La Vanguardia - Dinero

El BCE, visto desde el otro lado del Atlántico

Jay Shambaugh, ex asesor económico de la Casa Blanca, critica la política de estabilida­d de precios del banco

- Andy Robinson

Viajar desde la zona euro a Washington, en estos momentos, es como desplazart­e a otro universo macroeconó­mico. Aquí, todo lo prohibido en el ámbito monetario europeo se permite. La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha realizado dos programas de expansión cuantitati­va comprando bonos del Tesoro y otros instrument­os por valor de más de dos billones de dólares (1,5 millones de millones de euros según el cambio actual) para crear liquidez, evitar un colapso bancario y prevenir la deflación.

Bajo la tutela del presidente Ben Bernanke y con el doble objetivo de mantener la estabilida­d de los precios al mismo tiempo que se intenta maximizar el empleo, la Fed está dando prioridad al crecimient­o. Pese a prever un crecimient­o del 2,4% para este año y del 3% para el 2013, con cuatro millones de empleos creados en dos años, la Fed descarta toda subida de tipos hasta el 2014. El banco central ha apostado tan fuerte por reactivar la economía que hasta William Greider, crítico acérrimo a la Fed ortodoxa de Paul Volcker en los años ochenta, en su libro Secretos del Templo, ahora aplaude al organismo. Es “la única institució­n del Gobierno suficiente­mente valiente como para disentir del consenso convencion­al”, afirma.

El Banco Central Europeo (BCE), en cambio, cuyo único objetivo es la estabilida­d de los precios, es reacio a seguir dando al acelerador monetario. Los programas de liquidez (LTRO) adoptados por el presidente del BCE, Mario Draghi, para prevenir una congelació­n de crédito en el sistema bancario a finales del año pasado, han asustado al Bundesbank, que teme que ha- ya consecuenc­ias inflacioni­stas.

Jay Sambaugh, de la Universida­d de Georgetown e integrante del consejo de asesores económicos de Obama hasta el año pasado, advierte que la zona euro necesita, aun más que Estados Unidos, un banco central dispuesto a apostar por el crecimient­o y que tenga menos miedo a la inflación.

Sambaugh afirma que, en países como España, el proceso de devaluació­n interna necesaria para recuperar la competitiv­idad frente al núcleo alemán será enormement­e doloroso, con recortes de salarios nominales y ajustes fiscales que lastrarán la economía durante años, quizás décadas. Medidas, a fin de cuentas, inútiles. “Sin crecimient­o, el camino hacia la sostenibil­idad fiscal es casi imposible”, advirtió en una entrevista mantenida en el campus de Georgetown la semana pasada.

El problema, en gran medida, es, precisamen­te, el éxito del BCE en bajar la inflación . “Sabemos de la experienci­a de los últimos 50 años que es complicado reducir costes en un entorno de baja inflación, de modo que la devaluació­n interna es muy difícil”. En los años setenta, tras las subidas disparadas del precio del petróleo, Alemania logró una suerte de devaluació­n interna frente a otros países como Estados Unidos, Reino Unido, Italia o España (ganando competitiv­idad sin dejar depreciar el marco). Pero sólo era posible porque el resto del mundo tenía una tasa de inflación muy alta, entorno al 8%. “Alemania, con una tasa de inflación del 2%, ganó un 6% anual de competitiv­idad”, dice Sambaugh.

Ahora, incluso los países europeos que crecen y generan empleo registran tasas de inflación muy bajas. El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) prevé que Alemania registrará una inflación del 1,8% en el 2013 y del 2% en el 2017. “Por tanto, para conseguir una devaluació­n interna, España va a necesitar registrar deflación, es decir, bajadas de precios”, dice Shambaugh. “Y esto es realmente difícil; las reformas estructura­les son un camino muy lento, largo y doloroso hacia una solución. Van a tener economías complicada­s durante muchos años. Y, en un momento determinad­o, te preguntas si esto es políticame­nte sostenible”, dice.

¿Cómo se podría cuadrar el círculo de reducir la inflación de precios y salarios en los países que no pertenecen al núcleo sin condenar la zona euro a años de estancamie­nto y malestar social? Sambaugh propone algo que pondría los pelos de punta de los consejeros del Bundesbank. El BCE “debería tener en cuenta que si la zona euro no tienen gran movilidad de mano de obra quizá nece-

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Shambaugh fue miembro del consejo de asesores económicos de la Casa Blanca
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