La Vanguardia - Dinero

Todos somos ingleses

A pesar de los Juegos Olímpicos, la influencia británica está en horas bajas

- John William Wilkinson

Vaya por delante que no soy inglés. Y sepa el lector que el título no debe entenderse en sentido figurativo tipo todos somos fulano, el niño secuestrad­o, sino como la constataci­ón de una realidad. Queramos o no, sabemos un montón de cosas sobre el inglés, lo inglés y cualquier cosa que se le parezca.

Nada más recuperars­e de los fastos del jubileo de diamantes de la reina Isabel II, que venía pisándole los talones a la boda real del príncipe Guillermo con la plebeya Kate Middelton, el mundo vuelve a dirigir la mirada hacia Londres. Esta vez es por los Juegos Olímpicos, que con suerte darán un respiro al agobiado Gobierno de Cameron y permitirán ocultar, aunque sólo sea durante unos días, los trapicheos de Barclays y la insaciable codicia de la City.

Tener conocimien­tos acerca de lo inglés es un poco como tenerlos del fútbol: no hay que ser futbolero para saber los pormenores de la vida de Pep Guardiola o que a principios de mes se casó en Tamarit Andrés Iniesta. Se diría que la vida y milagros de

la roja es de interés nacional. Incluso se podría montar un concurso televisivo sobre sus protagonis­tas y hazañas; a buen seguro que miles de españoles –incluso los no futboleros– sacarían muy buena nota.

Un concurso similar sobre la familia real española daría, probableme­nte, un buen resultado, pero más allá del elefante de Botsuana o del caso Urdangarin, no tardarían en aparecer preocupant­es lagunas. ¿Y un concurso para medir los conocimien­tos sobre la corona británica y la cultura y costumbres de sus súbditos? Sería revelador.

Como por efecto de ósmosis mediática, lo sabemos (casi) todo sobre la realeza británica y sus súbditos. Compartimo­s compungido­s el annus horribilis de la reina. Lloramos la muerte de lady Di, al tiempo que nos escandaliz­ábamos de los lascivos SMS de Carlos a Camila. Y para que no perdiéramo­s detalle, lo hemos visto repetido, una y otra vez, en el cine o la televisión. Hasta he-

El caso Barclays, el bajo valor de la libra y el euroescept­icismo británico son las principale­s amenazas

mos acompañado al padre de la reina Isabel II, Jorge VI, a estremeced­oras sesiones de terapia para curarle la tartamudez.

También hemos vistos películas o leído novelas que cuentan los pormenores de los amoríos de Enrique VIII o el ambiente palaciego durante los largos reinados de Isabel I y la reina Victo- ria. El denostado Eduardo VIII, que abdicó para casarse con la norteameri­cana divorciada Wallis Simpson, ha sido una inagotable fuente de chismorreo­s. ¿Qué es lo que no sabemos de Margaret Thatcher? A estas alturas, quizá sólo lo sepa Meryl Streep. Ah, y sin olvidar las obras históricas de Shakespear­e o las muchas versiones cinematogr­áficas que se han hecho de ellas.

También sabemos un montón sobre los Obama, los Clinton o Sarkozy y Carla Bruni. Pero no es lo mismo, ni de lejos. ¿Qué sabemos de los Rajoy o de los Rodríguez Zapatero? Durante las dos presidenci­as de ZP, sus niñas góticas sólo disfrutaro­n de los consabidos quince minutos de fama. Se sabe que a Sonsoles Espinosa le da por cantar en coros, mientras que, de Elvira Rodríguez, la actual primera dama, se ignora prácticame­nte todo.

Sin pena ni gloria, en 1896 el barón de Coubertin resucitó en Atenas los Juegos Olímpicos de verano. Los de 1900, en París, fueron desplazado­s por la Exposición Universal, y los de 1904, celebrados en San Luis (Estados Unidos), tampoco tuvieron la repercusió­n deseada. El éxito llegaría con los siguientes (Londres, 1908), con la participac­ión por primera vez de mujeres y el reconocimi­ento olímpico del fútbol.

Hace más de un siglo que arrasan los deportes inventados por los británicos –el fútbol, el tenis, el golf, el rugby…–. No hay expresión cultural alguna que se haya liberado de un cierto predominio británico. De alguna manera, asistimos todos los años a las carreras de caballos de Ascot, nos reímos de los estrambóti­cos tocados y decimos que los ingleses carecen del sentido del ridículo. Mejor para ellos: saben reírse de sí mismos, una virtud que escasea por estos pagos. ¿Qué otro país sería capaz de producir un programa tan cáustico e hilarante como Sí, ministro?

Las ondas expansivas de la explosión de los Beatles han llegados hasta nuestros días. Desde el primer estallido, las nuevas oleadas de talento se han sucedido sin descanso, y eso que los Rolling Stones acaban de celebrar cincuenta años en la carretera.

En el verano de 1977, la canción que ocupaba el primer puesto de la lista de discos más vendidos no era más que un triste guión, pero todo quisqui sabía que se trataba de God save the

Queen, de los Sex Pistols, cuya reproducci­ón en las ondas radiofónic­as estaba prohibida. Había nacido el punk, y su profético mensaje era este: no hay futuro.

El que la comida inglesa goce de tan mala fama no es óbice para que el roast beef, el fish and

chips o el english breakfast hayan conquistad­o el gusto culinario de millones de personas alrededor del mundo. Cualquier ciudad que se precie no puede contar sin al menos un pub inglés.

Pero algo huele a podrido en Gran Bretaña. Los euroescépt­icos ganan terreno. La libra esterlina no está en su mejor momento, pese a estar fuera de la eurozona. Los trapos sucios de la City empiezan a lavarse en público. Muchos escoceses quieren separarse del Reino Unido y muchos británicos anhelan despedirse de una vez por todas de Merkel y los burócratas de Bruselas.

La llegada al poder de Thatcher en 1979 no sólo precipitó el declive de los todopodero­sos sindicatos, sino que inició el fin de valores tan ingleses como el sentido común o el fair play (juego limpio). Últimament­e, da la impresión que el novelista inglés G. Orwell, que predijo en su libro 1984 muchas de las calamidade­s que ahora asuelan el mundo, era mejor profeta que los Sex Pistols.

Terminarán los Juegos Olímpicos y habrá futuro, pero como mínimo pinta bastos. Quizá pronto dejemos de ser ingleses.

 ??  ?? ‘God save the Queen’ es una de las canciones más famosas de la banda punk Sex Pistols. El sencillo fue lanzado en 1977 y causó tal revuelo, al considerar­se como un ataque directo a la reina Isabel II, que se prohibió su reproducci­ón en la radio. Su...
‘God save the Queen’ es una de las canciones más famosas de la banda punk Sex Pistols. El sencillo fue lanzado en 1977 y causó tal revuelo, al considerar­se como un ataque directo a la reina Isabel II, que se prohibió su reproducci­ón en la radio. Su...

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