Emigrar para progresar
La región alemana del Rin-neckar desembarca en Catalunya en busca de cien profesionales cualificados
En 1960, un franco eran catorce pesetas. Así lo recordaba Carlos Iglesias en su película del 2006 ( Un franco, catorce pesetas), recorrido costumbrista por aquellos tiempos, cuando los españoles se iban a Suiza a ganarse el pan.
De algún modo, hoy estamos en lo mismo. Aunque los españoles no piensan en Suiza, sino en Alemania. Y el cambio de moneda ya no es un jeroglífico: todo va en euros.
Hace un mes, políticos y empresarios de la región alemana del Rin-neckar, en el sur de Alemania, se citaron en el instituto Goethe de Barcelona para entrevistar a cien profesionales cualificados catalanes. Firmas como Basf, SAP, Rusch o Hima conversaron con ingenieros, químicos, médicos o técnicos en telecomunicaciones, en un intercambio que se antoja justo: allí hay vacantes laborales; aquí, el paro galopa a su antojo.
“Todos ganamos”, dice WolfRainer Lowack, director general de la región metropolitana del Rin-neckar, escenario de reconocido prestigio gracias a la Universidad de Heidelberg, y cuya capital es Manheim. “Quienes vengan cubrirán nuestras vacantes. Y así, todos nos beneficiaremos de la diversidad cultural... Calculamos que, de aquí al 2013, tenemos que cubrir 35.000 vacantes. Con nuestra población, eso sería imposible”.
La propuesta es concisa. Los seleccionados se irán al Rin de inmediato. Se supone que recibirán contratos indefinidos, quizás un coche de empresa, ayudas a la vivienda e incluso para desplazarse, un curso de alemán (en aquellos casos en que el contratado no esté al nivel) y el sueldo de un profesional de alta cualificación. “Nuestra necesidad es urgente –apunta Norbert Czierwinski, director de relaciones humanas de Roche Design–. Algunos hospitales de la región han tenido que cerrar varios departamentos por falta de personal...”.
“Algunas zonas de Alemania tienen un fuerte crecimiento pero una bajísima tasa de natalidad. Para avanzar, recurren a regiones europeas de paro alto, pero bien consideradas. Catalunya es una de ellas”, dice Esther Estany, responsable de intercambios internacionales del Servei d’ocupació de Catalunya.
“De aquí al 2013, tenemos que cubrir 35.000 vacantes”, dice el director de la región del Rin-Neckar
La Vanguardia le pone un rostro y un nombre a los jóvenes profesionales que aspiran a un puesto de trabajo en Alemania. Afable y extremadamente educado, Xavier Codina (Barcelona, 25 años), ingeniero superior industrial, atiende al cronista en la cafetería del Col·legi d’Enginyers Industrials de Catalunya. Becario en la UPC, su apuesta es audaz: hace tres semanas, hizo las maletas y se fue a Munich. Allí se ha alojado en una habitación y se sentará a esperar. Le esperan tres entrevistas de trabajo –las hará en alemán, idioma que domina a la perfección–, aparte de aquellas a las que ya ha acudido. Entre ellas, una con Basf, en el instituto Goethe, días atrás en Barcelona.
“No diré que no hay trabajo para los ingenieros en Catalunya –dice–. En nuestro campo, el paro es del 6%. Si me voy, es porque me gusta Alemania, la meca de la industria europea. Sé que tomo una decisión arriesgada, pero ya lo dice el tópico: el riesgo más grande está en no arriesgar”.
Es España, opina, quien está poniendo en riesgo su credibilidad y su prestigio. La pérdida de puestos cualificados sólo puede ir en detrimento de un país. “La situación es dramática. No sólo porque la tasa de paro juvenil se encuentre en el 52%, sino porque se está perdiendo potencial. Que a un país le arranquen médicos, ingenieros... es terrible. Ahora bien, para quien los recibe, el intercambio es estupendo: ¡formarlos no le ha costado un euro!”.
“Nos quejamos de los recortes, pero somos la generación mejor formada de la historia de Catalu-
Ingenieros, médicos, químicos, técnicos en telecomunicaciones..., la oferta de puestos es amplia y variada
nya –dice Marc Pejoan (Barcelona, 30 años)–. Lo que pasa es que el hecho de encontrar un buen puesto no depende sólo de uno. El país necesita diseñar una estructura que no sólo dependa del turismo y la construcción. Hay otras estructuras para nuevas tecnologías, como por ejemplo el Mobile World Congress. Pero ya vamos tarde...”.
Marc Pejoan se casa el año que viene, tiene trabajo en Barcelona (ingeniero de telecomunicaciones, con un MBA en Esade), en una consultora de Sant Cugat, no habla ni gota de alemán, pero piensa en irse para crecer. “Me lo planteo como una evolución per- sonal. No quiero cerrarme, sino que busco muchas posibilidades. Soy ambicioso, desde una perspectiva positiva. Si me voy, lo haré por curiosidad, más que por desespero. Y Alemania me gusta: de todos los países de la UE, es el que más tira”.
“Si sale, sale”, dice Pejoan, que no tiene prisa ni apreturas y que ha pasado por una entrevista, con SAP. Lo suyo es una inversión, algo que no todos los jóvenes profesionales españoles están dispuestos a hacer. “Algunos compañeros del MBA sí que se han marchado. Pero de entre los de la UPC, ninguno lo ha hecho. Supongo que su pensamiento es: ‘Virgencita, Virgencita’. Y es totalmente legítimo. Aunque, en mi caso, sería totalmente infeliz. Quedarme quieto acabaría hundiéndome. Si quieres algo, debes moverte”.
Más allá de nuestras fronteras –y es un decir, abierto como está Schengen–, Europa se mueve.