La Vanguardia - Culturas

Escritores de mano abierta

- ANTONIO ITURBE /

El pasado 23 de abril, cambiado el sombrero de periodista por la gorra vuelta hacia arriba del escritor, anduve por Barcelona de caseta en caseta como un titiritero para vender mis historias. Esperaba, con fingida despreocup­ación, que alguien se detuviese a desembolsa­r las monedas que cuesta el libro, y pensaba que, por los siglos de los siglos, los artistas de la palabra (narradores, poetas, dramaturgo­s, charlatane­s, juglares) han vivido de la amabilidad de los extraños.

Muchos escritores buscaron amparo en los señores y señoras del dinero, que gustaban de rodearse de artistas como adorno a sus vidas. El magnate romano Cayo Mecenas sacó de penurias económicas a muchos poetas y se sentaban a su mesa bien surtida, entre otros, Horacio o Virgilio. Al menos etimológic­amente, es el padre del mecenazgo. Todavía escuece leer la servil introducci­ón a la edición de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, publicada de manera póstuma. Cervantes en el lecho de muerte, con la extremaunc­ión, enjabona al mecenas que lo ha sacado de tantos apuros económicos, el conde de Lemos: “Con un pie en el estribo”, no deja de “besar los pies a Vuesa Excelencia”.

Hace unos días, al subir al tren de cercanías de regreso al Maresme, me encontré a la jefa de comunicaci­ón de Navona, Xènia Bussé, que había estado todo el día con Barbara Kingsolver, de visita en Barcelona para presentar su novela Demon Copperhead.

Muy de refilón, Kingsolver le había contado que estaba contenta porque con el dinero que había ganado ha podido ayudar a poner en marcha un centro de rehabilita­ción para personas con adicción a las drogas en West Virginia.

Algunos escritores actuales que han ganado dinero han querido dar la vuelta a esa tortilla de la fragilidad y se han convertido ellos mismos en mecenas. La revista Forbes, que si de algo sabe es de dinero, tiene establecid­o un listado de escritores “más caritativo­s”, que encabeza James Patterson (94 millones de dólares) con sus contribuci­ones a oenegés dedicadas a gente en la extrema pobreza como Feed the Children. Ocupa el segundo lugar Stephen King (39 millones de dólares), que además de ser un importante colaborado­r de fundacione­s de ayuda contra la pobreza como la Heifer Internatio­nal, tiene con su esposa Tabitha la STK Foundation centrada en ayudar a pequeñas asociacion­es en Maine, “para devolver a la comunidad lo que la comunidad les ha dado”. La escritora Janet Evanovich (33 millones de dólares) figura tercera en el ranking con su apoyo a programas de estudios para estudiante­s sin dinero.

La más generosa de todos (al menos cuantitati­vamente) ha sido la autora de Harry Potter, J.K. Rowling. En el 2011 cayó de la lista de personas más ricas del mundo porque donó en un solo año el 16% de su patrimonio: 160 millones de euros. Segurament­e no olvida que fue una madre divorciada que salía adelante gracias a un subsidio del gobierno británico y se iba a escribir a una cafetería por las mañanas para ahorrar calefacció­n. Autores como John Grisham, Nora Roberts, Ken Follett o la propia J.K. Rowling (que sigue donando 20 millones al año) figuran en esta lista de escritores pudientes de mano abierta.

Otros autores, sin ser supermillo­narios, también ayudan en todo lo que pueden. En España tenemos el ejemplo de la Fundación Gala para becar a jóvenes escritores que puso en marcha Antonio Gala. O el esfuerzo generoso de Jordi Sierra i Fabra, que ahora cumple veinte años con su Fundación en Barcelona y el Taller de Lletres en Medellín (Colombia) para becar a jóvenes escritores, formar a profesorad­o o dotar biblioteca­s allá donde más se necesita. Él es la prueba de que dar es la mejor manera de recibir. Pese a las durísimas zancadilla­s que le ha puesto la vida, Jordi Sierra i Fabra siempre teofreceun­asonrisa.

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J.K. Rowling y la niña siria Bana Alabed

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