Abismos de Fukushima
Se sabe, o se debería saber, que esas crecientes plagas de medusas que en los últimos veranos han infestado el Mediterráneo son consecuencia de cambios destructivos de origen humano. Las tortugas que devoraban medusas mueren porque, confundidas por un aspecto parecido, devoran los plásticos que la gente inculta de los yates y las playas tiran al mar sin pensar. O mueren en la trampa de las redes de pesca abandonadas. Muerto su principal depredador, la medusa prolifera, y mejor en las aguas recalentadas por el efecto invernadero de la contaminación del aire.
Entre medusas y células: ese era el aspecto que tenían los pequeños organismos que Aleydis Rispa encontró en la orilla del mar, origen de una serie fotográfica que ha llamado Médulas. Esta palabra, tal como la emplea ella, es una contracción de medusa y célula, pero no pretende tener rigor científico, ni señalar la aparición de una nueva y peligrosa especie mutante en nuestros mares. Sin embargo, esa alusión a lo mutante representa una realidad que suele ser ignorada, incluso escamoteada en unos medios sa- turados de noticias aisladas y por ello poco comprensibles: la progresiva destrucción del frágil ecosistema marino, debida a la actividad humana.
Hacía diez años que Rispa (Sort, 1964) no presentaba una muestra individual en una galería privada. Durante años esta fotógrafa había realizado distintas series que aludían a la destrucción de la vida marina a causa de la pesca intensiva, la contaminación industrial, la minería tóxica, el calentamiento, el vertido de residuos y plásticos o el derramamiento de petróleo. Fue la catástrofe de Fukushima, la mayor contaminación radiactiva marina de la historia, lo que la decidió a volver a exponer. En Esther Montoriol, Rispa despliega distintas series de fotogramas y quimiogramas realizados entre 1990 y 2012. El sentido crítico de las obras no se contradice con su intensidad plástica. Los fotogramas en color de la serie Abisales, por ejemplo, expresan la belleza de lo que fluye y tiene vida o luz.