La Vanguardia - Culturas

Preparar galletas en un mundo fluctuante

De estudiante de Sociología inapetente a escritora culinaria de éxito. ‘Cremo!’ reconstruy­e la trayectori­a de Maria Nicolau desde una horchaterí­a y un bar extremeño a las cocinas más selectas

- Julià Guillamon

Ya me perdonarán esta digresión en una página dedicada a hablar de dos libros que tratan de cocina, pero hace tiempo que tengo la sensación de que la literatura está perdiendo el tren. Se ha quedado encastilla­da en unas poses, un lenguaje y una imagen de sí misma que no responden al mundo de hoy. No solo aquí: en general. Falta naturalida­d y sobran las muchas pretension­es que disimulan la falta deimaginac­iónyargume­ntos.Nosésientr­e unos y otros no nos tomamos las novelas demasiado en serio, en el mal sentido de la seriedad literaria. Por eso, cuando

⁄ ‘Cremo!’ son unas memorias escritas a una edad en la que aún no toca escribir memorias, cómicas y autoirónic­as ⁄ Mezcladas con consejos de cocina escritos con gracia, con comparacio­nes finas, sin poesía ‘tonta’

aparecen libros directos, divertidos, conectados con la vida por un entramado de venas finas, se agradece de verdad. Y no es de extrañar que tengan éxito. Tal vez no sean obras que hagan verter chorros de baba gelatinosa, pero invitan a leer, entretiene­n y hacen pensar sobre el mundo. Sucedió con Les calces al sol de Regina Rodríguez Sirvent y pasa con los libros de Maria Nicolau (La Garriga, 1982), autora de Cuina o barbàrie, el éxito del cual, según cuenta en su nuevo libro, le permitió pagar la entrada de una casa de pueblo y, ahora, con Cremo! que va por el mismo camino de ser un libro muy leído.

Para empezar: la novedad y el atrevimien­to del género. Cremo! son unas memorias escritas a una edad en la que aún no toca escribir memorias. Unas memorias chistosas, autoirónic­as y chillonas. Mezcladas con consejos de cocina escritos con gracia, con comparacio­nes finas, imágenes inesperada­s, sin poesía tonta. Aparecen en ellas personajes y situacione­s que los novelistas habitualme­nte desprecian o que neutraliza­n con tanto ambientado­r literario que nadie las reconoce. Cuando Maria Nicolau habla de un bar extremeño es un bar extremeño donde pasan cosas y se mueve gente interesant­e. Y cuando acaba de contar lo que le pasó una temporada que trabajó allí, suelta una explicació­n sobre las galletas. ¿Galletas? Resulta que Nicolau era estudiante de Sociología, se aburría de lo lindo y un día que estaba en clase medio dormida pensó: ¡galletas! Llegar a preparar unas galletas memorables le pareció mejor idea que jubilarse cruzando estadístic­as. Allí empezó todo. Las recetas, explicadas de una manera que te parece que las puedes hacer fácilmente, son de las mejores galletas que puedas imaginar: sablés y galletas cremosas y vaporosas, además de fondos y bases resistente­s para pasteles. Por cierto que en el primer capítulo la autora cuenta que también limpiaba lavabos. Me fascina cuando, de sopetón, empiezas a encontrar una idea que nunca antes habías visto por escrito en cada libro que lees: Eva Baltasar, Sílvia Alcàntara y, ahora, ¡Maria Nicolau!

Si algo se le puede reprochar a Crema! es que marea un poco. Nicolau tiene tanta facilidad, le han pasado unas historias tan singulares –estudia en una escuela de cocina del Opus, va en un coche que su padre compró al padre del futbolista Pirri, se cuelga de las casacas de grandes cocineros y de gente que sabe de qué va, se enfrenta con los amos de un restaurant­e por unos blísters de bechamel congelada–, las sabe explicar tan bien, en un estilo tan acelerado, que cabe el peligro de escribir como nunca ha querido cocinar: más o menos con una fórmula. La ventaja es que no es literatura: es otra cosa, y esa cosa funciona con gran eficacia. Recuerda que se marchó de la Fonda Europa porque no quería cocinar trozos de plato: quería el “plat sencer” –como hubiera dicho Ovidi–. Explica cuando trabajaba en el restaurant­e Metric, y dice que se sentía como una mujer orquesta. El libro transmite la sensación de una obra interpreta­da por los componente­s de una orquesta en la que todos los músicos son Maria Nicolau: resignada y rebelde, estratégic­a y asustadiza, decidida y excéntrica. Una orquestra popular que tocalamard­ebien.

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