La Vanguardia - Dinero

El lujo hace diana en Latinoamér­ica

Brasil y México encabezan un mercado cada día más goloso para las firmas de marca y alta gama

- Fernando García

Prefiero llorar en un BMW que reír en una bicicleta”. La frase lleva la firma de la joven modelo pekinesa Ma Nuo, ilustre participan­te en un concurso televisivo de búsqueda de pareja. La chica se convirtió hace dos años en abanderada del materialis­mo rampante y las querencias caprichosa­s de la juventud china.

Millones de brasileños y mexicanos suscribirí­an hoy la sentencia de Ma. Los consumidor­es pudientes de los más prósperos países latinoamer­icanos van a la zaga de los asiáticos en el mercado mundial de todo aquello que para el común de los mortales resulta prohibitiv­o.

Europa, sin embargo, no está para lujos. Literalmen­te, pues la crisis afecta a la comerciali­zación de productos de marca y alta gama. La ostentació­n ya no se lleva en el Viejo Continente; no es que se llevara mucho en otras épocas, pero ahora, con la que está cayendo, lo que predomina es el ahorro y la contención. Todo lo contrario de lo que sucede en algunos países de América Latina cuyas clases privilegia­das o con un considerab­le poder adquisitiv­o no sólo crecen en número sino también en voracidad consumista alto standing. Y ganas de ostentar nunca les faltaron.

China, Rusia e India siguen siendo los principale­s motores de un negocio que, aunque en me- nor medida que otros, pasa por horas bajas en Europa y Estados Unidos. En el 2011, las ventas del sector crecieron un 25% en China y sumaron 17.700 millones de euros. El año anterior –único del que se dispone ya de cifras fia-

“Prefiero llorar en un BMW que reír en una bici”, dijo una china en el 2010; la frase vale para el Brasil de hoy

bles para la UE– Europa registró un aumento del 6%: una cifra nada desdeñable pero muy por debajo de los avances anotados en las potencias emergentes y en Latinoamér­ica, donde el incremento llegó al 12%.

Dentro de América Latina, el 55% de la venta de artículos de lujo correspond­e a México. O mejor dicho, a un 5,2% de mexicanos, según datos difundidos en una reciente conferenci­a en la Sorbona de París, titulada “El lujo francés mira a Latinoamér­ica”.

En Brasil, donde a cada hora que pasa nace un nuevo millonario (con al menos un millón de dólares) y donde un 10% de la población ingresa el 44,5% de la renta privada, las ventas de productos de alto copete crecen un 20% anual y este año pueden superar los 9.000 millones de euros, según se apuntó en la última cumbre del lujo, la Luxury Wealth Summit, celebrada en Londres.

Brasil tiene 194 millones de habitantes y México, 113. Pero América Latina suma 570 millones de almas, y también los habitantes de países como Argentina y Colombia están en el punto de mira de las marcas de ropa, cosméticos y joyas de precio elevado.

Para todo lo que tiene que ver con este mercado conviene diferencia­r bien entre países y consumidor­es. El caso español es llamativo en este sentido. Aquí, el sector mantuvo el año pasado una honrosa facturació­n de 5.000 millones de euros. Pero no precisamen­te gracias a los consumidor­es patrios, cuyo gasto en esos bienes cayó un 7%, sino a los turistas extranjero­s, quienes compraron en las tiendas españolas un 22% más que en el 2010. Ni que decir tiene que la mayoría de esos turistas procedía de países emergente y de Latinoamér­ica.

“El mercado del lujo en Europa está en dificultad­es y quien lo niega no quiere ver la realidad”, dijo hace unos días el presidente ejecutivo de la firma de alta costura Roberto Cavalli, Gianluca Brozzetti. El engañoso efecto provocado por las compras turísticas le daría la razón.

Esas compras a domicilio por parte de los visitantes emergentes seguirán tirando del carro europeo en la medida en que Brasil y otros países tradiciona­lmente proteccion­istas sigan gravando con altísimos impuestos las mercancías procedente­s de fuera.

En todo caso, los latinoamer­icanos, y en especial los brasileños, son un chollo para las firmas de lujo por una caracterís­tica que los diferencia de los orientales:

Los brasileños ofrecen a las grandes marcas una ventaja que los diferencia de los chinos: no ahorran

no ahorran. Sea por su carácter, por el trauma que les dejó la superinfla­ción o por estos y otros factores a la vez, la tasa de ahorro de Brasil es del 17% del PIB, frente al 53% de China. Es la vida al día, y si es a todo gas, mejor.

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