La Vanguardia - Culturas

La guerra como leyenda

Los miembros de una familia yerran dispersos por toda la superficie ibérica. Magnífica

- Juan Ángel Juristo /

En cierto modo estaba previsto que ocurriera y ha sido el jienense David Uclés (Úbeda , 1990) el autor actual que se lanza a tratar nuestra Guerra Civil como una leyenda, casi próxima al mito. Eso en literatura es algo que sucede cuando el acontecimi­ento se trata primero como crónica, por ser muy próximo en el tiempo, luego como narración testimonia­l y de corte realista, para finalmente, cuando el autor no ha vivido lo narrado por estar ya muy alejado en el tiempo, pasar a contemplar­lo con el aura de la leyenda. En nuestro tiempo abundan los ejemplos señeros, desde

Guerra y paz, de Tolstói, a las obras de William Faulkner sobre la guerra civil norteameri­cana, a Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, o, en nuestro idioma, el Vargas Llosa de

La guerra del fin del mundo, el García Márquez de Cien años de soledad o Juan Benet con Herrumbros­as lanzas, también sobre la Guerra Civil, así a botepronto.

Desde el territorio mítico de Jándula, que no tiene por qué ser Úbeda pero sí desde luego la provincia de Jaén, donde la gente es bajita, “Odisto y María... eran altos en Jándula, medianos en Iberia y bajos en Europa”, una familia con aspecto de clan, unos cuarenta, yerran dispersos por toda la superficie ibérica durante la Guerra Civil hasta el punto de desaparece­r todos sus miembros tres años después: desde luego sus protagonis­tas, ahí donde la historia comienza, Odisto Ardolento y su mujer, María, el hijo mayor de ambos; José, que se alistará como miliciano; Pablo, su hermano, que luchará con los nacionales, y los pequeños, Ángeles, que asumirá el papel de ángel custodio, Martina, Gonzalo y Josito, el hermano ciego y una galería de personajes difíciles de olvidar porque su autor con suma destreza les ha otorgado unos dones que les definen como únicos, Fuensanta, hija de Rafael Zabaleta, pintor cubista; el anarquista Venancio; Felipe, el hermano mayor de los Ardolento; Manola, sobrina de Odisto, que vadea los cursos fluviales de los ríos de Andalucía; Don Robustiano, el párroco del pueblo...

Los hallazgos literarios del libro son múltiples pero se enseñorean los cervantino­s, de rara modernidad: “Si algún lector encuentra esta narración somera y quiere más detalles respecto a cómo era el lugar, que me busque y le llevaré al mismo cubo azul... y tendrá el placer de defecar, creando, de algún modo, cierta intertextu­alidad literaria. Vuelvo a la acción”, o cuando el autor describe a Abundio: “La verdad es que me interesa bien poco como personaje. Vamos, que ni fu ni fa. Prosigo”. Estos hallazgos, pródigos y plenos de libertad creadora, se muestran como los idóneos para tratar nuestra Guerra Civil. No en vano, en las citas que abren el libro, Max Aub convive con Agustín de Foxá y MaríaTeres­aLeónconMe­rcèRodorer­ao Montserrat­Roig.Magnífica.

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David Uclés La península de las casas vacías Si uel 695 págin s 26 eu s

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