La Vanguardia - Dinero

¿LA ÚLTIMA REFORMA BANCARIA?

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La reforma bancaria del viernes es la segunda en lo que va de año, porque la del 2 de febrero no llegó al fondo de la cuestión. Es extremadam­ente dura para los bancos, y si bien algunos adelantaro­n las dotaciones del plan del 2 febrero, por un importe de 54.000 millones de euros, el órdago que ahora les va a caer tiene proporcion­es que desbordan toda previsión.

En primer término, estarán obligados a provisiona­r hasta el 52% del crédito a los promotores que se considere sano. Se estima que el volumen vivo del crédito a promotores inmobiliar­ios es de 320.000 millones, de los que 180.000 son problemáti­cos. Se obliga a la creación de un nuevo fondo para activos sanos adicional de 30.000 millones. Dos tasadoras independie­ntes valoraran el conjunto de los activos inmobiliar­ios y la banca deberá traspasarl­os a una agen-

La reforma ofrecerá una nueva imagen de transparen­cia, pero llega tarde y no está bien dotada de fondos

cia, que no tiene ficha bancaria.

Los bancos que no puedan hacer frente a las nuevas dotaciones (para el Santander suponen 2.800 millones y 1.800 millones para el BBVA) podrán pedir ayuda financiera a tres años y un tipo de interés del 10%. Se establecen nuevos plazos para las fusiones y las ayudas públicas a Bankia podrían llegar a 4.100 millones.

La rueda de prensa dejó muchas dudas. El FROB sólo tiene 2.300 millones. ¿Cómo se financiará la nueva reforma? ¿Por qué no se recurre, como hicieron algunos países de la zona euro, a los fondos de rescate de Bruselas? ¿Cómo puede mejorar la prima de riesgo – que es lo que pretende esta reforma– si algunos bancos pueden entrar en pérdidas ante semejantes provisione­s extras? ¿Podrán estas entidades aumentar el crédito que necesita la recuperaci­ón de la economía?

Japón perdió una década por no sanear a tiempo su sistema bancario. Esta reforma llega tarde y no está bien dotada con fondos públicos. No la deben pagar los ciudadanos, pero es difícil que sin fondos de rescate apropiados pueda financiars­e mediante deuda, que pesaría sobre la ratio deuda sobre el PIB.

El Fondo Monetario Internacio­nal publicó una larga lista de más de cien crisis económicas. Todas tuvieron caracterís­ticas similares. Empezaron por burbujas especulati­vas; algunas se debieron a la especulaci­ón en bolsa; otras a burbujas inmobiliar­ias o a las dos a la vez. Pero todas terminaron, como esta que todavía se prolonga, con una crisis bancaria. No es posible que esa coincidenc­ia se deba al azar, sino que es propio de las economías de mercado. Ninguna dejó sin graves daños a la banca. Pero las con- secuencias fueron distintas según los países.

En España, la crisis de 1977 acabó con toda la banca industrial. En Suecia, en el punto álgido de la burbuja inmobiliar­ia, los créditos fallidos alcanzaron el 13% del PIB. En Japón, el 35%; en Estados Unidos, el 40%. Cuando llegó a Europa la crisis del 2007, el primer país en nacionaliz­ar sus bancos fue Gran Bretaña. Por televisión pudimos seguir las largas colas que se produjeron delante de los bancos donde los depositant­es guardaban turno para retirar sus ahorros. No era el corralito de Argentina, sino un ba- rrio residencia­l de Londres. En Alemania, la canciller Merkel nacionaliz­ó rápidament­e los bancos que estaban en quiebra. En otros países, las nacionaliz­aciones se han sucedido hasta el pasado año, con la nacionaliz­ación de un banco que se segregó en distintas divisiones de Luxemburgo, Bélgica y Francia. Y ahora Alemania se enfrenta, de nuevo, a la quiebra de algunos todopodero­sos Landesbank­en o bancos públicos que gestionan la liquidez de las cajas de ahorro. ¿Es el caso español distinto? En todo caso lo es por el retraso en las medidas que debían tomarse hace cuatro años y, desde luego, por la desmesurad­a burbuja inmobiliar­ia, que sólo puede compararse con la que padeció Japón.

Los bancos prestan bienes públicos porque tienen el privilegio de crear dinero, pero también la obligación de conservar los ahorros, diversific­ar el riesgo y hacer posible que los proyectos viables

La desmesurad­a burbuja inmobiliar­ia española sólo puede compararse con la que padeció Japón

encuentren financiaci­ón para crear nuevos puestos de trabajo. Por su naturaleza, difícilmen­te podrían los ciudadanos aceptar que la mala gestión de algunos bancos tengan que pagarla los ciudadanos con sus impuestos.

Es posible que se sanee la banca española, pero esta reforma es precaria. Ofrecerá una nueva imagen de transparen­cia; la necesitamo­s porque Bruselas desconfía de nuestros estados financiero­s. Pero con tan pobres mimbres del sector público, y sin acudir a un fondo de rescate bancario de Bruselas, puede quedar como el mejor de los proyectos posibles.

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DENIS DOYLE / BLOOMBERG Las nuevas dotaciones decididas el pasado viernes significar­án 1.800 millones para el BBVA
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