Bonus a pesar del declive
dad o con una preclara visión económica y política impropia en los tiempos que corren, lo cierto es que Londres preparó en octubre del 2008 un paquete de 650.000 millones de euros para sacar a sus bancos de apuros, para que estos recuperasen la liquidez y pudieran así cumplir de nuevo su misión fundamental de conceder hipotecas y créditos a individuos y pequeñas y medianas empresas. En la práctica, Northern Rock fue completamente nacionalizado, y el Royal Bank of Scotland (RBS) y Lloyds-hbos lo fueron parcialmente. Una jugada de socialismo puro y duro en el corazón mismo del capitalismo. Pero ni los liberales más ortodoxos se atrevieron a protestar ante esa contradicción, tanta era la podredumbre de un sistema cuya mera supervivencia estaba en juego.
El anuncio del rescate tuvo lugar 48 horas después del mayor desplome del índice FTSE-100 de la City en 20 años, y después de una semana de caídas espectaculares en bolsa. De esos 650.000 millones de euros (a los que hay que añadir los 150.000 millones que costó la adquisición de Northern Rock), el contribuyente británico ha pagado directamente de su bolsillo una décima parte (65.000 millones, unos 2.500 euros por cabeza), quedándose a cambio con un 83% de las acciones de RBS y un 41% de las de Lloyds Group (que adquirió a su vez el HBOS), compradas a precio irrisorio y que lo mismo pueden subir que bajar en el futuro. O sea, que el Estado obligó a todo hijo de vecino a convertirse contra su voluntad en jugador de bolsa, y además adquiriendo valores devaluados que no eran precisamente la joya de la corona.
Con ese dinero, el Tesoro in- yectó dinero a los bancos a cambio de acciones preferenciales, que no conllevan derecho de voto en las juntas de accionistas, pagan un interés fijo en vez de un dividendo y tienen prioridad a la hora de recuperar los despojos en caso de quiebra. En estricta teoría sus propietarios (los contribuyentes) incluso podrían hacer dinero (los más optimistas hablan de hasta 24.000 millones de euros), pero parece tan improbable que el propio Gobierno reconoce su voluntad de deshacerse de su participación en Lloyds y en RBS a la menor oportunidad, en cuanto vuelva a existir mercado para unos valores considerados ahora como tóxicos.
Además de esos 65.000 millones de euros contantes y sonantes, el plan de rescate fue dotado de 250.000 millones en préstamos a corto plazo a través del A pesar del rescate, la banca británica ha perdido terreno internacionalmente. Hace tan sólo cuatro años, Barclays, HSBC y Lloyds estaban considerados auténticos ‘pata negra’, mientras que ahora languidecen en el ranking, detrás de los bancos de Estados Unidos, Japón, China y Francia. La agencia Moody’s redujo hace unos meses el rating de doce instituciones –incluido el Santander, que en el 2004 penetró en el Reino Unido con la compra de Abbey–, por considerar que se ha vuelto mucho más improbable que en el futuro puedan volver a contar con una ayuda estatal para salir de sus apuros. Y ahora afrontan la división Fondo Especial de Liquidez del Banco de Inglaterra, y ofreció garantías por valor de más de 300.000 millones para los préstamos interbancarios, que son como el flujo sanguíneo que mantiene vivo el sistema y se habían de-
El rescate bancario ha costado más que el presupuesto anual en sanidad y en educación
tenido por completo debido a la falta de confianza entre las instituciones, la falta de transparencia y las dudas sobre hasta qué punto estaba contaminado cada banco, más o menos lo mismo que lleva tiempo ocurriendo en España. La guinda del pastel fue de sus sectores comercial y de inversión dentro de la reforma del sector contemplada en la agenda de la próxima legislatura, algo que no les hace ninguna gracia.
Con todo, el año pasado 5.000 banqueros percibieron bonus de más de un millón de libras (1,25 millones de euros), incluidos los de grupos nacionalizados que estarían en quiebra de no ser por la generosidad del Tesoro con el dinero de los contribuyentes. Y ello a pesar de que las instituciones por las que trabajan son invendibles porque carecen de valor en el mercado. Pero todos estos hechos no representan inconveniente alguno para los banqueros a la hora embolsarse auténticas fortunas. un Fondo de Recapitalización al que poder acudir en caso de apuro, dotado inicialmente con 31.250 millones de euros y que al poco tiempo fueron doblados. El Estado pagó la extraordinaria suma de 134 millones de euros en “asesoría financiera”.
Transcurrido un año y medio desde aquel rescate, es pertinente la pregunta de cómo ha funcionado, máxime teniendo en cuenta que ha costado más que el presupuesto anual en sanidad (150.000 millones de euros) y en educación (102.500 millones). La respuesta es que bien y mal. Bien, porque se evitó la quiebra de los bancos y los inversores internacionales recuperaron su confianza en ellos. Mal, porque no se han cumplido dos de las condiciones que el gobierno de Brown puso a cambio del dinero: poner coto a las desmesuradas e inmorales primas que se conceden a sí mismos los altos ejecutivos del sector, y que de verdad fluyeran los créditos a los ciudadanos y a las pequeñas y medianas empresas. El dinero no ha vuelto nunca a circular como antes de la crisis, un factor crucial en la recaída del Reino Unido en la recesión.
David Cameron heredó la crisis de la banca y de la economía, pero según muchos analistas la ha empeorado con su receta merkeliana de estricta austeridad, que ahora empieza a pasar de moda. El primer ministro conservador habla de un “capitalismo popular”, pero que en realidad de popular tiene muy poco. Se dice que el fútbol es un juego de once contra once en el que siempre (con honrosas excepciones) gana Alemania. También se puede afirmar que en la batalla entre la moral y los mercados, siempre ganan los mercados.