazado de beduino
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Camino de Santiago La ruta más popular, con tres cientos mil peregrinos al año
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J. Countess / Getty
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